Hay un detrás
del inconsciente,
como un susurro
apenas audible,
como una voz
a la que una parte de nosotros,
da entrada, da hospedaje;
dice algo así como:
esto todavía está acá,
esto todavía duele,
esto, aquello
todavía late.
Claro que lo acallamos,
de todos los modos posibles,
inimaginables e imaginables:
las distracciones, las obligaciones,
las aficiones,
ciertos afectos, hasta los perdidos.
Todo sirve.
Aun, la literatura,
el arte
disimulan, lo intentan
ese ronroneo
persistente, acuciante;
tal vez, un reiterativo recuerdo,
cierta presencia
que por un momento
-o por mucho más-
imprimió sentido
e insiste,
¡insiste,
todo el tiempo!
en eternizarse.
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