En realidad,
no es tan complicado;
sentir el calor
de una presencia,
el calor, aun vivo,
de una ausencia
que puede ser presencia,
que lo es, tal vez siempre lo será
dentro nuestro.
No se trata de ir detrás de grandes cosas,
lugares, metas para justificar...
No hay nada que debamos justificar,
estamos acá,
podemos hacer, pensar, imaginar,
o no hacer,
no pensar,
no imaginar
nada;
simplemente,
vivir ese rato
pequeño, en calma;
gozar los momentos preciosos
de soledad, silencio,
en paz con nuestra cabeza,
en paz con nuestro espíritu.
Sé que es difícil,
hay situaciones graves,
algunas, sin retorno;
pérdidas
a causa de innegables injusticias
que nunca se resuelven,
y que pocas veces
el alma, quebrantada,
logra aliviar,
en parte, tanto dolor,
al ver, siquiera, que los que dañan,
los que lo/la dañaron
pagan, pagarán.
Sé que es difícil
en determinadas situaciones,
poder hallar ese rato, ese hueco,
ese estar con nosotros a solas,
sin reproches, sin exigencias,
sin auto-engaños,
intentar no descartar
siquiera, un mínimo intento
en pos de no perder las ilusiones,
así, estén por disiparse,
así, nos falten las fuerzas, las ganas,
el aliento;
es posible, en medio del más profundo dolor,
hallar ese instante de sosiego,
ver el mundo, solo por un rato,
pintado con colores diferentes;
imaginarse
en otro paisaje,
en otro cuadro,
en otra instancia;
no solo pueden lograrlo
-y no siempre-
los soñadores, los artistas;
sino cualquiera que entienda
que más allá de lo que ya no está,
ya no tiene, le hayan quitado,
su existencia sigue en pie,
sus incentivos, sus planes,
sus deseos,
-los de antes de...-
siguen latentes
y lo aguardan,
listos
para extenderle la mano,
en algún recodo
del camino.
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