martes, julio 30, 2019

En pos de vencer, de vencerse

Aquellos que lo tienen todo
no van a preocuparse,

sería muy raro que se interesaran
en conocer esa sensación única, indecible,
que se experimenta al obtener algo, lo que fuera,
por propio empeño,
-no me refiero solo a lo material, claro-;

el alcanzar un título, un diploma, ansiado,
luego de arduos años de estudio;

el viaje a ese lugar, deseado,
tras un inmenso esfuerzo;

la concreción de lo que siempre se supo hacer,
lo que siempre se anheló, quizás, sin saberlo,

al tiempo que se temió, quizás, el fracaso,
la imposibilidad de éxito.

Para quien lo tiene todo,
todo le es dado,

¡nunca es suficiente!

siempre, ese hueco, indefinible,
que difícilmente llegue a cerrarse,
pues se ignora o se pretende ignorar
el cómo, el con qué, el con quién;

El que lo tiene todo,
por no haber hecho nada o muy poco,
por alcanzar lo que ya ni intenta imaginar

ignora

cómo se vive, qué experiencia tan fuerte
aporta
el atravesar la alta vara
del sacrificio,

en pos de vencer,
de vencerse;

cuando se accede a la meta a través del trabajo,
del aprendizaje,
de la obstinación en ello;

aquel que lo tiene todo

es probable
que en verdad, no lo tenga todo;

tal vez, jamás conozca el valor
de tan agitada revolución interna,

que aflora en el espíritu
de los que han hecho lo posible
y más,

apostaron, se jugaron
por entero

en pos de sus ideales,
de sus proyectos,
de su vocación;

creerán, algunos,
que es más fácil
cuando se trata de lo que a uno le gusta:

todo lo contrario.

Pesa y en mucho la responsabilidad
no solo del hacer
sino del ser

la totalidad, absolutamente,
puesta sobre la mesa,

hacer lo que se ama,
expresar, actuar, según se siente;

significa, además de un gran esfuerzo,

exposición,
entrega.

Es mostrar el corazón, el alma,
al desnudo,

sin dudarlo,
sin temer,

desoír
a quienes
insisten en la renuncia;

Siempre,
con uno mismo;

sin pensar, siquiera,
en olvidar,

nuestros más soñados sueños.

lunes, julio 29, 2019

Des-instalar falacias

Transcurrir
con el tiempo
y no en su contra;

aceptar
que las cosas sean diferentes,
las formas, cierto tipo de lenguaje,

hábitos,
prácticas,
maneras de verlo todo;

pese a que no coincidan
con todo ese bagaje que tenemos instalado,
-atornillado, en algunos casos-,
en nuestra cabeza;

¿por qué no probar
con des-instalar,
con des-atornillar?

hay tantas cuestiones
que arrastramos y arrastramos de ese -tan exaltado- "antes",
o anterior a ese antes,

ideas sin sentido,

falacias,
mentiras, -inocentes o no-,

aprendidas
casi o por obligación,

o por no cuestionarlas,
por temor,
por ignorancia,
por desinterés;

hoy

es nuestro tiempo
también;

nada de seguir diciendo
"en mi época esto no, esto si..."

esta es nuestra época,
¡basta de hablar como ancianos
desahuciados!

(y al decir esto no los discrimino,
sino que en su caso, sí entiendo, entendería
ese tipo de pensamientos);

lo de antes pasó,
no existe la máquina del tiempo,

no desearíamos, -así no lo reconozcamos-,
regresar a ninguna etapa ya superada,

de eso estoy casi segura;

pues, no sería igual,

¡cambiamos!
así, como todo lo demás fue cambiando,

nuestro tiempo es también este tiempo
y el que vendrá;

así, son las cosas,
así se habla, se piensa,
se actúa

¡ahora!

para mal, para bien,
como sea;

el trabajador de hoy
nada tiene que ver con el de ayer;

el empresario de hoy
nada tiene en común con el de antes;

el comerciante de hoy
ni se compara al de otros tiempos,

lo mismo aplica
a todos los oficios, las profesiones,
las artes, etc.

Por cierto, hubo palabras, actos, ¡hazañas!
dignos de recordar
pero no olvidemos que crecimos,
que el camino no se detuvo,
no todavía;

no podemos regresar
a aquella ingenuidad,
a ese, digamos, "romanticismo";

no podemos resignarnos
a ciertas situaciones,
seguir aceptando postulados caducos;

no solo las mujeres,
ninguno es ni será nunca más el mismo;

ciertas cosas que se ocultaban,
por muchos -o no tantos- motivos,

hoy se exponen
abiertamente,

hoy se pelea por las ideas,
se duda, se propone, se investiga,
se enfrenta,
¡se piensa!

¡y está bien que sea así!

¿por qué sino
mencionamos y mencionamos tanto la "libertad de expresión",
la enarbolamos, la defendemos?

es una suerte poder seguir estando,
poder seguir diciendo,

desde este lugar y momento,
desde lo que en estos días ocurre,
se habla, se polemiza,

como sea, con quien sea, en donde sea,

con aquello que nos haya tocado,
con lo que hayamos podido elegir o no,

¡estamos vivos!

y hay, habrá días de fiesta
y hay, habrá días de duelo;

porque no existirían unos
sin los otros.

domingo, julio 28, 2019

Demanda apremiante

Cierto día, encontré en sus ojos
lo que nunca había hallado
en los míos;

su risa logró atravesar mis lágrimas;

me sentí mujer,
atrevida e inocente
al mismo tiempo;

sus manos, sus dedos,
moldearon mis formas;

me convertí en lo que nunca había sido,
en lo que ni siquiera había imaginado;

ese día y muchos más,
fui, al parecer, su tesoro tan preciado,
su proyecto cumplido;

a tal punto

que llegué a sentirme atrapada,
entre sus brazos que ya se me figuraban como garras,
insistentes, obsesivas;

esa apremiante demanda de sexo,
su respiración, agitada,
resoplando en mis oídos;

palabras, repetidas y repetidas,
demasiados besos, miles de caricias,

¡ufff, tanto más de tanto!;

en fin, esa experiencia se tradujo
en una sensación espantosa de pánico:

sentía que mi esencia,
lo que quedaba de ella,
agonizaban.

¡yo quería escribir!
¡yo necesitaba escribir!

pero no sobre esa historia
o sí, pero desde otra perspectiva;

planeaba delinear otros universos;
habitar, de algún modo,
otros sitios,

otros amores;

quería soñar,
insistir en mi propio sueño,

más allá de esas paredes,
más allá de esa cama;

quería volar
volar de allí,
lo antes posible,

aun, sin tener idea de lo que haría,
de cómo ni cuándo sería el recomienzo;

Finalmente,
pude escapar de aquello.

El papel, esperándome.

Me lo pide todo
y lo tiene;

luego, cual aquel amante, insaciable,
insiste, demanda,

¡asfixia!

la hoja en blanco,
las palabras, atropellándose,

corroen y corroen
la sangre, el pensamiento;

"más, más", repiten dentro de mi cabeza;

los dedos se apuran,
la tinta
o las teclas,
no parecen ser suficientes

para saciar
tremenda demanda;

y ese susurro atronador:
"más, más..."
habita en mí todo el tiempo;

cual espíritu siniestro,
insiste, perturba, tienta:
"más, más, ¡mucho más!"

¡esa voz infernal!

la urgencia,
la insatisfacción,
la impotencia,

hoy, ahora, en un rato,
esta misma noche,
mañana,

cada día,

hasta el último.

El reinado del espíritu

No es preciso
ver el pájaro,

el árbol verde,
ni el amarillo
que aún sostiene
algunas de sus hojas otoñales;

no es necesario

que estén aquí,
ni a unos metros;

nuestro espíritu
trasciende distancias,
obstáculos, lejanías,

todo lo ve,
lo sabe, lo comprende;

señor de lo intangible,
rey de los considerados imposibles,

de los sueños impalpables,
de lo inasible,

vaga de aquí hacia allá,

nunca se detiene,

también y mucho más
mientras dormimos,

al mismo tiempo que reales o supuestos problemas
nos acosan,

nos lastiman,
nos enferman,

nos restan vida.

No existe nada
que el espíritu,

que un espíritu sólido,
no pueda enfrentar,

que no esté a su alcance;

no existen límites,
ni distracciones, ni vanidades,
ni competencias leales, desleales,

no necesita excusarse,
ni escudarse,

no teme a nada,
a nadie.

El espíritu,
cuando se torna poderoso,
indomable,

alcanza niveles
insospechados;

donde las dudas, las incertidumbres
pierden importancia, se disipan,

todo parece alinearse
en pos de nuestros anhelos;

así, nuestro ser empuja, enciende, eleva hacia lo alto
nuestros más fervorosos deseos,

muy alejados, por cierto, de lo que suponemos;

se relativizan las mezquindades
de esta efímera vida terrenal,

resulta, entonces,

que se reubica la mirada
en pos de un nuevo -o desconocido,
hasta el momento-
universo;

en el que todo es uno,
todos somos lo mismo,

se extinguen las rivalidades,
pierde sentido todo acto de violencia;

pues las almas,
en una conjunción perfecta,

son, viven, libres

lejos, muy lejos

de las"humanas"

miserias.

sábado, julio 27, 2019

Un cielo que jamás será como ningún otro

Aun, si paralizan
el miedo, la incertidumbre;

aun, si se cree que nada,
en absoluto,
va a resolverse,

ni ahora, ni nunca;

y uno se aferre a esa postura
como a una certeza irrefutable;

aun,

por instinto de supervivencia,
por ganas, por eso de no dejarse vencer,

por orgullo, por ego,
si se prefiere,

se sale,
se surge;

afuera

espera el sol
de un día distinto al de ayer,

un cielo que jamás
será como ninguno que hayamos visto,

árboles
quizás, con ramas más desnudas,

pero muy diferentes

a los de aquel invierno,
a los del invierno anterior a aquel,

al que vendrá;

la maravilla de la vida
no claudica;

ni lo más triste, ni lo más cruel,
ni el dolor más profundo

se experimenta del mismo modo
hoy que ayer;

no se vive este ahora
como dentro de un rato;

porque hay algo en nosotros
que redime,
que impulsa,

a pesar de...

que nos hace preguntarnos
¿por qué no?

en lugar de desechar,
de desistir,
de dar por imposible.

Siempre es posible,
todo lo es

mientras nuestros ojos
se abran a una nueva mañana,
sea resplandeciente,
sea gris, neblinosa,

mientras nuestra cabeza
no pueda detener tantas ideas,

mientras los sueños,
así, nos empeñemos en refutarlos,

insistan,
¡nos imploren!

nos recuerden
el motivo,

nos devuelvan
el propósito;

nos reconcilien
con ese ocasional,
-o no tanto-,

pensamiento recurrente
que arroja a la renuncia,

a no volver a intentarlo,
a abandonar, de una vez por todas
ese reiterativo comienzo desde cero.

Si le hiciéramos caso,

solo nos restaría entregar las armas,
abandonar el combate,

sentarnos a esperar
el final;

desalojada, toda perspectiva,

con esa mirada hueca

que dejaría de ver.









viernes, julio 26, 2019

Solo con esperarlo

No sabía cuánto tiempo
había pasado

desde que le dijo
que aguardara allí,
muy cerca
y muy lejos,

ahí mismo,
quieta,
en el jardín,

siempre
detrás de la puerta.

Ella nunca se había guiado
por relojes ni calendarios,

vivía en una especie de continuidad temporal,
sin advertirlo, siquiera;

poseía, en sí misma,
esa alegría de vivir
que pocos entienden

porque muchos consideran
que se necesitan grandes cosas,
amores, objetos materiales, conocimiento.

Ella era feliz
solo con esperarlo;

¡él se lo había prometido,
el momento tan ansiado
llegaría!

-¡Falta menos!,
pensaba, día tras día
la joven,

de modo que el tiempo
transcurriera más rápido;

la sostenía
ese sueño,
su único equipaje,
su móvil,

su mayor deseo,

¿su objetivo?
quizás;

ella
nunca se había propuesto metas,

no aspiraba a nada a corto plazo,
aunque ya se había hecho
un poco larga la espera, pero...

Ellos, los otros,
salían, entraban,
¿es que no la habían visto nunca?

¿se había vuelto, acaso, invisible?

él,
apenas un guiño,
-cuando no la evitaba-

y las mismas dos palabras: -seguí esperando;

o tal vez, dos más:
-falta poco.

Ella creía conocer a esos niños,
sabía de sus movimientos, de sus actividades,
eso la entretenía:

los caprichos de la más chica,
la bondad, la dulzura del más grande.

Y su madre
los acompañaba, los retaba,
les alcanzaba lo que se olvidaban,

¡hablaban sobre tantas cuestiones!

ella solo podía oírlos
cuando conversaban
por ese sitio,
en la entrada,

cerca de donde estaba apostada
desde hacía..¿?

como suele ocurrir,
llegado el momento,
todo se volvió invierno.

De pronto, la nieve comenzó a caer
sobre su cabeza,
enseguida, se deslizaba por su vestimenta,
liviana, inapropiada;

él salió.

No ese día,
sino el siguiente.

Ella se veía lívida,
cubierta con una capa de hielo,

de tan rígida, seguía de pie,
en el mismo sitio.

Él no entendía,
como nunca entendió,
-ni lo intentó, siquiera-,

eso que pasaba o no pasaba
o pasaría
con respecto a ella;

¡Justo estaba a punto de alcanzarle un plato de sopa
un abrigo!

la sacudió, con fuerza:

-¡vamos, vamos,
no es para tanto!,
te traje estas cosas,
si querés, te presto la bufanda...

entretanto, pasaron ellos.
Lo saludaron con la mano.
Ninguno vio nada.

Subieron al automóvil
y partieron,
como si se tratara de un día cualquiera.

Ella no reaccionó.

-Queda claro que la inútil espera
había acabado-.

En fin,
resultó que el tipo en cuestión llamó a una ambulancia,
¿cómo le explicaría o qué le explicaría?

Llegó un médico y se enojó muchísimo:
-¿usted me está tomando el pelo?
aquí no hay nadie...¡nadie!

Ese hombre, esperado, durante meses, en vano,
no podía creerlo.

En ese sitio, el mismo en el que ella
había estado, todo ese tiempo,
no existía el menor indicio,

ni huellas, ni perfume,
nada que indicara la extenuante presencia-ausencia
de tan paciente mujer.

Pidió disculpas al facultativo,
quien se retiró maldiciéndolo.

Entró en la casa,
encendió la computadora
y buscó su página.

Allí estaba ella,
riendo pero inmóvil,
-así se ve la gente en las fotografías, claro-;

con esos pómulos, siempre encendidos,
con esa mirada pícara
que a él tanto le gustaba,
¡y esos labios!

él sonrió.

Cerró la página,
o la que era su página
y comenzó a buscar:

enseguida, halló otro nombre,
otra fisonomía, otra sonrisa,
otras expresiones, otra mirada:

-¡hola, ¿te acordás de mí?

fue así que dio inicio

a una nueva historia.






El vivir, contagioso, de la naturaleza

Nadie escuchará tu aullido,

a nadie importa
si dolió
aquello;

si esas palabras quedaron en tu mente,
doblegaron tu espíritu.

No.
A nadie.

Ni esa vez, ni ahora,
ni más tarde, ni otro día;

ninguno notó ni va a notar
el lazo estrangulando tu garganta,

el grito que no se oye
atrapado detrás de los ojos;

ese dolor, el de siempre
que sonreís por la calle;

solo los árboles, sus hojas,
sus frutos,
con su vivir, contagioso,

pueden absorber, sin proponérselo,
una antigua, persistente, abstinencia;

contener en su regazo
tanta amargura
proveniente de tiempos pretéritos,

disimulada delante de todos,
también de vos.

Desconocedora, por completo,
de su gran incidencia
en el retorno de esa auténtica sonrisa,

-limpia,
despojada, al fin,
de aquel agobiante penar-,

la labor incesante,
desinteresada,
de la naturaleza,

no se detendrá.









jueves, julio 25, 2019

Pero la vida, según dicen, sigue

Lástima

haber borrado
casi todo rastro

del pizarrón
de aquellos recuerdos;

recuerdos que potenciaban
alguno que otro día,

que daban sentido
a todos esos años,
algunos, felices,
otros, no tanto;

añoranzas
que incentivaban a creer,
a confiar,
a apostar por

¡lástima
que lo hayas hecho
tan mal!

¿fue miedo,
fue alevosía?

una pena inmensa
que te transformaras en lo que te transformaste;

que me dispararas, sin piedad
con balas potentes,
certeras,

atravesaban la pantalla
hiriéndome
en lo más profundo;

lástima

que no supieras
cuidar

ese tesoro
que ambos guardábamos,

que era nuestro secreto,
el mejor de todos.

Pero la vida, según dicen, sigue:
hay que pelearla, hay que ponerle todo,

así, hayamos tenido
que dar sepultura

a todos esos sueños,
a tantas certezas,

una imagen,
una voz,
una manera de ser, particular,

¡un vínculo
que parecía haberse eternizado,
aniquilado en vida,

transformado en eso, horroroso,
imposible de explicar!;

es una pena, en verdad,

¡hay tan pocas cosas
que merecen ser recordadas!

en fin,

es preciso
rearmarse, reorganizar
lo que queda,
-si es que queda algo-

y si no...

reinventar,

reescribir un nuevo pasado
todo flores, todo luces,
todo ternura,
¡a plena pasión!,

excedido en palabras, gestos
que devuelvan las ganas,

¡recrear el sitio
en donde pudimos haber ocultado
un invalorable arcón!

para luego,
poder seguir

con este presente,
como sea, como se pueda,

quizás, cambiarlo,
de algún modo,

intentar
mejorarlo,
imprimirle nuevas tonalidades,

quitarle ciertos grises,

¡enfrentar esos miedos,
esa ya crónica melancolía!

es tiempo

de reincidir
en todo,

de redescubrirse,

dejar de verse
cual víctima
de algún posible victimario;

es tiempo,
¡claro que lo es!

de reconocer,
de estar alertas,

para no convertirnos

en nuestros propios verdugos.

Sepan que estoy de su lado

Hay sueños no resueltos
que resultaron pesadillas.

Hay conversaciones
que me distraen de aquello
para lo que vine,

si es que aterricé
por acá
para, por algo,

alguien.

Hay voces, demasiadas,

no de las que dicen,
ni invitan, ni proponen,
ni elevan;

voces que aturden,
confunden,
atormentan;

en pos de que se ignore la más importante:
la propia.

En cuanto a mí concierne,
corro a refugiarme
entre los espacios en blanco;

siempre hay alguno
esperándome,

siempre hay letras, palabras
que ya se han dicho,

siempre, nuevas maneras
de nombrar,
nuevas aventuras, relatos
que contar;

nuevas propuestas,
otras, distintas
visiones,

en este, mi refugio.

Quien pase, se detenga un rato,
es posible que halle algo,
lo que fuera,

que se halle;

tengo el alma
la imaginación, la pasión,
las ganas, todas las ganas

a su disposición.

No duden
en darse una vuelta.

Siempre, cada día,
puedo decirles algo
que quizás, ya sepan,

tal vez, no lo hayan concientizado;

aquello que necesitaban
que alguien tradujera

para así, entender.

Soy yo.

-Aquí, mucho más que en cualquier lugar-.

Para lo que necesiten,
para recibirlos con mi abrazo pleno,

los que todavía creen,
los que aún -y pese a todo-
no renuncian,

los que luchan
por decir, por hacer,
por ser,

los que no claudican,
los que no se venden al mejor postor,

los que insisten e insisten,
a pesar de no conseguirlo,

sepan
que estoy de su lado,

con mi esencia
escrita,

con mi voz que es susurro,
aunque también, grito;

aunados en esa tácita comunión
entre los que se obstinan

en no dejarse abatir

en no dejarse vencer.







miércoles, julio 24, 2019

Insustituible

No tenía nada que ofrecerle,
-le dijo-.

Ella
no entendió,
no en ese momento;

ella
solo quería amor, su amor,

quería más de esos instantes fabulosos,
de esos besos, incomparables,
de esos detalles que hacían vibrar

a sus ojos, a su alma,
a su piel,

de ese modo único,
indefinible;

sensaciones, emociones
que nunca antes
había, ni siquiera, soñado;

ella se sentía especial
aferrada a su espalda,
entre sus brazos,
al deslizarse por todo su cuerpo;

él la hacía creerse
no solo bella,
sino la mejor de todas,

insustituible.

Le repetía, siempre,
que no podía creer
en que ella hubiera, siquiera,
reparado en él;

sin embargo...

ese día
él decidió que no podía,
o no quería,
o se había aburrido,
o estaba interesado en otra.

En uno u otro caso,
le dijo que no podía ofrecerle nada,
-y tenía razón-.

Ella se vistió,
con rapidez
y lágrimas,

buscó y buscó, ávida,
sus ojos,
aquella mirada,

pero no pudo hallarla;

no hubo beso de despedida,
no hubo nada,

nada, ¡nada!

¡ni siquiera una explicación,
una disculpa,
alguna maldita palabra!

ella tampoco habló,

no podía respirar,
la tristeza apretaba su garganta.

Y salió a la calle,
por donde siempre
salía

-pero junto a él-.

Llegó al umbral de entrada:
él no la había seguido,

no como antes,
no como siempre;

la puerta quedó entreabierta,

ni ella, ni él
la habían cerrado;

como si ambos, -o quizás, solo ella-,
hubieran planeado que ese desesperado silencio

fuera mucho más silencioso,

mucho más desesperado.


Huir de la caja

No más de lo mismo.

Ser parte de una parte,
ser consuelo,
ser instante,

ser cubre-huecos;

ya no más.

Creyó conformarse,
-y esa sí es una palabra espantosa-;

consciente y todo,
soportó ese desmoralizante estado,
durante muchísimo tiempo,
¡demasiado!

hoy
no.

Esperar

¡siempre esperar!

a que regrese
de sus tareas, distracciones,
junto a esos seres,

con los que cohabita,
desayuna, cena,

al mismo tiempo, se recuerdan, uno al otro,
actividades,
horarios,
etcéteras;

cumplen, al parecer
bastante bien,
sus respectivos roles;

cada día,
exactamente igual
al anterior, al siguiente.

En ocasiones, discutirán,
tal vez, ni siquiera;

en tanto,
alguien

que fue persona,
que tuvo sueños,

-así, él no lo hubiera percibido,
en absoluto-,

está ahí,

oculta,
dentro de una caja
impecable,

cual muñeca
que solo se toma
para jugar,

apenas, un rato,
para luego, volver a guardarla
y regresar a los juguetes de siempre,

los que ya no requieren
tantas contemplaciones,

los usados,
los cotidianos.

Ella padeció, en verdad,
una situación muy similar,

¡se le hizo eterna!

en principio, no reaccionaba,
de tan invisibilizada,
casi, diría, auto-extinta;

tuvo que alejarse,
tuvo que esforzarse,
¡ufff, muchísimo!

por volver a ser ella,
por volver a ser quien era;

para recordar, recordarse

que no fue, no es etérea, intocable,
disponible al ciento por ciento,

aquel objeto que entretiene por un momento,
el que su "dueño" disponga;

siempre impecable,
siempre lista,

aunque
lejos, muy lejos
de una vida real, compartida,

cercana,
cómplice.

No quiso ser
alivio,
de ningún modo,
de errores ajenos,

menos, pagar por ellos;

-apenas,
pudo, puede con los propios-;

quiso retomar la ilusión de ser alguien junto a alguien,
coexistir en esas experiencias cotidianas,

despertar al amor

no al tedio, no al agobio,

al amor
que nada tiene que ver
con soportar, con sofocar deseos,
postergarse;

en el caso de su ex-amo,
sigue eligiendo no ver,

reemplaza la sensación de asfixia
con sus impostergables fantasías,
las envuelve en tules
incitantes,

fantasías en secreto,
nada previsibles,

siempre renovables,

todo por no reconocer

ese deseo, ese ímpetu,
absoluta, aparentemente
controlado:

despegar de su mediocre, cómoda estadía,
¡huir de ese sitio!

¡urge hacerlo,
los años pasan
muy velozmente!

¿necesita un objetivo
más concreto?

¿qué tal la posibilidad de alcanzar,
¡por fin!

lo que dan en llamar

"felicidad"?

martes, julio 23, 2019

De cuando cantábamos por alguna razón, por ninguna

Gozo
ante esos decires silenciosos
de ciertas mañanas.

Cuando todos o casi todos
parecen no estar;

cuando cesan los incesantes bocinazos,
los gritos,
los tantísimos ruidos

tantas veces, innecesarios.

Es en estas mañanas
en que da la impresión
de que un ser alado
hubiera desplegado,

un volátil
manto de paz;

¡oh, extraña, extrañada
paz!

caminar por donde sea
sin reparos,

sin cuidarse,
sin recordar que el peligro
puede estar cerca, muy cerca.

En las mañanas,
cuando apenas sale el sol,
-si le toca hacerlo ese día-,

o si las nubes
arropan el cielo por completo,

me siento, se siente uno
aún más vivo;

se aquieta la mente,
se despabila el espíritu.

Puedo pensar,
puedo alinear ideas,

la imaginación
renace,

como si se mantuviera intacta,
como si nunca hubiera intervenido

en estos, tantos,
procesos.

Las mañanas grises,
como la de hoy,

disimulan, -así, uno no lo olvide-
los tantos resentimientos,
las peleas, las rivalidades,

¡el miedo a perder!

¿la vida, la dignidad, la honradez?

no.

El miedo a perder
lo que hoy o desde hace tiempo
se considera lo más valioso

además del dinero:
el poder, el control sobre los demás,

sentirse el amo por un tiempo,
por un periodo, por un rato;

¿quién le dijo al hombre,
quién, quiénes, cuántos
le hicieron creer, a uno, al otro
que de ese modo
se es grande,
se es más fuerte,

que el poder sobre los demás,
que el uso desmedido de ese poder
justifica cualquier decisión,

le otorga impunidad
para toda clase de injusticias,
engaños,

abusos de cualquier índole, adiestramiento,
esclavización de personas
en pos de su propio beneficio?

ese poder, ese supuesto poder
no lo eleva, no lo enaltece,
así se considere el líder,
el que todo lo puede.

Ese poder, supuesto poder,
no hace más que dejarlo solo,

enfermarlo,
hasta aniquilarlo
por completo;

solo un alma pura,
plena de amor, de luz,

un alma
dispuesta a entregarse, de lleno,

sin pensar,
sin medir ni calcular,
sin esa búsqueda enfermiza
de dominio;

solo alguien
dispuesto a amar,
con todo lo que esa palabra abarca;

a aceptar al otro,
a verlo, siempre, en cualquier circunstancia,
como a su igual,

es realmente libre.

¡Y puede, en verdad puede
respirar!

en fin, resulta que estas mañanas
me recuerdan a ese tiempo,

en que no había nada que demostrar,
ni mostrar, ni simular;

mañanas de desayunos compartidos,
de risas, de abrazos, de buenos deseos,

mañanas de ganas,
¡de renovado ímpetu!

mañanas
de salir a nuestras labores

cantando,
por alguna razón,
por ninguna;

cantando,
siquiera, por dentro,

cuando el espíritu
prevalecía,

sobre todo, todo
lo que no aporta nada,

lo que corroe,
poco a poco

el existir.




lunes, julio 22, 2019

Dobleces

La misma persona.

Para unos,
la mejor que conocieron;

para otros,
la peor con la que pudieron encontrarse:

mala suerte,
daño, castigo,
tortura

haberse topado
con ese ser.

¡Increíble!

la posibilidad
de que aniden
dos, más personas,
personalidades

en un ser ¿humano?

que alguien sea capaz
de embellecer, engrandecer,
sumar

en la vida de unos,

al mismo tiempo
que perjudica, lastima,
ensucia, denigra

de la manera
menos pensada,

la existencia
de cualquier otro, otra,
de varios, inclusive;

¿será condición natural,
inexorable?

¿será esa naturaleza depredadora
de la que tanto hablan
sobre la que tanto se lee?

¿es posible que anide
detrás de una aparente bella, franca sonrisa,
de la exhibición de grandes gestos, actos,

uno de los especímenes más despiadados
entre los mortales?

asusta pensar
en ello.

¡ Cuántas veces
una imagen engaña,
alguna que otra palabra,

una voz, al parecer,
amiga,
acariciante,

que anima,
conforta,
reconcilia
con esos arduos debates interiores!

¿como entender, aceptar
que al mismo tiempo

esa misma voz,
quizás, con un timbre, un tono diferente,
es la que aplasta, insiste en aniquilar
los sueños, las ilusiones,
la voluntad,

arrojando a otras tantas almas
a la más profunda desazón,

incluso,
a la idea de renunciar a todo?

esto no significa
que se ande por acá o por allá
desconfiando,

atemorizados
de todo, de todos
los que se nos crucen;

claro que en el camino,
en el largo o menos largo camino
que nos toca, que elegimos
transcurrir

pueden presentarse
estos ¿cómo llamarlos?
¿ambiguos?

seres confundidos,
con dos personalidades,

con muy bien ocultos dobleces,
oscuridades insondables,
perfectamente disimuladas,

salvo con quienes
escogen como a sus
¿víctimas?

Y viven o algo así,
años, muchos años,

con sus caretas tan bien colocadas,
adheridas, con firmeza

siendo adorados
u odiados, temidos,

alternativamente,

según sea el lado,
la faz, el rol

que adopten.



El milagro, al alcance de todos

En tanto,
nos quejamos,

en tanto,
pedimos esto, aquello,
exigimos esto, aquello;

en tanto,

nuestra cabeza,
¡el alma!

solo se enfocan
en nuestras supuestas necesidades;

el mundo

dispara
millones de problemas,

millones de seres
que, realmente,
están en problemas.

Problema
no es no poder adquirir lo que deseamos,

a veces,
por mero aburrimiento,

por restarle segundos
a nuestro no saber qué hacer,
inmersos en nuestras perturbadas
existencias;

¡pero los milagros
sí existen!

y no hace falta,
no se requiere de la presencia
de ningún dios, gurú, el que sea

que hable, prometa, intente
introducir sus ideas,

no, nada de eso;

No es preciso
que en el cielo se divisen luces especiales,
jamás vistas,

no depende de que se produzcan eclipses
ni de sol, ni de luna;

el milagro

es esto.

Poder contarles,
por ejemplo,
sobre este milagro:

No es un milagro
quizás, -dirán varios-,
digno de mencionarse,
siquiera;

pues, para mí,

-en un momento
no muy fácil
dentro mío-,

lo fue,
lo es.

Alguien, un contacto,
un conocido que no conozco,
-apenas, algunas palabras,
escritos compartidos-;

en realidad,
eso no importa,

importan
las personas,
todas,
sean quienes sean,
vengan de donde vengan,

(¡si ni siquiera
nos conocemos bien a nosotros mismos!).

Pues, prosigo:
un amigo de los que llaman "virtuales",
acudió a mí con un pedido,

simple,
algo que puedo hacer,
que no me cuesta demasiado,

y ¿por qué no?

me sentí bien,
volví a sentirme bien,

¡sentirse útil,
experimentar esa vivencia
el poder hacer algo por alguien,
lo que fuera, a quien fuera,

ese es el verdadero milagro!

mis facciones
cambiaron;

¡mi ánimo, mi día
cambiaron!

Hoy, en este momento,
en estos instantes,

mi vida recuperó ese destello
que creyó consumido;

este amigo, cualquier amigo
que me pida algo que pueda hacer por él,
o por alguien que conoce,

no tiene nada, en absoluto
que agradecerme,

yo soy quien le agradezco
el haber confiado en mí,
el haberme hecho sentir que puedo cumplir
con ese pedido,

Lo que sea que hagamos,
lo que trabajemos, pensemos,
acompañemos,
ayudemos,
en una u otra forma

por el otro,

se convertirá, les aseguro,
en una, en muchas sonrisas
no solo en su expresión,

sino en su sentimiento;

una prueba más,
al menos, así lo viví,
lo vivo,

de que no estamos solos,
ninguno,

de que todos somos parte de todos,
de que todos podemos integrarnos a los demás;

imagino, inclusive, que la cura de todos, de muchos males
vendría de ese reconocimiento,
de ese reencuentro, de esa aceptación.

Así,
hoy, mañana,
quizás, por un tiempo

cueste -y mucho-
darse cuenta,

tomar la decisión

y accionar.

viernes, julio 19, 2019

No es solo pan

Tengo una sonrisa,
-no es mucho, ya sé-,

tengo una sonrisa
que podría convertirse
en un gesto

que alguien, muchos
nunca, pocas veces,
recibieron.

¿Por qué ocultarla?
¿por qué retacearla?

¡tengo muchas sonrisas
para aquellos a quienes
casi ninguno mira!

o se los observa de reojo,
a veces, es rechazo,
otras, temor,

o todo junto;

¿temor a que los otros,
sus hoy, aparentemente, "iguales"
les nieguen, un día, (nunca se sabe),
su atención?

se teme a la miseria,

se teme a la carencia,

se trate de objetos,
se trate de dinero,
se trate de poder,

se trate de amigos,
familiares,

o personas que estén cerca,
más, menos cerca;

¡que un día se olviden
de ellos!

que no los vean, que pasen de largo,

¡que el perderlo todo
les haga perderlos, también!

¿qué significa "perderlo todo"?

¿Acaso tienen "todo"
quienes discriminan,
juzgan, rechazan?

avaros, también de afectos,
de palabras, de miradas,

de dar una mano,
las que sea

a quienes lo necesitan,
a quienes, tal vez,

jamás tuvieron
una mínima posibilidad,

así, se hayan esforzado,
así, lo hayan intentado;

¿por qué a otros, a tantos
y no a ellos?

me gusta pasar y dejarles una sonrisa
o más,
-no son solo monedas o billetes-,

no es solo pan,

hay niños que nunca pero nunca
recibieron ni reciben
golosinas.

¿Cuesta tanto ofrecerles un puñado?

créanme:
sus caritas
les animarán el día, la semana.

No soy partidaria de desear, enviar bendiciones
pero no sé por qué razón,
de pronto, se las ofrezco;

es probable
que de ese modo
ellos sientan cierto alivio
al creer, por un momento,

en que algún dios,
-como se lo llame,
o quien sea-

los tiene en cuenta.


Renglones que son fuego

No es que halle placer
en el padecimiento,

no se trata de soledad,

mucho menos,
de miedo;

no es aferrarse,
no, ya no lo es.

Es el motivo de inspiración,
el faro que lo guía;

toda una paleta repleta de colores
a mi disposición;

basta la pantalla,
el teclado,

mi imaginación

y aquí está:

hablar, escribir sobre ese amor,

sobre lo que rescato, invento
acerca de ese, otro, amor;

reactivarlo,
desactivarlo,

partir de tan debilitado recuerdo
para contar y contar
nuevas historias;

sobre los mismos,
reciclados,
sueños;

alegrar la mirada propia,
impregnarla de luz,
de vida,

al diseñar, por ejemplo,
un fuerte, feroz recuerdo
de una mirada única
difícil de olvidar.

Es complicado

hallarlo en otra parte,
por más que mire, que busque,
que intente acercarme,

indagar en nuevas opciones,
motivos de interés,

sumergirme en una nueva  fuente
de fluir incesante,

que me aliente,
me cobije,
movilice,

de tal modo;

no, no es fácil
o no me detiene, no me hace vibrar.

Y siempre estás acá,
a tu pesar, creo;

así, estés muy lejos,
¡muy, muy lejos!

mi decir te convierte
en significantes,
en significados.

Mi voz, el recuerdo vivo,
el testimonio escrito
de lo que desees recordar,

de lo que yo desee inventar.

Para vos, registros instalados de los que supongo,
nunca podrás deshacerte
del todo.

Para mí,

motivo, aliciente,
impulso, ganas,

renovación, continua, de sentires
dejados de lado

apenas, un resabio
o ni eso,

ni eso.

Un todo, una nada
en meros signos,

integrantes de un bagaje letrado,
inextinguible.

Si mi mente, mi alma
lo reclaman,

acá estás,
siempre estás,

así,
no lo sepas,

lejos pero tan cerca,

en principio, dentro mío,
mutado en material
imprescindible,

para enseguida, ser líneas,
muchas, muchísimas líneas,

ordenadas, desordenadas,
sobre ávidos espacios
vacíos;

renglones que son fuego
de una pasión que hace rato
es cenizas;

renglones que son juglares
que cantan besos, abrazos,
¡tantas cuestiones!

experiencias tomadas de un pasado
que es un hoy tan diferente;

si te enojás,
lo siento;

no puedo, no voy a despojarme,

-al menos, por el momento-

de esta irresistible,
eterna

musa.



jueves, julio 18, 2019

Hay días en que vuelve

Vuelve,

hay días en que vuelve

¡maldita, horrible,
sensación
de abandono!

¡terroríficos regresos
que son pasado, que son recuerdos,
que ya no son, no más

y sin embargo...!

hay días
en que se vuelve

a lo que se creyó,
a lo que según la mente
nos aseguró

estaba superado.

Pensar que estábamos convencidos
de haber escapado del pozo más oscuro,
más y más profundo,
año tras año,

durante tantísimo tiempo.

Pero no.

En ocasiones, nos acercamos
demasiado
a ese abismo, fatídico,

explota, de pronto, una avalancha
de alarmantes ideas:

el haber vuelto a caer,
la certeza de que será inexorable,
de que nunca regresaremos.

¡De que jamás
podremos escapar
a tan tenebrosas profundidades!

sin embargo,
aquí estamos;

la mente engaña,
así, como nos asegura el olvido,
el haber superado cualquier trance,

todas las penas,
todo lo que tanto nos pesaba
en el cuerpo, en el alma,

por otra parte,

un día,
por el motivo que sea,

o sin motivos,

nos arroja, de nuevo
a todo aquello,

nos convence
de que nada hicimos,
nada cambió,

por el contrario.

Ahí, frente a nosotros,
el enemigo,
-quien alguna vez,
fue todo lo contrario-

nos enfrenta,

¡y sus armas son más poderosas
que las nuestras!

es en ese momento
en que por alguna razón
alguien, algo, el universo

nos pone a prueba.

¿Y si esta vez
no lo conseguimos?

¿Si retorna la pesadumbre,
el llanto interminablemente interminable,
la opresión, insostenible, en medio del pecho,

la aniquilación de toda esperanza,
la extinción del ánimo, de las fuerzas,

la más absoluta imposibilidad
de recuperación?

todo está en nuestra cabeza.

no habrá nadie
que nos pueda liberar

de estos -planeados o no-,
"reencuentros"
con las más tristes vivencias.

No habrá nada,

salvo nuestra fe,
nuestra auto-confianza,

empeñarse, de lleno,
en el retorno

a los momentos
en que pudimos,
en que lo conseguimos,

en que confiamos, de verdad,
en que nada nos debilitaría,

nada, nadie, ningún recuerdo.

Tal vez,
deberíamos
reconsiderar
esas ideas

que solo -y antes que nadie-,
nosotros

insistimos en ubicar, re-ubicar
en nuestro, a veces, falaz

imaginario.

El cuarto en que se encendía toda la maravilla

No me olvidé
de esa noche de luna,

tu ventana,
tan cerca del cielo,

las estrellas, cómplices;

un secreto entre dos,

tanto, muchísimo, adentro de ese cuarto,
¡en que se encendía toda la maravilla!

no me olvidé.

Claro que habrá ciertos detalles
que no recuerdo,

¡es tanto el tiempo que pasó!

mas no olvido ni olvidaré
que fue de lo más excitante,

de lo más tierno, amoroso, también
y ¿por qué no? reconfortante;

no olvidé
que fui la primera,

-de algún modo o de varios
también lo fuiste-;

no, no creas que olvidaré
aquello;

así,

hoy pueda transcurrir, discernir,
seguir, no renunciar,
no pensar en hacerlo;

así,

hoy pueda vivir,

renovar el gozo,
la ilusión,
la idea de la posibilidad

puestas en otra parte,

en otro cuarto,
con la mirada límpida
en pos de renovados cielos,

estrellas inéditas,
más, menos cercanas,

fantasías, proyecciones,
sentimientos,

pasión,

que siempre partirán
desde mí,

por, para mí.

miércoles, julio 17, 2019

Amor fabulado

Yo
que tuve que olvidarte,
que me empeñé en ello,

que hipotequé mi alegría,
en pos de mis propios deseos,

de mis fantasías,
que trasladé a la realidad;

yo creí, en verdad

que resultaría.

Quise creerlo,
alguna vez resultó
y otra vez, también,

¿por qué no, una tercera?

ya sé que no prometiste nada,
ya sé que no dejaste pasar  ninguna oportunidad
para apedrearme
con tu poco convincente
no enamoramiento;

sí el de antes,
sí el de tus sueños,
sí aquel que decías, sostenía tu vida,
-elegida, no elegida-;

pero no más:

solo un escape, pobre,
¡tan, tan pobre!

el único que pudimos,
tuvimos,

dada la distancia,
dadas las personas,
dadas las circunstancias,

dadas tus inútiles precauciones.

(en mi caso, sí había vuelto a enamorarme);

¡no importa si lo supiste, lo sabés,
no importa si otros, quienes sean,
lo supieron, lo saben!

mis sentimientos no fueron una broma,
ni un pasatiempo para sobrellevar el tedio,

no fueron un mero recuerdo acarreado por la fuerza;

no fueron desahogo,
tampoco, huida de la angustiosa cotideaneidad;

aunque, tal vez,
me engañé,
-todavía no lo tengo muy en claro-;

sé que sufrí como loca,
necesitaba repetir tu nombre,
aquí, por la calle, a quien sea,
adonde sea;

sé que a algunos les molestaba,

-aun así-...

Cierto día,
como era previsible,

ni ese escaso decir,
ni esas más que insuficientes palabras
que poco a poco, iban diluyéndose,

hasta formar parte de tanto residuo
virtual.

Apenas, quedaron las mías,
contenidas en un inconmensurable bagaje verbal,
altamente inspirado
en ese vínculo quimérico.

Hoy

soy piedra.

Mi alma,
envuelta en lúgubre gris,
se enclaustró,

negada, absolutamente,

a tu memoria.

martes, julio 16, 2019

El tentador reino de la añoranza y la imposibilidad

El sol me visita
apenas, un rato:

hace que todo cambie
en mi cabeza,

en mis -tan a menudo-
tortuosísimos pensamientos;

esa visión negativa, ¡ufff!
que tantas veces se me adhiere;

cuesta arrancarla,
explicar a la mente las ventajas
de su urgente extracción.

El sol,

sol de invierno
con débiles pero reanimantes rayos,

es una excelente excusa;

también, los árboles
que pese al frío, las heladas,
los vientos, las lluvias

resisten
firmes,

algunos, aún sostienen su copa verde,
sus ramas, repletas de hojas tipo verano;

otros, de tantos atrayentes tonos,
no sueltan, todavía,
esos ropajes con que el extinguido otoño
los embelleció;

todo, la vista espectacular
de esta hermosa ciudad,
barrio, como prefieran;

todo
incita a la extinción, definitiva,
de las inservibles, insalubres,
ideas nefastas;

claro que es más fácil,
seguir a la manada,

repetir el viejo cántico,
los antiguos, tediosos
rituales,

que reenvían a tiempos que algunos creen
gloriosos,
¡felices!

tal vez, hubo de esos momentos,
pero no son más que tiempos sepultados,
no podemos trasladarnos hacia aquello,

no es posible y si lo fuera,
nunca sería igual;

¿Por qué no ver aquellas luchas cotidianas,
en todos los ámbitos, en todas las circunstancias?

¿por qué no ver las tantas carencias,
el silencio, obligado, de los que querían decir,
a los que les urgía la palabra?

Sucede que nadie o muy pocos
entienden que el hoy es lo mejor,
¡este instante es, sin dudas, el mejor!

pues, es tangible,
es el que ahora nos llena,
nos provoca nuevas, renovadas maneras
de ver, de vernos,
de pensar, de imaginar,

¡de soñar!

de recobrar las fuerzas;

Nada de lo vivido antes
supera a las vivencias del presente,

tampoco, el presente
supera, quizás, determinadas instancias
de un pasado más o menos próximo;

Pero lo que ya pasó,
-salvo en los recuerdos, siempre subjetivos-,

justamente, pasó.

Y ese hecho hace que
se lo sobre-valore;

lo perdido resulta, en ocasiones,
lo más añorado,

siempre se idealizan, se potencian
los sentimientos, las emociones,
cuando se trata de lugares, actividades,
hábitos,
que integraron nuestra cotideaneidad

antes.

También, con respecto a aquellos seres
a quienes no hemos vuelto a ver
o no volveremos a ver jamás.

Vivimos, damos un paso, algunos más
hacia adelante
para enseguida, correr a hospedarnos,
en el reino de la imposibilidad

y todo los o lo que no tenemos,
los o lo  que consideramos inaccesible,

nos parece lo mejor;

esto nos produce angustia, claro,

provoca una necesidad indispensable,
casi vital
que va mucho más allá de la simple nostalgia.

Por eso y más,
elijo detenerme aquí.

En este poema,
en esta vista, imperdible,
en este pensar,
en este café.

No habrá poemas,
ni vistas imperdibles iguales,
ni pensares,
ni cafés

como los que están a mi alcance,
con los que estoy a su alcance

en este preciso recorte temporal.




lunes, julio 15, 2019

Ninguno, nada va a callarnos

Cuando miro hacia afuera
pienso,
viajo,
veo

más allá

del simple balcón,
atendido por sus dueños;

veo el horizonte, detrás,
veo un bosque en el árbol

entre tanta rutina,
tanto andar repetitivo;

tantas palabras
que no dicen,
que no quieren decir,

¡que no intentan decir!

cuando miro hacia adentro,
también veo algo más

que ese pesar añejo,
pegajoso, insalubre,

que cuesta arrancar de raíz
sin que sangre,

me desangre;

veo mucho más
que alguien que cree
que no puede más;

veo mi alma, su alma,
otras almas,

veo, escucho
una voz, voces que gritan,
que me gritan,

voces que claman:

nadie, nada va a callarte,
nadie, nada va a callarnos,

la mente, el alma, insisten,
-creo que algo de esto entienden-;

nadie, nada va a callarnos,

me digo, les digo,
como si lo recitara
frente a una multitud,

frente al mismo espejo,
que me enfrentó
a ese incesante, agotador,
inservible,

ataque a mis defensas,

el que me devuelve,
-el que no cesa en ese intento-

el impulso,
el motivo,
la necesidad
de continuar;

el que me arroja hacia esas letras
que dejé olvidadas

por suerte,
recuerdo
en qué sitio.

Y si un día lo olvido,
sé bien que nuevas líneas

acudirán,

en un increíble,
refrescante,

rebrote.








Los huecos ignorados

Claro que no es solo esto.

No es que debas decir, escribir
con puntillosa exactitud
lo que deseo escuchar,
leer;

claro que no.

Intuyo una cercanía tan ficticia
que no me sirve,

no cubre esos huecos,
profundizados,
ignorados,

¡años!

claro que está en mí.

Nacer,
crecer,
multiplicarse,

renacer.

Claro que entiendo.

Pero un cuerpo, un alma que alguna vez

¡que alguna vez!

Sé bien que de todo eso
no me corresponde nada;

por si me quedaban dudas,
me lo hiciste saber
con tu cínica, despiadada,
"sinceridad".

Aun así, te espero.

En fin,
mi vida es solo este puñado de palabras.

Y otras, quizás, que vendrán a mí
tendré que ir a buscarlas
esperarlas,

en tanto, observo, pienso, imagino,

me ilusiono,
la ilusión se agrieta, se desmorona,
cae.

Entonces entiendo
o no entiendo nada.

Sé bien que hay tantas personas
que asisten a mis procesos, a través de mi voz,
a veces, puedo percibirlo;

Mis palabras pueden curar, de pronto,
sin que lo advierta,
sin que me lo digan,
sin que nada, en absoluto, cambie.

Mis palabras me pueden curar,
e intentar, al unísono,
aniquilarme;

son capaces de encender
mi letra, mi expresión, mi más acuciante grito.

También, de apagarlos.



sábado, julio 13, 2019

No fue él, ni la ciudad, ni nadie

Te puso en el lugar
de su yo tétrico,

oculto
hasta de sí misma;

te colocó
en el sitio más pútrido,
te deshumanizó,
te humilló,

en pensamiento,
en palabra;

porque eso hizo
consigo;

no puede responsabilizarte

o sí,

pero no está exenta
de su responsabilidad;

de pronto, se vio acosada
por un inimaginable, atroz
sentimiento, sensación
de odio;

así, comenzó a gestarse,
primero con lentitud,
luego, con urgencia extrema

ese deseo, insaciable,
el deseo de venganza.

¡Ella no podía más!

llevada a un límite
incontenible,
estalló,
sin dudarlo,

en aquella tremenda, irreversible
explosión e implosión,

de ataques,
aquí, allá,
a distintos, aleatorios
objetivos;

todo
en pos de lastimarlo,

pese a las previsibles,
imprevisibles,
consecuencias.

Actos, conductas, por cierto, poco creíbles
en un ser, en el alma de un ser
que tantos,

¡ella misma!

creyeron, siempre creyeron
incorruptible;

no fue él,
quien corrompió a ese ser,
el que era antes;

ella misma
acabó con quien era.

Fue ella quien se dejó arrastrar,
quizás, con algo de alevosía,
por el camino cenagoso, resbaladizo,
que siempre había evadido

que siempre evadiría,

-así, al menos, lo había creído-;

sí, ella fue
quien decidió,

-no supo por qué motivo,
ni cuándo-

alejarse
de esa alegría genuina,
de los positivos, alentadores,
pensamientos,

de la más mínima búsqueda
de una conciliación;

del amor,

del verdadero.

No pudo culparlo,

ni a la ciudad,
ni a las demás personas,

ni al pasado,
ni al presente;

consciente de que todo, lo que poco tiempo antes
soñaba, lo que la apasionaba,
lo que la hacía reír,

en fin, lo que era,

por alguna razón
-o por ninguna-,

un día, sin haberlo imaginarlo,
se enquistó
en el interior de un glaciar,
en apariencia, indestructible.

.................................................

¡Una guerra tan extensa,
tan difícil!

la peor de las guerras,

contra un único, propio,
enemigo;

finalmente, llegó el día,
en que luego de innumerables disputas,

se perdonó.




viernes, julio 12, 2019

¡Poemas, poemas, pasen y lean!

poemas que siempre digan flores,
que digan sol y cielo
y mar;

estrellas, noches de luna,
playas, siempre solitarias;

-que contengan, muchas veces,
la palabra: soltar-;

poemas
para no mirar,
para no saber
para no darse cuenta;

-mucho menos, para profundizar-

poemas de cotillón,
con moños de colores,

poemas para regalar,
con impactantes imágenes,
todo envuelto en papel celofán;

poemas

con previsibles ¿metáforas?
intentos de sinestesia,
pretenciosas onomatopeyas;

poemas

empalagosos,

de besos,
de caricias,

con esa verborragia
innecesariamente
detallista,

que no deja
al cliente-lector,
ni una idea, ni una sílaba
para agregar;

poemas

dedicados,
¡según el gusto
de cada cual!

para sentirse acompañado,
para descargarse,
para mentir,

mentirse,

para fingir que se dice
lo que no se dice;

poemas para vender:
¿ilusiones?
¿distracción?
¿ideas?

todo sirve
nada sobra,
mientras se alcance el objetivo:

¡poemas, poemas, poemas!
¡dos libros al precio de uno!

poemas

¡ostentosa, aparatosamente editados!

para poner algo, de una buena vez,
en todos esos estantes,

¡tanto espacio vacío
por llenar!

Nota del editor: la oferta incluye un señalador personalizado.

jueves, julio 11, 2019

Mi premio, mi castigo


Lo único.

Lo mejor.

Puedo pensar, deducir,
¡jugar!

contar:
viajes,
amores,
olvidos;

experiencias
que fueron, que pudieron ser,
que nunca se repitieron;

-solo necesito imaginarlo-.

Dar forma, fisonomía,
identidad,
a distintos personajes,

basarme en la “realidad”,
ficcionalizar.

Lo único:

mi premio, mi castigo.

El temor crónico: perderlo.

Este supuesto don,
la supuesta capacidad de usar los dedos,
que ellos digan lo que la mente les dicta,
lo que el alma les sugiere.

Estos papeles, pantallas, de todo tipo
que ataco, sin piedad
cuando surgen ideas,

provenientes de cualquier parte,
en cualquier circunstancia;

también, cuando quiero llorar,
se lea o no;

cuando quiero introducir,
entre-líneas,

algo que oculto;

cuando quiero soñar
esos sueños,
creer, por un rato,
en su concreción.

Lo único.

Lo mejor.

¡Gracias!

a alguien,
a todos,

¡a mi!


Es raro no estar muriendo de amor

Es raro
esto de no sentir

más que algún resto,
pobre, paupérrimo

de pena,
cierta desazón,

un recuerdo, descolgado,
que no llegó a consumirse en el incendio;

recuerdo que apenas, se distingue,
apenas, se lee,

diluido en tantas lágrimas,
humedad,

y demasiados años;

es raro

levantarse
y no correr, desesperada,

en busca de mensajes,
en busca de la palabra que levante el día;

palabra, palabras
que hoy me ofrezco a mí misma,
les ofrezco a otros, a todos

ya no las desperdicio
en la exaltación, inútil, de absurdos,
inexistentes vínculos

idealizados en momentos
de soledad, parálisis emocional,
falta de incentivos,
¿quién sabe?

es raro

no estar muriendo
de amor,
o desamor

ni por el supuesto deseo de vivir un nuevo amor,
así, no sea similar,

así, nada tenga que ver
con aquello, lo que haya sido
o no;

es raro

pero es mucho mejor,

mucho mejor
que andar provocando lástima,
por todas partes,

buscando un consuelo,
una explicación,
un aliciente

que jamás sirven
de nada,
por el contrario;

ese consuelo,
antes bien, ese motor, ese impulso
no está, ni estará en nadie,

tampoco en los seres que amamos,
nos aman;

esas ganas
de recordar, de saber
quién se es,
qué se desea,
qué se necesita

está siempre,
¡siempre!

-así, no sepamos hallarlo-,
en nosotros.

Y una vez recuperadas,
la dicha de estar vivos,
las ganas de ser lo que siempre fuimos
o no,

el reencuentro
con aquel,

el antiguo -o no tanto-, deseo
por largo tiempo
desplazado, casi abandonado,

resurgirá;

nos abrazará, fuerte,

¡tan, tan fuerte!

superará, sin lugar a dudas,
a cualquier abrazo

provenga de quien,
de donde

provenga.




miércoles, julio 10, 2019

Sin cuestionamientos

Otra vez
sola,
a orillas del mismo lago.

En mi mirada, esos patos tan blancos,
su danzar
coreográfico, perfecto,
estimulante;

Detrás, van ellos,
los más pequeños,
los principiantes,

se unen, forman fila
se vuelven un manchón
que oscila entre un tono amarronado
y grisáceo;

mi mirada acompaña
esa apaciguadora travesía,

los círculos
en las hasta hace poco,
serenas aguas.

Pero en mis ojos hay algo más.

Se quedó, por siempre, tu mirada;
la mía, apenas logra contentarse
ante tanta belleza, tanto verde, tanto árbol,

tanta paz.

Mi mirada llora, sin que se note,
tu mirada perdida,

perdida desde entonces,
perdida entre, quién sabe, cuántas,
perdida dentro tuyo,

absolutamente, fuera de mí.

Si pudiera, una vez más, llorar
pero entre tus brazos
-o reír, ¿quién sabe?-;

verte, pensarte, que me pienses,
como si el tiempo no hubiera transcurrido;

besarnos, detenernos,
volver a besarnos,
sin apuros, sin tiempos,

como en esas noches de verano
cuando nos teníamos el uno al otro,
las estrellas, a nuestro lado;

cuando no sabíamos de miedos, ni prejuicios,
ni preguntas, ni reclamos.

El sauce,
inclinado, empapa su cabellera,

-adhiere a mi pena,
sin siquiera, imaginarlo-.

Me incorporo, retomo la caminata,

algunos patos salieron del agua:

están acá, acá mismo, a mi alcance,
sacuden sus plumas,
ignorantes de mi presencia.

Pasados, apenas, instantes,
se acercan a los más pequeños,
los sujetan con sus picos
para introducirlos, de nuevo, en el lago.

Envidio esa vida sin cuestionamientos.


martes, julio 09, 2019

Importa la libertad

No son tan importantes
ciertas desilusiones,
desengaños,

en comparación a padecimientos superlativos
que oprimen a muchos en muchos sitios.

No importa si esta es mi cuota,
en este, mi lugar,

si mi aporte
son, serán
mis incondicionales palabras.

No importa
si hoy río, como otras veces
cuando ayer lloré tanto y por tan poco,

-y quizás, muy poco
por tanto-.

No importan esas nimiedades:
los amores no correspondidos, 
las desilusiones,
los fracasos que tantas veces,
no lo son tanto.

Importa el mundo, importa el dolor de demasiados inocentes
que no pueden jugar, ni reírse
como nosotros, como los nuestros.

Importa que en varios sitios
esté prohibida la voz, 
censurado el decir,
aniquilado el pensamiento.

No importa si algunos eligen esta vida, este lugar,
tampoco, si otros decidieron escapar
sin saber que sus raíces, en algún momento,
los alcanzarán –si ya no lo hicieron-.

Aquí, un cielo interminable
cientos de pájaros,
árboles de brillante verde
que huelen a verano.

Y podemos debatir, discutir,
confrontar, reconciliarnos,
decirle a quien sea que lo extrañamos,
o todo lo contrario.

Importa la libertad,
la libertad de decidir qué hacer en cada caso,
de elegir con quién compartir cada instancia
o no compartirla;

importan, sobre todo,
nuestros sueños;

pensemos que en algunos lugares
se olvidaron de soñar,

apenas, dormirán, si es que pueden,
si el pánico al impacto de esas bombas
se los permite.

Pensemos
que tenemos la posibilidad de pensar, de proponer,
de crear,

un montón de personas a quienes amar,
a quienes demostrar nuestro sentir
de muy diversos modos;

claro que tenemos nuestras pérdidas,
nuestros muertos

finalmente, nosotros
somos una parte de ellos; 

así, como una parte, la totalidad de este escrito
le pertenecerá en un rato, mañana,
a alguno, a otros

y ya no más

a mí.



Distintas formas de enfrentar el vacío o la naturaleza no se rinde

Gente
que se aferra
a los restos

de un pasado,
por así decirlo,
"romántico";

gente
que podría decirse,
por el contrario,

parece empeñarse en buscar,
en perseguir

los resabios
de un antes, un no tan antes,
un hoy

horrorosos;

cero sutileza
en la exhibición más grotesca,
de cuanto provoque sensaciones angustiantes;

incite al odio,
a la tristeza, también;

-eso es lo que
quizás, pretenden-;

en fin,
distintas formas de escapar

a un vacío
que de tan evidente
ya no nos asombra
en absoluto.

Traer de nuevo
toda esa basura,

injusticias, crímenes horrendos,

bastardear,
buscar aquello que ensucie, que estropee
algún bello, tal vez, inocente,
recuerdo,

que extinga todo pensamiento
no digo puro,
pero que sume,
que proponga una insistencia,

una permanencia,
un valor

a lo que podríamos llamar
"humano".

Claro que humano
es también ese mal,
su exhibición desinhibida,

en todas sus expresiones;

claro que humano
es también lo bajo, lo vil,

la destrucción

por la destrucción
en sí.

Digo humano
por referirme,
aunque caiga en reiteraciones,

a eso que nos une a la vida,
lo que parece tan poco o nada,

pequeños, ínfimos detalles,

secretos
que aún enrojecen las mejillas,

que aún
encienden nuestros sueños;

aquello que nos anima
a pensar, a enfocar
en cierta posibilidad;

el arte

puede ser
lo que sea,

puede mostrar
lo que fuera

y eso lo entiendo.

Lo peor de las personas,
la degradación, absoluta,
del modo en que prefiera,

y puede resultar violento,
para algunos,

agradable, a otros,

o simplemente,
indiferente;

pero también

el arte que exalta
algo tan insignificantemente sublime
como ese manojo de hierba,
que surge, de pronto,

sin imaginarlo,

en un ángulo,
en cualquier rincón,
debajo de una baldosa,
en una canaleta,

donde sea.

El verde,
la muestra evidente de la vida

que no piensa en retirarse,
que no se rinde,

pese al descreimiento,
al más absoluto desinterés;

la naturaleza,
en toda su magnitud,

ni raza, ni religión,
ni patria, ni oscuras intenciones,
ni moral, ni prejuicios, ni mandatos;

es
simplemente;

nuestra manera de verlo,
nuestro modo de replanteárnoslo,
hace la diferencia.

Hace que algo, mucho,

recupere el sentido.

lunes, julio 08, 2019

Carencias silenciadas

Digo una vez más
y basta;

y me convenzo:
porque estoy contenta,
porque tengo motivos para festejar,

pero también

porque me siento sola,
porque me aburro
o me siento triste,

o extraño a ese ser inalcanzable;

supongo que todo tiene que ver
con no descubrir, no hallar,
no encajar -o creer que no se encaja-
en este, en otro lugar;

digo basta
o bueno, solo esto,

hoy
pero nunca más;

sé que miento,

ya no tiene sentido engañarme
más;

es muy probable que estas cuestiones
me reenvíen
a tiempos remotos

pero un mismo afán:

el de encontrar eso, lo que fuera
que me lograra,
que me logre, siquiera,
consolar

¿por todo aquello
que me faltaba,
que todavía me falta;

por todo aquello que no sé,
no supe,
dónde, cómo buscar?;

quizás, si espero,
si dejo de buscar,
si me detengo,

si logro aquietar esta cabeza
que no para,

para así, escucharme,
de verdad;

si me instalo en la esquina
de la memoria,

intento e intento
entender el origen,
la proveniencia
de este mal,

que me lleva a hacer,
a dejar de hacer,

a retomar y retomar
viejas, renovadas indagaciones,
por el solo hecho de indagar;

si realmente lograra
si realmente pudiera

volver a conectar

con lo que pasa aquí,
aquí mismo,
en mi interior,

donde se oxidan, se pudren
tantas ignoradas, silenciadas, carencias,

que me condujeron, me conducen
a mi propio desconocimiento,

a la desaparición de las migas
que indicaban el camino de regreso;

-en tanto, observo
ese insistente signo de interrogación
en la mirada que quienes
creyeron, creen conocerme-

y elijo no verlo,
no más,

elijo volver a intentarlo;

quizás, así,
oiga, palpe, vea, saboree,

¡al fin!

lo que se oculta detrás
de esta carrera, aniquiladora,
interminable, estéril

que me apartó, antes,
-vuelve a hacerlo ahora-

de mis propios deseos,
de mis propias,
personales, exclusivas

búsquedas

ya no en pos de consuelo,
ni contento,

sino en pos de

¿acaso, imposible?

felicidad.







De pesadillas grotescas, de sueños estimulantes

Uno se levanta cansado,
como si no hubiera dormido;

pero los otros

no tienen la culpa;

en todo caso,
los que la tienen, de algún modo,

no son los que nos rodean,
los que nos llaman por teléfono,
los que nos cruzamos por la calle.

Uno, claro,
quizás, no tenga un buen día;

peleas nocturnas
con seres, objetos, situaciones

que existieron, que pudieron existir,
¡que no existen!

sueños negros,
escabrosos,

reemplazaron
a aquellos,
los livianos,
los dignos de recordar,

los que nos hacen sonreír
durante un largo rato,

aparentemente,
sin motivo.

Quizás,
haya algo detrás
de esas imágenes densas,

de eso que nos atemorizó,

que nos produjo rechazo, pena,
desazón,

tal vez, hasta un grito
que estalló, de pronto,
en la madrugada

y no recordamos
el motivo.

Algo quiere decirnos
el inconsciente no tan inconsciente;

algo que es muy probable

que ya sepamos.

Pocos entienden:

despertamos,
y de algún modo,
es una pesadilla,

-así, la pesadilla-ficción
haya finalizado-;

despertamos
a nuevos miedos,
o los de siempre,

nuevos problemas a enfrentar,
nuevos retos

algunos, no dejan de ser
estimulantes,
aunque no siempre;

despertamos

a un nuevo comienzo,
a un nuevo final de una vieja etapa,

a una nueva probabilidad
de concretar un logro,
un proyecto,

por eso,

no será hoy,
será mañana
o en un rato más,
¿quién sabe?

(un mal despertar
no hace a la vida);

por el contrario,

resultaría, entonces, imprescindible,
aniquilar esos pensamientos,
apenas, resabios
de una horrenda experiencia onírica.

Bastaría con abrir las ventanas,
recibir esos indescriptibles rayos de sol,

exponer a su calor, la cara,
el alma,

¡un nuevo día!
¡se parece en tanto a la primavera!

un nuevo día,
-más, menos "pesadillesco"-
nos propone, ya mismo,

la auto-devolución
de aquellos,

nuestros entrañables sueños,

de los que por uno u otro motivo,
en un pasado no muy lejano,
decidimos apartarnos;

también, los de las horas despiertas,
con su estímulo, imparable,

portadores, incesantes,
de sonrisas

y de risas.

domingo, julio 07, 2019

Miserabilísimo orgullo

Todo es inútil.

Le muestra su mejor costado,
su peor costado,

ensucia su decir,

¡lastima su arte!

y nada, nada resulta.

Se rebaja y lo eleva
a lo más alto,

a lo insustituible.

Es humillante,
mas no puede evitarlo;

todo ese amor-pasión
guardado, durante años,

hoy, oscuro,
prohibido,

¿y él?

como si se hubiera propuesto
estropearlo del todo,

masacrarlo,

enterrarlo

tenerlo a su alcance
solo por un rato,

para sentirse único,
para expandir su miserabilísimo orgullo,

con la supuesta certeza
de que esa, una mujer,
desde tan lejos,

-desde mucho más lejos
todavía-,

está enamorada de él;

-al menos, ella así lo asegura-,
con respecto a quien
ya no es
el que fue

-o sí-;

podría ser que ella se engañara
y creyera
que conoció, conoce
a ese ser que fue,

-o sigue siendo-

Se transformara en otra, en otras,
en todas.

-Supongo que nada de esto alcanzaría-.

Si acaso, volviera a la que era, es,
si realmente dijera lo que piensa,
lo que siente, lo que teme;

si por el contrario, intentara,
adaptarse, obedecer

a los consabidos guiones
impuestos

por ese mismo u otro,
quien fuera,

que ya nadie,
ni ella, ni él mismo
saben quién es,

en cualquier caso,

ella llora un llanto
que ese tal jamás entendería.

Para mi mamá, (se lo debía)

Las habrá
de todo tipo.

Madres.

Ella no es perfecta,
de hecho, discutimos,

acaloradamente,

interrumpimos la comunicación
-o incomunicación, según se vea-,
cada tanto;

las hay

más cariñosas,
más o menos atentas,

más o menos ocupadas,
demasiado ocupadas
en el cuidado
de sus hijos,

en ese intento vano
de rodearlos, si fuera posible,
dentro de una especie de halo protector,

un cubículo inexpugnable,

a salvo de todo daño,
desde un insulto, hasta penas del alma,
desde un resfrío, hasta enfermedades mucho más graves,
desde una desilusión a un maltrato,

así,
durante toda la vida.

¡Claro, son madres!,
-dirán- ¡si los hijos son parte de ellas!;

yo digo que aun así,
no todas están dispuestas
ni disponibles,

no todas, tan pendientes,
tratando de cubrir, de saciar,
de calmar,

aquellas carencias, necesidades
que sus niños -y no tan niños-,
en apariencia o en verdad,

padecen;

tal vez, no sea tan bueno,
quizás, hasta perjudicial

¿pero cómo no entenderlas,
 cómo no valorarlas
 y tener esa certeza, inexorable,
de que muchos de nosotros no hacemos ni haríamos tanto
por ellas?

por eso,

cuando parten,

mucho de nosotros
va con ellas.

Van esos experimentos de cocina,
si fuiste el mayor,

varios, con resultados nada buenos,

más tarde...¡formidables!;

también,
fuiste, sos,
el más cuidado,
el que más preocupa y ocupa,

muchas veces,
te sentiste, te sentís agobiado,
enojado

y es lógico.

Pero pasan los años
y ahí, recién lo ves,

ves todo,
como si cada imagen se reprodujera
delante de tus ojos,

esa mano, helada,
asomando de las mantas,
acunándote, cuando llorabas,

esa visita urgente al médico,
ese temor ante unos grados de fiebre,

la cama "grande"
toda para vos,

también, las figuritas,
las visitas de la abuela,

los juegos de cartas,
las palabras,
las tantas atenciones,

todo aquello te curaba
antes que los medicamentos.

Me tocó tener
una de esas madres,

no puedo mencionar
que me quedé sin...jabón
¡y no exagero!

cuando voy a visitarla,
me esperan, no solo jabones
sino, de paso, medias,
alguna que otra cosa
que considera puedo necesitar,

cualquier alimento o lo que sea
que no se consiga en mi barrio;

¡que no me falte nada!

nada me falta,
nada pero nada me faltará,
mamá,

mientras tu amor,
hoy aquí,

y mañana...
donde sea,

viva dentro mío.






sábado, julio 06, 2019

Tan solo, la proyección de un alma sola

Esta vez
parece ser cierto;

no hay un solo pensamiento,
una mínima idea
que motive,

que me tiente a intentarlo
o a reintentarlo;

no bastan
retazos, cual piezas de rompecabezas
que no van a volver a unirse,

polvorientos, ajados,

ni el más fuerte viento
podría quitar toda esa suciedad, añeja,

resabio de tantos olvidos;

nada,

ni ganas, ni deseos,
ningún sentimiento,

tampoco, rabia,
ansias de venganza,
ni temores;

la nada se instaló,
al parecer, por siempre,
en mi cabeza

cansada de imaginar
lo inútilmente imaginable;

harta de bloquear
el más profundo decir,
la más intensa expresión;

de que ninguno de esos mensajes,
implícitos,

fueran recibidos,
fueran captados,
fueran comprendidos;

hoy es un ayer,
total,
definitivo;

doy sepultura
a los pequeñísimos esbozos

que uno a uno
durante largo rato,
fui recogiendo,

convencida
de que todavía podían arder
las alguna vez, inapagables llamas;

convencida
de que eras quien creí habías sido,

cuando, en realidad,

no fuiste, no sos, no serás
más que la proyección
de un alma sola;

ávida de lo que fuera,

una esperanza, volátil
como una pluma;

no eras, no sos

ni esa palabra
que no decía,

que decía tan poco,

reconvertida
en un sinfín de vocablos sugerentes

prometedores.

Tranquilo.

Nada me prometiste,
nada fue tan explícito,
nada fue lo que imaginaba,

-me quedó bien
en claro-.

No me diste nada más
que lo poco, lo que te sobraba,

creí que me alcanzaría,

hasta enarbolé, entusiasta,
la bandera de una pasión inexistente

en un mástil
que de tan endeble,
no pudo sostener,
siquiera

la ilusión,
el infinitamente endeble
retorno de cierta sensación de melancolía.

Hoy

que este estado,
extraño, inédito,
por momentos, difícil de asimilar:

el de extrañar haberte extrañado,
el de extrañar haber creído en ese encuentro,
en ese abrazo, en ese beso
que nunca volvieron a suceder;

hoy

no importa, en verdad,
qué hagas, qué harás,
qué dirías sin decir
o diciendo tan poco;

ni quién será aquella a la que,
tal vez, arrojes lo que queda
de tus paupérrimas ofrendas:

miserables restos
de un alma incompleta,

un alma que no cree
ni en sí misma,

que va apartándose,
a pasos presurosos,

de ese cuerpo,
de su materialidad,

que fue eso,

que siempre fue

solamente eso.

viernes, julio 05, 2019

Lo que hace mal

No leer,
no saber,

no oír,
ni ver,

nada de lo que “hace mal”.

¿Qué es lo que “hace bien”?

¿el cuento rosa
de la novela de la tarde?

¿los poemas que solo se ocupan
de mariposas, cielos celestes, flores de colores?

nada de eso,
-aunque también eso-,
es la poesía, la escritura,
el arte;

hay que verlo todo,
escuchar, saber,
para poder transmitir;

para aquellos que temen,
eligen no enterarse,

hallen, sin proponérselo,
algún indicio,
entre las letras del bardo.

Me gusta indagar, hallar ese "detrás"
de la palabra, del árbol, del silencio;

de lo que me relatan,
de lo que no me relatan;

de lo que me informan,
de los que me informan;

¡las cosas como son!

si hay sangre, pues que sea sangre,
si hay dolor, si hay hechos violentos,
hay que saberlo, hay que decidir qué se hace,
pensar en ello;

ayuda el haber vivido ciertas situaciones
para comprender;

¿cómo se aprende, si no?
¿cuándo, cómo se crece?

¡ficciones, claro que sí,
pero no solamente ficciones!

el mundo tal cual es,

el pozo profundo de la decepción,
la impotencia, la falta de fe
en uno mismo

que portan consigo el desamor,
el abandono,
la soledad;

el miedo, paralizante,
el desasosiego,
la incertidumbre

que nos impiden dormir,
tantas veces,

¡que nos impiden vivir!

las injusticias,
las mentiras,
los crímenes,
las tantas muertes
de inocentes,

pero también

la justicia,
la verdad,
los nacimientos,
los renacimientos;

la recuperación de tantos,
luego de terribles dolencias;

La bondad de muchas personas,
la empatía;

todo es parte del mismo proceso,

todo y nada;

el tener, el perder,
el creer tenerlo todo,
el creer haberlo perdido todo.

La poesía
es la frecuencia de radio que emite lágrimas,
risas, recuerdos, presente, urgencias,
bellezas,ideas,

asimismo, expone los demonios que anidan
en nuestra propia oscuridad;

también, invita a viajes increíbles
en pos de universos desconocidos,
imaginarios, no imaginarios;

incita a los sueños dormidos, despiertos,
propone la fe;

la poesía:

hay que verla
hay que gozarla, internalizarla,
en todos sus aspectos;

el arte
muestra, muestra, ¡muestra!

ese es su fin,

no para que huyamos,
no para que nos "cuidemos"
de lo que consideramos no poder ver;

por el contrario,

para que sepamos,
para que entendamos su importancia,

así, nos desestabilice,
así, nos desarme,

así, nos revele, nos revelen,
lo que hubiéramos preferido ignorar.

Nadie muere,
-supongo-,

por haber visto, leído,
una noticia,
del tipo que sea,

por aventurarse

en busca de certezas.

Esta es la hora

Esta es la hora tétrica,
la hora que no dice nada,
la hora de los que no dicen nada;

es la hora del silencio,
del ruido de fondo;
la hora en que todos parecen saber
cómo seguir;

la hora en que algunos no pueden saberlo,
no sé, no hallan el objeto.

Esta es la hora de aquellos encuentros,

que hoy son pasado
que serán pasado de un pasado,
como lo fueron antes,
como siempre lo fueron;

tal vez, nada de eso sucedió,
tal vez, se ideó,
se idealizó todo;

quizás, todo esté en la mente,
ávida, en algunos casos,
de fantasías,

siempre creando,
hasta apostando
a enamoramientos, tantas veces, fabulados;

aunque no se sienta nada
que brote, que estalle
desde  adentro,

más que dolor,
rabia, desengaño,

negación a todo,
a la vida,

¡esta es la hora del desaliento!

ni rebeldías, ni ideas, ni proyectos,
ni musas, ni pasiones ficticias.

Es la hora en que algunos nos sentimos nada,
mucho más pequeños que un pequeño insecto;

la hora temible,
en que se ve todo y no se puede,
no se desea ver;

la hora de la soledad,
en que se toma conciencia
de su compañía.

Es la hora de los que son, somos considerados perdedores,

de los que aman,
de los que no son amados;

de los que esperan, en vano,
de los que siempre están en esa fila interminable,

de los que siempre, ¡siempre!
tienen el último de los números;

es la hora del artista pobre,
resignado a su anonimato,

también de aquel que pese a lo que sea,
continúa, resiste,

pues, es presencia, es voz,
para quienes lo lean,
lo escuchen;

es, claro, la hora de no encontrar,
de no querer encontrar,

-en ocasiones, la hora de hallar
lo que se creyó perdido-.

Es la hora
del cierre, del fin, del abandono,

de desestimar todo intento

o bien, de continuar,
de pararnos de nuevo,
de afirmarnos;

de arrojar, sin miedo,
el lazo a aquellos sueños,
antes de que escapen,

en fin,
renovar el pacto tácito.

jueves, julio 04, 2019

Mi alma, extenuada, se fue

Se fue,
al final,
mi alma;

se apartó
de esos sitios conocidos;

se esforzó cuanto pudo,

se hartó;

demasiada espera,
demasiado dolor,
demasiadas expectativas incumplidas;

sucedió, entonces que de tan extenuada,
se alejó;

todo por ese amor
loco, inventado,
inverosímil, secreto,

que perfora,
que aún perfora

que cuesta tanto olvidar,
-no es nada fácil aceptar su despedida-;

el alma no está para estas cuestiones,
el alma necesita ser saciada,
pide más, cada día, pide más,

pide aquello que no tengo,
que no puedo,

¡pide aquello que tanto le prometí!

¿cómo explicarle?

el alma llora
su tristeza infinita,

como sucedió aquella vez;

se oculta de todo, de todos,
-hasta de mi sombra-;

lo siento.

No puedo resucitar
lo que ni siquiera murió,
porque nunca tuvo vida;

salvo en mi cabeza,
salvo en mi imaginación,

salvo,
únicamente

en mí.

Cristina Del Gaudio

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