domingo, julio 28, 2019

El reinado del espíritu

No es preciso
ver el pájaro,

el árbol verde,
ni el amarillo
que aún sostiene
algunas de sus hojas otoñales;

no es necesario

que estén aquí,
ni a unos metros;

nuestro espíritu
trasciende distancias,
obstáculos, lejanías,

todo lo ve,
lo sabe, lo comprende;

señor de lo intangible,
rey de los considerados imposibles,

de los sueños impalpables,
de lo inasible,

vaga de aquí hacia allá,

nunca se detiene,

también y mucho más
mientras dormimos,

al mismo tiempo que reales o supuestos problemas
nos acosan,

nos lastiman,
nos enferman,

nos restan vida.

No existe nada
que el espíritu,

que un espíritu sólido,
no pueda enfrentar,

que no esté a su alcance;

no existen límites,
ni distracciones, ni vanidades,
ni competencias leales, desleales,

no necesita excusarse,
ni escudarse,

no teme a nada,
a nadie.

El espíritu,
cuando se torna poderoso,
indomable,

alcanza niveles
insospechados;

donde las dudas, las incertidumbres
pierden importancia, se disipan,

todo parece alinearse
en pos de nuestros anhelos;

así, nuestro ser empuja, enciende, eleva hacia lo alto
nuestros más fervorosos deseos,

muy alejados, por cierto, de lo que suponemos;

se relativizan las mezquindades
de esta efímera vida terrenal,

resulta, entonces,

que se reubica la mirada
en pos de un nuevo -o desconocido,
hasta el momento-
universo;

en el que todo es uno,
todos somos lo mismo,

se extinguen las rivalidades,
pierde sentido todo acto de violencia;

pues las almas,
en una conjunción perfecta,

son, viven, libres

lejos, muy lejos

de las"humanas"

miserias.

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Cristina Del Gaudio

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