sábado, julio 06, 2019

Tan solo, la proyección de un alma sola

Esta vez
parece ser cierto;

no hay un solo pensamiento,
una mínima idea
que motive,

que me tiente a intentarlo
o a reintentarlo;

no bastan
retazos, cual piezas de rompecabezas
que no van a volver a unirse,

polvorientos, ajados,

ni el más fuerte viento
podría quitar toda esa suciedad, añeja,

resabio de tantos olvidos;

nada,

ni ganas, ni deseos,
ningún sentimiento,

tampoco, rabia,
ansias de venganza,
ni temores;

la nada se instaló,
al parecer, por siempre,
en mi cabeza

cansada de imaginar
lo inútilmente imaginable;

harta de bloquear
el más profundo decir,
la más intensa expresión;

de que ninguno de esos mensajes,
implícitos,

fueran recibidos,
fueran captados,
fueran comprendidos;

hoy es un ayer,
total,
definitivo;

doy sepultura
a los pequeñísimos esbozos

que uno a uno
durante largo rato,
fui recogiendo,

convencida
de que todavía podían arder
las alguna vez, inapagables llamas;

convencida
de que eras quien creí habías sido,

cuando, en realidad,

no fuiste, no sos, no serás
más que la proyección
de un alma sola;

ávida de lo que fuera,

una esperanza, volátil
como una pluma;

no eras, no sos

ni esa palabra
que no decía,

que decía tan poco,

reconvertida
en un sinfín de vocablos sugerentes

prometedores.

Tranquilo.

Nada me prometiste,
nada fue tan explícito,
nada fue lo que imaginaba,

-me quedó bien
en claro-.

No me diste nada más
que lo poco, lo que te sobraba,

creí que me alcanzaría,

hasta enarbolé, entusiasta,
la bandera de una pasión inexistente

en un mástil
que de tan endeble,
no pudo sostener,
siquiera

la ilusión,
el infinitamente endeble
retorno de cierta sensación de melancolía.

Hoy

que este estado,
extraño, inédito,
por momentos, difícil de asimilar:

el de extrañar haberte extrañado,
el de extrañar haber creído en ese encuentro,
en ese abrazo, en ese beso
que nunca volvieron a suceder;

hoy

no importa, en verdad,
qué hagas, qué harás,
qué dirías sin decir
o diciendo tan poco;

ni quién será aquella a la que,
tal vez, arrojes lo que queda
de tus paupérrimas ofrendas:

miserables restos
de un alma incompleta,

un alma que no cree
ni en sí misma,

que va apartándose,
a pasos presurosos,

de ese cuerpo,
de su materialidad,

que fue eso,

que siempre fue

solamente eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cristina Del Gaudio

Seguidores