martes, julio 16, 2019

El tentador reino de la añoranza y la imposibilidad

El sol me visita
apenas, un rato:

hace que todo cambie
en mi cabeza,

en mis -tan a menudo-
tortuosísimos pensamientos;

esa visión negativa, ¡ufff!
que tantas veces se me adhiere;

cuesta arrancarla,
explicar a la mente las ventajas
de su urgente extracción.

El sol,

sol de invierno
con débiles pero reanimantes rayos,

es una excelente excusa;

también, los árboles
que pese al frío, las heladas,
los vientos, las lluvias

resisten
firmes,

algunos, aún sostienen su copa verde,
sus ramas, repletas de hojas tipo verano;

otros, de tantos atrayentes tonos,
no sueltan, todavía,
esos ropajes con que el extinguido otoño
los embelleció;

todo, la vista espectacular
de esta hermosa ciudad,
barrio, como prefieran;

todo
incita a la extinción, definitiva,
de las inservibles, insalubres,
ideas nefastas;

claro que es más fácil,
seguir a la manada,

repetir el viejo cántico,
los antiguos, tediosos
rituales,

que reenvían a tiempos que algunos creen
gloriosos,
¡felices!

tal vez, hubo de esos momentos,
pero no son más que tiempos sepultados,
no podemos trasladarnos hacia aquello,

no es posible y si lo fuera,
nunca sería igual;

¿Por qué no ver aquellas luchas cotidianas,
en todos los ámbitos, en todas las circunstancias?

¿por qué no ver las tantas carencias,
el silencio, obligado, de los que querían decir,
a los que les urgía la palabra?

Sucede que nadie o muy pocos
entienden que el hoy es lo mejor,
¡este instante es, sin dudas, el mejor!

pues, es tangible,
es el que ahora nos llena,
nos provoca nuevas, renovadas maneras
de ver, de vernos,
de pensar, de imaginar,

¡de soñar!

de recobrar las fuerzas;

Nada de lo vivido antes
supera a las vivencias del presente,

tampoco, el presente
supera, quizás, determinadas instancias
de un pasado más o menos próximo;

Pero lo que ya pasó,
-salvo en los recuerdos, siempre subjetivos-,

justamente, pasó.

Y ese hecho hace que
se lo sobre-valore;

lo perdido resulta, en ocasiones,
lo más añorado,

siempre se idealizan, se potencian
los sentimientos, las emociones,
cuando se trata de lugares, actividades,
hábitos,
que integraron nuestra cotideaneidad

antes.

También, con respecto a aquellos seres
a quienes no hemos vuelto a ver
o no volveremos a ver jamás.

Vivimos, damos un paso, algunos más
hacia adelante
para enseguida, correr a hospedarnos,
en el reino de la imposibilidad

y todo los o lo que no tenemos,
los o lo  que consideramos inaccesible,

nos parece lo mejor;

esto nos produce angustia, claro,

provoca una necesidad indispensable,
casi vital
que va mucho más allá de la simple nostalgia.

Por eso y más,
elijo detenerme aquí.

En este poema,
en esta vista, imperdible,
en este pensar,
en este café.

No habrá poemas,
ni vistas imperdibles iguales,
ni pensares,
ni cafés

como los que están a mi alcance,
con los que estoy a su alcance

en este preciso recorte temporal.




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Cristina Del Gaudio

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