miércoles, julio 17, 2019

Amor fabulado

Yo
que tuve que olvidarte,
que me empeñé en ello,

que hipotequé mi alegría,
en pos de mis propios deseos,

de mis fantasías,
que trasladé a la realidad;

yo creí, en verdad

que resultaría.

Quise creerlo,
alguna vez resultó
y otra vez, también,

¿por qué no, una tercera?

ya sé que no prometiste nada,
ya sé que no dejaste pasar  ninguna oportunidad
para apedrearme
con tu poco convincente
no enamoramiento;

sí el de antes,
sí el de tus sueños,
sí aquel que decías, sostenía tu vida,
-elegida, no elegida-;

pero no más:

solo un escape, pobre,
¡tan, tan pobre!

el único que pudimos,
tuvimos,

dada la distancia,
dadas las personas,
dadas las circunstancias,

dadas tus inútiles precauciones.

(en mi caso, sí había vuelto a enamorarme);

¡no importa si lo supiste, lo sabés,
no importa si otros, quienes sean,
lo supieron, lo saben!

mis sentimientos no fueron una broma,
ni un pasatiempo para sobrellevar el tedio,

no fueron un mero recuerdo acarreado por la fuerza;

no fueron desahogo,
tampoco, huida de la angustiosa cotideaneidad;

aunque, tal vez,
me engañé,
-todavía no lo tengo muy en claro-;

sé que sufrí como loca,
necesitaba repetir tu nombre,
aquí, por la calle, a quien sea,
adonde sea;

sé que a algunos les molestaba,

-aun así-...

Cierto día,
como era previsible,

ni ese escaso decir,
ni esas más que insuficientes palabras
que poco a poco, iban diluyéndose,

hasta formar parte de tanto residuo
virtual.

Apenas, quedaron las mías,
contenidas en un inconmensurable bagaje verbal,
altamente inspirado
en ese vínculo quimérico.

Hoy

soy piedra.

Mi alma,
envuelta en lúgubre gris,
se enclaustró,

negada, absolutamente,

a tu memoria.

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Cristina Del Gaudio

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