lunes, julio 08, 2019

De pesadillas grotescas, de sueños estimulantes

Uno se levanta cansado,
como si no hubiera dormido;

pero los otros

no tienen la culpa;

en todo caso,
los que la tienen, de algún modo,

no son los que nos rodean,
los que nos llaman por teléfono,
los que nos cruzamos por la calle.

Uno, claro,
quizás, no tenga un buen día;

peleas nocturnas
con seres, objetos, situaciones

que existieron, que pudieron existir,
¡que no existen!

sueños negros,
escabrosos,

reemplazaron
a aquellos,
los livianos,
los dignos de recordar,

los que nos hacen sonreír
durante un largo rato,

aparentemente,
sin motivo.

Quizás,
haya algo detrás
de esas imágenes densas,

de eso que nos atemorizó,

que nos produjo rechazo, pena,
desazón,

tal vez, hasta un grito
que estalló, de pronto,
en la madrugada

y no recordamos
el motivo.

Algo quiere decirnos
el inconsciente no tan inconsciente;

algo que es muy probable

que ya sepamos.

Pocos entienden:

despertamos,
y de algún modo,
es una pesadilla,

-así, la pesadilla-ficción
haya finalizado-;

despertamos
a nuevos miedos,
o los de siempre,

nuevos problemas a enfrentar,
nuevos retos

algunos, no dejan de ser
estimulantes,
aunque no siempre;

despertamos

a un nuevo comienzo,
a un nuevo final de una vieja etapa,

a una nueva probabilidad
de concretar un logro,
un proyecto,

por eso,

no será hoy,
será mañana
o en un rato más,
¿quién sabe?

(un mal despertar
no hace a la vida);

por el contrario,

resultaría, entonces, imprescindible,
aniquilar esos pensamientos,
apenas, resabios
de una horrenda experiencia onírica.

Bastaría con abrir las ventanas,
recibir esos indescriptibles rayos de sol,

exponer a su calor, la cara,
el alma,

¡un nuevo día!
¡se parece en tanto a la primavera!

un nuevo día,
-más, menos "pesadillesco"-
nos propone, ya mismo,

la auto-devolución
de aquellos,

nuestros entrañables sueños,

de los que por uno u otro motivo,
en un pasado no muy lejano,
decidimos apartarnos;

también, los de las horas despiertas,
con su estímulo, imparable,

portadores, incesantes,
de sonrisas

y de risas.

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Cristina Del Gaudio

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