Un sueño,
uno solo.
¿El mismo?
quizás.
Con el tiempo
hay vivencias,
actitudes, pensamientos
que cambiaron
y siguen cambiando.
Y está bien.
La cuestión
es que ese sueño me mantiene en vigilia;
me persigue
día y noche,
me atormenta
aun, en mis actos más simples;
me ilusiona
y desilusiona
al mismo tiempo.
Mi sueño
es mi sostén,
mi aliciente,
un sentimiento convertido en idea
que me impulsa a levantarme,
a seguir insistiendo,
a seguir.
También,
la mano que me hunde
una mentira que exhibe
lo que no va a sucederme;
la voz, el susurro
que tienta
para, enseguida, esfumarse;
mi sueño,
ese sueño
no va a dejarme;
apenas, si sirve
para que escriba sobre él,
para que la creatividad
no se extinga;
disparador certero de tremendas emociones,
contenidas, incontenibles;
ansias
que en vano,
esperan ser apaciguadas;
mi sueño
es, además, mi peor pesadilla.
Pero no podría
abstenerme;
no soporto el tedio,
el repetir esto, lo otro,
lo demás,
día tras día;
¡no puedo vivir
sin ese sueño,
como se de, como se presente!
cuando pienso en mi sueño,
-es decir, casi todo el tiempo-,
puedo imaginar que lo estoy viviendo
¿por qué no?
aquel gran poeta decía
que la vida es sueño;
tal vez, no se trate simplemente
de una experiencia onírica;
es probable
que toda mi vida esté
vorazmente asida
a ese sueño,
¡mi bello, abrumador, sueño!
lunes, diciembre 30, 2019
domingo, diciembre 29, 2019
Extraer aquello que sume
Pena me da
la ignorancia;
no se trata de haber leído,
estudiado,
de saber más o menos
de esta, de cualquier materia;
no se trata de acudir o no
a alguna institución
que enseñe -o pretenda enseñar-
lo que fuera;
está bien
que se aprenda, claro,
pero cada uno debería extraer
de toda esa información,
de toda esa verborragia,
aquello que le sirva,
le sume,
le haga ver,
le haga ver-se.
Las escuelas, academias, universidades
y demás,
solo brindan herramientas,
los docentes arrojan sus ideas,
recomiendan textos según su propia postura,
algunos, con un muy evidente fervor
e insistencia;
está en el alumno,
en el discípulo
adaptar esos dogmas,
si se quiere,
reconvertir
esas extensas diatribas
según la propia existencia;
confiar, cada uno, en su discernimiento,
no tomar, a ciegas, todo lo que le dicen, recomiendan,
proporcionan,
ni los docentes, ni los periodistas,
ni los políticos, ni los religiosos,
ni el Papa,
nadie.
Somos libres,
naturalmente libres,
crecemos
de modo no muy distinto
a ese pino, a ese pájaro,
a esa flor;
ellos no cambian,
no transforman su desarrollo,
su destino, -podría decirse-
a pesar
de todas las inclemencias climáticas,
resisten,
siguen,
se reinician,
hasta el final.
No necesitan que se les indique
qué hacer, cómo seguir,
cuándo florecer
o dejar de hacerlo;
no están pendientes
del pensamiento, la mirada,
la atención,
las palabras
de nadie.
Así,
debería sucedernos.
Cualquiera llega
y nos convence,
por eso, las religiones,
por eso, los fanatismos
de toda índole;
por eso...¡la idolatría!
¡cuán deplorable significante
para tan peligroso, tétrico
significado!
Somos esto que somos.
Es nuestra esencia,
morimos en vida
si nos alejamos de ella.
No debería
nadie, en ningún ámbito,
cambiarnos,
ni siquiera intentar
hacerlo.
Deberíamos enorgullecernos
¡mucho más!
de ser como somos.
¡Sostener, defender nuestra verdad!
a pesar de ellos, de otros,
de los que estuvieron, de lo que afirmaron,
de los que están, de lo que afirman,
de lo que aseguran, muchos y en tantas ocasiones,
sin asidero alguno.
Aun, en medio
de ese aplastante ronroneo enloquecedor,
no olvidar, jamás,
lo que importa:
somos únicos,
irreemplazables,
¡libres!
la ignorancia;
no se trata de haber leído,
estudiado,
de saber más o menos
de esta, de cualquier materia;
no se trata de acudir o no
a alguna institución
que enseñe -o pretenda enseñar-
lo que fuera;
está bien
que se aprenda, claro,
pero cada uno debería extraer
de toda esa información,
de toda esa verborragia,
aquello que le sirva,
le sume,
le haga ver,
le haga ver-se.
Las escuelas, academias, universidades
y demás,
solo brindan herramientas,
los docentes arrojan sus ideas,
recomiendan textos según su propia postura,
algunos, con un muy evidente fervor
e insistencia;
está en el alumno,
en el discípulo
adaptar esos dogmas,
si se quiere,
reconvertir
esas extensas diatribas
según la propia existencia;
confiar, cada uno, en su discernimiento,
no tomar, a ciegas, todo lo que le dicen, recomiendan,
proporcionan,
ni los docentes, ni los periodistas,
ni los políticos, ni los religiosos,
ni el Papa,
nadie.
Somos libres,
naturalmente libres,
crecemos
de modo no muy distinto
a ese pino, a ese pájaro,
a esa flor;
ellos no cambian,
no transforman su desarrollo,
su destino, -podría decirse-
a pesar
de todas las inclemencias climáticas,
resisten,
siguen,
se reinician,
hasta el final.
No necesitan que se les indique
qué hacer, cómo seguir,
cuándo florecer
o dejar de hacerlo;
no están pendientes
del pensamiento, la mirada,
la atención,
las palabras
de nadie.
Así,
debería sucedernos.
Cualquiera llega
y nos convence,
por eso, las religiones,
por eso, los fanatismos
de toda índole;
por eso...¡la idolatría!
¡cuán deplorable significante
para tan peligroso, tétrico
significado!
Somos esto que somos.
Es nuestra esencia,
morimos en vida
si nos alejamos de ella.
No debería
nadie, en ningún ámbito,
cambiarnos,
ni siquiera intentar
hacerlo.
Deberíamos enorgullecernos
¡mucho más!
de ser como somos.
¡Sostener, defender nuestra verdad!
a pesar de ellos, de otros,
de los que estuvieron, de lo que afirmaron,
de los que están, de lo que afirman,
de lo que aseguran, muchos y en tantas ocasiones,
sin asidero alguno.
Aun, en medio
de ese aplastante ronroneo enloquecedor,
no olvidar, jamás,
lo que importa:
somos únicos,
irreemplazables,
¡libres!
sábado, diciembre 28, 2019
Esa valorización de lo que realmente vale
Sé del dolor,
del sacrificio
de aquellos que viniendo de tan lejos,
trabajaron duro,
lucharon por sus seres queridos,
contribuyeron a hacer nuestra patria.
En mi sangre
se desliza el mismo fluido, pleno de lucha,
del no dejarse vencer,
de hacer lo que se tiene que hacer,
más allá de gobiernos, de problemas de toda índole,
de pérdidas,
de penas,
difíciles de superar.
Esa sangre arde en mí,
me incita,
me inclina a salir
de cualquier dificultad,
a soñar
con que es posible
aun, lo impensable
para tantos;
nada es imposible
si se ama,
si se sostienen las ideas,
¡si se es insobornable!
si se cuidan
los más preciados sueños,
si no se teme al sacrificio,
ni a las debilidades,
si no se hace lo que sea
en pos de un engañoso éxito;
¡si se deja de lado
el miedo!
por eso,
hoy, mañana, también
me levanto, me levantaré
y tomo, tomaré consciencia,
¡soy parte de ellos!
los que no se detenían a cuestionarse,
los que aceptaban,
-no digo resignaban, de ningún modo-;
los inmigrantes
que llegaron a tierras extrañas
con sus ínfimas pertenencias,
¡con tan poco
y tanto por hacer,
por reinventarse,
por sostener!
solos, en familia, indistintamente,
vinieron sin nada
y construyeron sus hogares,
¡y tuvieron paciencia, voluntad,
fe!
¡años les llevó lograr esas pequeñas metas!
y no le temieron al esfuerzo,
aunque, desmedido,
por el contrario, era su orgullo:
llegar a su casa,
recibir los alimentos
ganados con su trabajo,
el amor de los suyos,
de tantos otros,
la enseñanza
a través del ejemplo,
fructificó en esa toma de consciencia,
esa hombría de bien,
esa valorización de lo que realmente vale
que los años
trasladaron, -así, ellos no lo sepan ni lo sabrán-,
a su descendencia.
(Gracias
por siempre).
del sacrificio
de aquellos que viniendo de tan lejos,
trabajaron duro,
lucharon por sus seres queridos,
contribuyeron a hacer nuestra patria.
En mi sangre
se desliza el mismo fluido, pleno de lucha,
del no dejarse vencer,
de hacer lo que se tiene que hacer,
más allá de gobiernos, de problemas de toda índole,
de pérdidas,
de penas,
difíciles de superar.
Esa sangre arde en mí,
me incita,
me inclina a salir
de cualquier dificultad,
a soñar
con que es posible
aun, lo impensable
para tantos;
nada es imposible
si se ama,
si se sostienen las ideas,
¡si se es insobornable!
si se cuidan
los más preciados sueños,
si no se teme al sacrificio,
ni a las debilidades,
si no se hace lo que sea
en pos de un engañoso éxito;
¡si se deja de lado
el miedo!
por eso,
hoy, mañana, también
me levanto, me levantaré
y tomo, tomaré consciencia,
¡soy parte de ellos!
los que no se detenían a cuestionarse,
los que aceptaban,
-no digo resignaban, de ningún modo-;
los inmigrantes
que llegaron a tierras extrañas
con sus ínfimas pertenencias,
¡con tan poco
y tanto por hacer,
por reinventarse,
por sostener!
solos, en familia, indistintamente,
vinieron sin nada
y construyeron sus hogares,
¡y tuvieron paciencia, voluntad,
fe!
¡años les llevó lograr esas pequeñas metas!
y no le temieron al esfuerzo,
aunque, desmedido,
por el contrario, era su orgullo:
llegar a su casa,
recibir los alimentos
ganados con su trabajo,
el amor de los suyos,
de tantos otros,
la enseñanza
a través del ejemplo,
fructificó en esa toma de consciencia,
esa hombría de bien,
esa valorización de lo que realmente vale
que los años
trasladaron, -así, ellos no lo sepan ni lo sabrán-,
a su descendencia.
(Gracias
por siempre).
jueves, diciembre 26, 2019
Un deseo exiguo
Quisiera poder decir
todas esas frases,
esas conjunciones maravillosas
de signos
que son letras
que son palabras;
mi expresión,
mi reto,
desde hace tanto.
Sin embargo,
se percibe un profundo vacío
en el baúl del sentir,
lejos está esa avidez
por llenarlo hasta el tope
con mis versos,
con mi prosa,
fruto de tantos sueños rotos,
de tantos otros
cumplidos,
de tantos
por cumplirse
o no;
carezco, al menos hoy,
de esa verborragia imparable;
no tengo
más que un deseo exiguo,
una canción que apenas se escucha desde un lugar ignoto,
una melodía
que casi ni se atreve al susurro;
tal vez,
sea el canto de los pájaros,
el de las sirenas.
Lo cierto es que mi corazón no se exalta
de aquel modo,
no espero lo que esperaba,
ni anhelo lo que sé no llegará.
No es pesimismo,
es aceptar,
-no tengo alternativa-.
Vos
serás el emblema
de lo que no pude volver a alcanzar,
de lo que alguna vez tuve
y no sé, quizás por ese fervor, insaciable
de la juventud,
por ese nunca parar de buscar y buscar
para jamás conformarse,
te perdí;
a vos
te ocurrió algo similar.
Serás, repito,
ese emblema,
aunque no queden demasiados resabios
del que tanto me atrapó
y en tantas ocasiones;
decido cesar en esos múltiples intentos,
renunciar a mis súplicas patéticas;
le pido al corazón
que deje de latir
que deje de latir
por vos,
por lo que significaste;
serás, repito,
lo que no pude volver a alcanzar;
como ese objeto, el que fuera,
al que no se puede acceder
de ningún modo;
Pasaré, fugazmente,
por la misma vidriera
pero ya no me detendré,
¡no dejaré que el tiempo se acabe!
intentaré recuperar aquel impulso,
apostar a nuevas ganas,
nuevas maneras
de querer;
optar, ¡al fin!
por otro rumbo,
¡quién sabe cuáles,
cuántas sorpresas
podrían estar aguardándome!
todas esas frases,
esas conjunciones maravillosas
de signos
que son letras
que son palabras;
mi expresión,
mi reto,
desde hace tanto.
Sin embargo,
se percibe un profundo vacío
en el baúl del sentir,
lejos está esa avidez
por llenarlo hasta el tope
con mis versos,
con mi prosa,
fruto de tantos sueños rotos,
de tantos otros
cumplidos,
de tantos
por cumplirse
o no;
carezco, al menos hoy,
de esa verborragia imparable;
no tengo
más que un deseo exiguo,
una canción que apenas se escucha desde un lugar ignoto,
una melodía
que casi ni se atreve al susurro;
tal vez,
sea el canto de los pájaros,
el de las sirenas.
Lo cierto es que mi corazón no se exalta
de aquel modo,
no espero lo que esperaba,
ni anhelo lo que sé no llegará.
No es pesimismo,
es aceptar,
-no tengo alternativa-.
Vos
serás el emblema
de lo que no pude volver a alcanzar,
de lo que alguna vez tuve
y no sé, quizás por ese fervor, insaciable
de la juventud,
por ese nunca parar de buscar y buscar
para jamás conformarse,
te perdí;
a vos
te ocurrió algo similar.
Serás, repito,
ese emblema,
aunque no queden demasiados resabios
del que tanto me atrapó
y en tantas ocasiones;
decido cesar en esos múltiples intentos,
renunciar a mis súplicas patéticas;
le pido al corazón
que deje de latir
que deje de latir
por vos,
por lo que significaste;
serás, repito,
lo que no pude volver a alcanzar;
como ese objeto, el que fuera,
al que no se puede acceder
de ningún modo;
Pasaré, fugazmente,
por la misma vidriera
pero ya no me detendré,
¡no dejaré que el tiempo se acabe!
intentaré recuperar aquel impulso,
apostar a nuevas ganas,
nuevas maneras
de querer;
optar, ¡al fin!
por otro rumbo,
¡quién sabe cuáles,
cuántas sorpresas
podrían estar aguardándome!
martes, diciembre 24, 2019
Ellos no tienen nada que ver
Aunque las penas
se empeñen
en seguirnos
el día que sea,
laborable, de festejo,
Navidad.
Aunque el dolor
haya quedado apretado en el estómago,
cierre la garganta,
opaque el alma
y no haya manera
de extirparlo.
Así,
nos convenzamos
de que esta vez pudimos,
de que no insistirá
en su acecho;
de que las lágrimas, contenidas
se solidificarán
y no volverán
a presentarse;
puede que se regrese
en un día como este
o en cualquier otro
a esas palabras,
a la tan horrenda sensación
ante un adiós nunca deseado;
puede que retorne esa imagen
del ser amado
partiendo
hacia otros rumbos,
hábitos, amores;
puede que pase,
¿por qué no?
¡que sirva la vuelta de esas lágrimas,
entonces!
que limpie esos rastros
que no nos dejan ver
que nos impiden
vincularnos,
que nos alejan
de los otros,
¡ellos no tienen nada que ver!
todo es posible
cuando los sentimientos se liberan;
puede que sonríamos
y consigamos seguir
o hacer que seguimos,
que compartimos esa alegría
siquiera, por ese momento,
durante ese rato, junto a los otros,
los que, insisto, no tienen nada que ver,
ni por qué participar
de nuestra tristeza;
puede que logremos tener ese brindis
con quienes también, amamos
-claro que de otro modo-,
o con quien sea,
a sabiendas
que no será con vos,
como no lo fue aquella vez,
ni aquella otra,
ni en tantas ocasiones.
Al parecer,
tampoco lo será en esta oportunidad.
Probablemente
-pese a que cueste y mucho
aceptarlo-
no podrá darse aquello,
ni algo parecido,
nunca más.
se empeñen
en seguirnos
el día que sea,
laborable, de festejo,
Navidad.
Aunque el dolor
haya quedado apretado en el estómago,
cierre la garganta,
opaque el alma
y no haya manera
de extirparlo.
Así,
nos convenzamos
de que esta vez pudimos,
de que no insistirá
en su acecho;
de que las lágrimas, contenidas
se solidificarán
y no volverán
a presentarse;
puede que se regrese
en un día como este
o en cualquier otro
a esas palabras,
a la tan horrenda sensación
ante un adiós nunca deseado;
puede que retorne esa imagen
del ser amado
partiendo
hacia otros rumbos,
hábitos, amores;
puede que pase,
¿por qué no?
¡que sirva la vuelta de esas lágrimas,
entonces!
que limpie esos rastros
que no nos dejan ver
que nos impiden
vincularnos,
que nos alejan
de los otros,
¡ellos no tienen nada que ver!
todo es posible
cuando los sentimientos se liberan;
puede que sonríamos
y consigamos seguir
o hacer que seguimos,
que compartimos esa alegría
siquiera, por ese momento,
durante ese rato, junto a los otros,
los que, insisto, no tienen nada que ver,
ni por qué participar
de nuestra tristeza;
puede que logremos tener ese brindis
con quienes también, amamos
-claro que de otro modo-,
o con quien sea,
a sabiendas
que no será con vos,
como no lo fue aquella vez,
ni aquella otra,
ni en tantas ocasiones.
Al parecer,
tampoco lo será en esta oportunidad.
Probablemente
-pese a que cueste y mucho
aceptarlo-
no podrá darse aquello,
ni algo parecido,
nunca más.
lunes, diciembre 23, 2019
Un aire de abrazos
No es la mesa
más, menos, grande,
más, menos, decorada;
no es el árbol,
ni los regalos,
nada de eso.
Es un aire
que puede respirarse,
aun, en medio
de tantas dificultades
para tantos,
aun, en medio
de temores, incertidumbre,
soledad;
un aire
que tiene mucho de la niñez,
de esa encantadora inocencia;
de los primeros amores,
de los que les siguieron,
del último,
del que partió.
Un aire de nostalgia,
de emoción, incontenibles,
un aire
de abrazos dados,
o arrepentidos
por no haberse concretado;
¡abrazos que aún se está a tiempo
de dar!
un aire
que puede tocarse,
una sonrisa
que viene desde lejos;
las cortinas se abren
y por la ventana
alguien que se fue,
alguien a quien, en algún momento,
se dejó de lado,
regresa
y se le hace un lugar,
siempre lo tuvo,
al menos,
entre estas, otras letras;
para que no se vaya de nuevo,
para que mientras esté,
no se lo deje
ni por un rato.
más, menos, grande,
más, menos, decorada;
no es el árbol,
ni los regalos,
nada de eso.
Es un aire
que puede respirarse,
aun, en medio
de tantas dificultades
para tantos,
aun, en medio
de temores, incertidumbre,
soledad;
un aire
que tiene mucho de la niñez,
de esa encantadora inocencia;
de los primeros amores,
de los que les siguieron,
del último,
del que partió.
Un aire de nostalgia,
de emoción, incontenibles,
un aire
de abrazos dados,
o arrepentidos
por no haberse concretado;
¡abrazos que aún se está a tiempo
de dar!
un aire
que puede tocarse,
una sonrisa
que viene desde lejos;
las cortinas se abren
y por la ventana
alguien que se fue,
alguien a quien, en algún momento,
se dejó de lado,
regresa
y se le hace un lugar,
siempre lo tuvo,
al menos,
entre estas, otras letras;
para que no se vaya de nuevo,
para que mientras esté,
no se lo deje
ni por un rato.
Brindis eterno
Aunque
pasen los años
y ese amor
que quisiera probar,
reiniciarse
en otro sitio,
no se atreva;
aunque
ni una letra,
ni un sonido,
ni un indicio
de tu presencia
o ausencia
las evidencien;
a pesar de que el paso lento
trastabille por la casa solitaria,
en busca de algo o de nada;
a pesar de tu abandono
y el mío,
seguirás en mi corazón;
estarás en cada último pensamiento
antes de conciliar el inconciliable sueño;
brindaré por vos,
por ese recuerdo omnipresente,
también en esta,
en todas las navidades,
imagino,
hasta la última.
pasen los años
y ese amor
que quisiera probar,
reiniciarse
en otro sitio,
no se atreva;
aunque
ni una letra,
ni un sonido,
ni un indicio
de tu presencia
o ausencia
las evidencien;
a pesar de que el paso lento
trastabille por la casa solitaria,
en busca de algo o de nada;
a pesar de tu abandono
y el mío,
seguirás en mi corazón;
estarás en cada último pensamiento
antes de conciliar el inconciliable sueño;
brindaré por vos,
por ese recuerdo omnipresente,
también en esta,
en todas las navidades,
imagino,
hasta la última.
domingo, diciembre 22, 2019
Como el pino
Así, como el pino
resisto
el golpeteo de las gotas de lluvia,
los potentes rayos del sol de verano,
la embestida del viento,
las tormentas más devastadoras,
los truenos,
el granizo.
Todo lo resisto.
Y sigo.
Y aunque tantas veces mis propias ramas
se agiten,
padezcan, pierdan parte de su fuerza,
otras, gozo, indeciblemente,
con las mullidas caricias de la llovizna,
las gotas del rocío,
en esas noches inolvidables,
el tibio sol,
irreemplazable abrigo en los días helados;
o me invade, por sorpresa, la magia de luna,
hasta hipnotizarme.
Como sea,
como se de,
sigo en pie,
igual que el pino.
No importa si el agua proviene
del cielo,
o de la canilla -y sabe a cloro-,
-lo mismo, el pino-.
De un modo u otro,
resisto.
Sigo creciendo, intentándolo,
a veces, se me ve decaída,
-también, al pino-.
Pero no se engañen,
siempre logro emerger,
renovar, reverdecer;
de pronto, vuelvo a ser la misma,
o mejor, quizás, mejor.
Brindo mi oxígeno,
mi frescura,
mi aroma,
sin esperar
retribuciones,
al igual
que el pino.
Derramo, aquí y por todas partes
ese caudal, inmenso, de palabras,
intento trasladar a otros mi optimismo,
mis ganas,
desde mi decir;
confío, cada día,
en un nuevo empezar;
-aunque, últimamente
no me preocupa ni ocupa
demasiado-.
Elijo vivir el hoy, el ahora.
O no elijo,
simplemente soy, estoy.
También, el pino.
resisto
el golpeteo de las gotas de lluvia,
los potentes rayos del sol de verano,
la embestida del viento,
las tormentas más devastadoras,
los truenos,
el granizo.
Todo lo resisto.
Y sigo.
Y aunque tantas veces mis propias ramas
se agiten,
padezcan, pierdan parte de su fuerza,
otras, gozo, indeciblemente,
con las mullidas caricias de la llovizna,
las gotas del rocío,
en esas noches inolvidables,
el tibio sol,
irreemplazable abrigo en los días helados;
o me invade, por sorpresa, la magia de luna,
hasta hipnotizarme.
Como sea,
como se de,
sigo en pie,
igual que el pino.
No importa si el agua proviene
del cielo,
o de la canilla -y sabe a cloro-,
-lo mismo, el pino-.
De un modo u otro,
resisto.
Sigo creciendo, intentándolo,
a veces, se me ve decaída,
-también, al pino-.
Pero no se engañen,
siempre logro emerger,
renovar, reverdecer;
de pronto, vuelvo a ser la misma,
o mejor, quizás, mejor.
Brindo mi oxígeno,
mi frescura,
mi aroma,
sin esperar
retribuciones,
al igual
que el pino.
Derramo, aquí y por todas partes
ese caudal, inmenso, de palabras,
intento trasladar a otros mi optimismo,
mis ganas,
desde mi decir;
confío, cada día,
en un nuevo empezar;
-aunque, últimamente
no me preocupa ni ocupa
demasiado-.
Elijo vivir el hoy, el ahora.
O no elijo,
simplemente soy, estoy.
También, el pino.
sábado, diciembre 21, 2019
Sin escondites
Claro que voy a decirte
siempre, siempre, ¡siempre!
lo que siento;
no hay lugar
para esconderse ya,
no hay escondites;
estuviera donde estuviera,
estuvieras donde estuvieras,
del modo en que sea,
nos encontraríamos.
Pasó la etapa
del no demostrar,
del no expresar,
del no admitir;
del reservarse
toda esa pila de sensaciones,
toda esa maleta plena de pequeñas,
aunque, significativas
palabras, frases, actitudes.
Pequeños pero intensos arrebatos
de cariño, pasión,
con una dosis de locura;
pequeños sueños
que portan, consigo, otros tiempos,
que persisten
cuando no se construyeron
nuevos.
Pasó la época de mentirse,
de fingir desinterés;
se siente tan bien,
es tan liberador,
tan refrescante,
pronunciar ese o esos te quiero,
te deseo lo mejor,
te extraño,
sos de lo más lindo que me pasó,
te sueño,
escribí esto, esto
y esto
¡y mucho más!
todo,
pensando en vos,
sintiéndote en ese presente,
el del acto creativo,
luego de haberte pensado
o repensado
y reinventado;
luego de haberme dado cuenta
de que no queda demasiado tiempo,
¡nunca queda demasiado tiempo!
es preciso que te lo diga,
-claro que un poco tiene que ver
la Navidad, tan próxima-,
¡ese halo, ese film que proyecta la mente,
en el que desfilan todos esos festejos,
esos regalos, esa felicidad real!
por eso...
no me importa reconocerlo
y decírtelo:
estás entre lo que más quise,
no me importa si esta confesión te perturba,
-sé que no, sé que es todo lo contrario.-
Estás
entre las alegrías, las risas más añoradas,
entre los placeres más vívidos,
entre los abrazos más contenedores,
más ciertos,
abrazos
que se prolongaron,
se prolongan
-así, no se hayan repetido-,
durante toda la vida.
siempre, siempre, ¡siempre!
lo que siento;
no hay lugar
para esconderse ya,
no hay escondites;
estuviera donde estuviera,
estuvieras donde estuvieras,
del modo en que sea,
nos encontraríamos.
Pasó la etapa
del no demostrar,
del no expresar,
del no admitir;
del reservarse
toda esa pila de sensaciones,
toda esa maleta plena de pequeñas,
aunque, significativas
palabras, frases, actitudes.
Pequeños pero intensos arrebatos
de cariño, pasión,
con una dosis de locura;
pequeños sueños
que portan, consigo, otros tiempos,
que persisten
cuando no se construyeron
nuevos.
Pasó la época de mentirse,
de fingir desinterés;
se siente tan bien,
es tan liberador,
tan refrescante,
pronunciar ese o esos te quiero,
te deseo lo mejor,
te extraño,
sos de lo más lindo que me pasó,
te sueño,
escribí esto, esto
y esto
¡y mucho más!
todo,
pensando en vos,
sintiéndote en ese presente,
el del acto creativo,
luego de haberte pensado
o repensado
y reinventado;
luego de haberme dado cuenta
de que no queda demasiado tiempo,
¡nunca queda demasiado tiempo!
es preciso que te lo diga,
-claro que un poco tiene que ver
la Navidad, tan próxima-,
¡ese halo, ese film que proyecta la mente,
en el que desfilan todos esos festejos,
esos regalos, esa felicidad real!
por eso...
no me importa reconocerlo
y decírtelo:
estás entre lo que más quise,
no me importa si esta confesión te perturba,
-sé que no, sé que es todo lo contrario.-
Estás
entre las alegrías, las risas más añoradas,
entre los placeres más vívidos,
entre los abrazos más contenedores,
más ciertos,
abrazos
que se prolongaron,
se prolongan
-así, no se hayan repetido-,
durante toda la vida.
miércoles, diciembre 18, 2019
De victimarios, de víctimas
Uno se equivoca.
Existen distintos tipos de equivocaciones,
diversas consecuencias,
según el error, según cómo, cuándo
se hayan dado los hechos,
más, menos graves.
Uno es humano.
Eso no justifica
el daño a otro,
no justifica mentirle, manipularlo,
no justifica fingir sentimientos, sensaciones,
pero tampoco justifica acusarlo,
hacerlo cargo de todas las implicancias,
cuando uno, a conciencia, tuvo algo o mucho que ver;
pero uno, otros,
lo hacen.
Y vuelven a equivocarse.
Por eso,
no miro una sola cara de la moneda,
intento ver ¡y entender! ambas;
si hay un abusador,
salvo que se trate de una "víctima" que no puede defenderse
-por distintos motivos: discapacidad, edad, ignorancia, ¿por qué no? ingenuidad-
digo, entonces
si hay un abusador,
si el abuso es psicológico, físico,
el que sea
hay una víctima
que propició ese abuso.
Tolerar, seguir el juego,
aparta, -diría, totalmente-,
de esa supuesta condición de víctima.
Pese a ello, pese a todo
no justifica el hecho,
más, menos, fuerte,
más, menos, violento, conflictivo, vergonzoso,
claro que no;
pero siempre uno puede negarse,
siempre se puede escapar,
(salvo que se esté en peligro,
a merced de un loco/a
dispuesto/a a todo);
si no fuera así,
se debería dejar ir,
soltar,
aunque cueste.
Pero como se es humano,
repito, se cometen errores
-y horrores-.
Y esos errores y horrores
provocan, tantas veces, tremendas, dolorosas, culpas
que se arrastran,
día tras día,
al punto de entorpecer, gravemente,
la existencia.
Si uno se prestó a un determinado juego,
si no desistió, si no se resistió,
si por el contrario, intervino,
puso algo, mucho, demasiado
de su parte,
así, no quiera reconocerse,
uno no es la víctima;
así,
por miedo, por no poder negarse,
por no perder a alguien,
por estar atravesando un momento difícil,
se acceda
a determinados requerimientos,
se diga
lo que no se desea decir,
se haga como si...
¡muchas veces, casi siempre,
se trata de ese enfermizo temor!
el que contamina,
condiciona la voluntad,
enturbia el espíritu;
entonces,
uno se vuelve más y más vulnerable.
es posible que no se lo haya, siquiera, imaginado,
-mucho menos, planeado-,
es muy probable que se haya dicho, hecho lo que sea
sin prever lo que sucedería;
aun así,
cada uno de los participantes
tiene que ver con esa historia;
también uno, por no haberla interrumpido
a tiempo;
como dije antes,
salvo en situaciones particulares,
excluyentes,
no solo es el otro, la otra,
también uno
inexorablemente,
es culpable.
Existen distintos tipos de equivocaciones,
diversas consecuencias,
según el error, según cómo, cuándo
se hayan dado los hechos,
más, menos graves.
Uno es humano.
Eso no justifica
el daño a otro,
no justifica mentirle, manipularlo,
no justifica fingir sentimientos, sensaciones,
pero tampoco justifica acusarlo,
hacerlo cargo de todas las implicancias,
cuando uno, a conciencia, tuvo algo o mucho que ver;
pero uno, otros,
lo hacen.
Y vuelven a equivocarse.
Por eso,
no miro una sola cara de la moneda,
intento ver ¡y entender! ambas;
si hay un abusador,
salvo que se trate de una "víctima" que no puede defenderse
-por distintos motivos: discapacidad, edad, ignorancia, ¿por qué no? ingenuidad-
digo, entonces
si hay un abusador,
si el abuso es psicológico, físico,
el que sea
hay una víctima
que propició ese abuso.
Tolerar, seguir el juego,
aparta, -diría, totalmente-,
de esa supuesta condición de víctima.
Pese a ello, pese a todo
no justifica el hecho,
más, menos, fuerte,
más, menos, violento, conflictivo, vergonzoso,
claro que no;
pero siempre uno puede negarse,
siempre se puede escapar,
(salvo que se esté en peligro,
a merced de un loco/a
dispuesto/a a todo);
si no fuera así,
se debería dejar ir,
soltar,
aunque cueste.
Pero como se es humano,
repito, se cometen errores
-y horrores-.
Y esos errores y horrores
provocan, tantas veces, tremendas, dolorosas, culpas
que se arrastran,
día tras día,
al punto de entorpecer, gravemente,
la existencia.
Si uno se prestó a un determinado juego,
si no desistió, si no se resistió,
si por el contrario, intervino,
puso algo, mucho, demasiado
de su parte,
así, no quiera reconocerse,
uno no es la víctima;
así,
por miedo, por no poder negarse,
por no perder a alguien,
por estar atravesando un momento difícil,
se acceda
a determinados requerimientos,
se diga
lo que no se desea decir,
se haga como si...
¡muchas veces, casi siempre,
se trata de ese enfermizo temor!
el que contamina,
condiciona la voluntad,
enturbia el espíritu;
entonces,
uno se vuelve más y más vulnerable.
es posible que no se lo haya, siquiera, imaginado,
-mucho menos, planeado-,
es muy probable que se haya dicho, hecho lo que sea
sin prever lo que sucedería;
aun así,
cada uno de los participantes
tiene que ver con esa historia;
también uno, por no haberla interrumpido
a tiempo;
como dije antes,
salvo en situaciones particulares,
excluyentes,
no solo es el otro, la otra,
también uno
inexorablemente,
es culpable.
martes, diciembre 17, 2019
¡Shhhhhhhhhhhhhh!
Ruidos, ruidos, ¡ruidos!
impiden enfocarse,
anulan toda inclinación
a crear,
a concretar esa transmisión;
resulta inhumano,
tóxico,
sobrevivir en medio de este enjambre
de sonidos molestos,
de todo tipo;
no le dan lugar
al canto de los pájaros,
al susurro del viento,
a las palabras, las ideas
que se presentan en nuestra mente,
las que el alma ya no puede contener;
pero nadie escucha,
¡nadie puede escuchar!
demasiada tortura auditiva,
demasiado palabrerío malintencionado,
demasiadas explicaciones innecesarias,
demasiada televisión, redes,
tecnología;
por eso, lo de escribirse,
por eso, lo de enviarse e-mojis,
por eso,
los teléfonos, enmudecidos.
Llega un momento
en que nada, en absoluto
puede penetrar
en nuestra casi extinta posibilidad de pensamiento;
se nos confunden
nuestras opiniones, nuestras consideraciones
con aquellas
que intentan, intentan ¡vuelven a intentar!
introducirnos;
¡cállense, por favor, cállense,
de una vez por todas!
mi garganta gritará solo por escrito,
esta será mi manera,
esta será mi voz
que pide, implora, algo de mutismo,
el cese, inmediato, de los ensordecedores
de siempre;
¡cierren la boca, dejen de decir, prometer, inventar!
-ya no nos engañan-,
hagan más y digan menos;
estamos hartos de ese pronunciar imperativo,
hartos de tantas manipulaciones
emanadas de altavoces;
¡no griten, no somos sordos!
¡shhhhhhhhhhhhhh!
este espacio silente
que dura lo que se tarda
en teclear una letra
es tan valioso,
¡ni lo imaginan!
es necesario callar
y acallar
para poder entrelazar la reflexión
y el expresarla;
para poder dilucidar
los misterios, ciertas verdades
que en tantas ocasiones,
no son tan evidentes;
para recordar
quien se es,
para no olvidar
quien se es,
qué es lo que vinimos a decir,
a proponer, a hacer;
¡shhhhhhhhhhhhhh!
canta
un pájaro
y otro y otro más,
el viento mueve las cortinas,
se siente el regreso de lo más valioso,
¡la vida se impone,
como puede, como sea!
la vida,
nosotros,
nuestros retos cotidianos,
¡quiero poder escuchar mi clamor interno,
mis demandas,
mi llanto oculto!
reivindicar
nuestro derecho,
mi derecho
a re-conectarnos,
re-conectarme
con esa tan imprescindible,
-y tan poco valorada-
paz
que se parece, en mucho,
a la libertad.
impiden enfocarse,
anulan toda inclinación
a crear,
a concretar esa transmisión;
resulta inhumano,
tóxico,
sobrevivir en medio de este enjambre
de sonidos molestos,
de todo tipo;
no le dan lugar
al canto de los pájaros,
al susurro del viento,
a las palabras, las ideas
que se presentan en nuestra mente,
las que el alma ya no puede contener;
pero nadie escucha,
¡nadie puede escuchar!
demasiada tortura auditiva,
demasiado palabrerío malintencionado,
demasiadas explicaciones innecesarias,
demasiada televisión, redes,
tecnología;
por eso, lo de escribirse,
por eso, lo de enviarse e-mojis,
por eso,
los teléfonos, enmudecidos.
Llega un momento
en que nada, en absoluto
puede penetrar
en nuestra casi extinta posibilidad de pensamiento;
se nos confunden
nuestras opiniones, nuestras consideraciones
con aquellas
que intentan, intentan ¡vuelven a intentar!
introducirnos;
¡cállense, por favor, cállense,
de una vez por todas!
mi garganta gritará solo por escrito,
esta será mi manera,
esta será mi voz
que pide, implora, algo de mutismo,
el cese, inmediato, de los ensordecedores
de siempre;
¡cierren la boca, dejen de decir, prometer, inventar!
-ya no nos engañan-,
hagan más y digan menos;
estamos hartos de ese pronunciar imperativo,
hartos de tantas manipulaciones
emanadas de altavoces;
¡no griten, no somos sordos!
¡shhhhhhhhhhhhhh!
este espacio silente
que dura lo que se tarda
en teclear una letra
es tan valioso,
¡ni lo imaginan!
es necesario callar
y acallar
para poder entrelazar la reflexión
y el expresarla;
para poder dilucidar
los misterios, ciertas verdades
que en tantas ocasiones,
no son tan evidentes;
para recordar
quien se es,
para no olvidar
quien se es,
qué es lo que vinimos a decir,
a proponer, a hacer;
¡shhhhhhhhhhhhhh!
canta
un pájaro
y otro y otro más,
el viento mueve las cortinas,
se siente el regreso de lo más valioso,
¡la vida se impone,
como puede, como sea!
la vida,
nosotros,
nuestros retos cotidianos,
¡quiero poder escuchar mi clamor interno,
mis demandas,
mi llanto oculto!
reivindicar
nuestro derecho,
mi derecho
a re-conectarnos,
re-conectarme
con esa tan imprescindible,
-y tan poco valorada-
paz
que se parece, en mucho,
a la libertad.
lunes, diciembre 16, 2019
¡Improvisemos!
Tiempo perdido.
Años, meses, instantes,
muchos menos amaneceres,
muchos menos cielos azules,
muchas menos
puestas de sol,
mucho menos interés
en integrar esa paz que brinda la proximidad
de un lago, de un río, del mar;
muchas menos inquietantes
noches de luna;
muchos menos árboles,
verdes, amarillos, rojos, rosados,
¡todas las estaciones!
el viento, las más intensas tempestades,
no consiguieron sacudir
toda esa energía mortuoria;
los miedos, la ansiedad,
casi siempre,
inútiles;
en fin, pasó otro fin de semana,
y de nuevo, lunes,
mañana de lunes,
un sol a pleno
que apenas, valoramos,
¡un día tan bello!
pasaron las 8,
las 9...llegaron las 11
y el tiempo
se va acabando
¡se va acabando!
y seguimos penando
por lo que quizás, nunca suceda,
penando cuando hay penas
¡penando por si las hubiera!
de a poco,
nos fuimos quitando
hasta el permiso
para soñar;
¡soñar con esos amores,
esos besos, gestos, decires,
dignos de recordar
que el inconsciente
-y el consciente-
nos ofrecen!
para así,
transformar cada mañana
o alguna que otra,
¡siquiera, por un rato!
si dejáramos de fabular
catástrofes que aún no se produjeron,
que quizás, nunca lo hagan;
si dejáramos de bloquear
esos exquisitos instantes de ensueños,
ese valioso re-intento de alegría,
de verdadera alegría;
podría darse una situación,
un encuentro,
inesperados
que sacudieran las pelusas de la ira,
el polvo añejo de ese escepticismo crónico
al que otorgamos el poder absoluto
sobre nuestro espíritu.
No quitemos el sabor,
el aroma, el color
a cada una de las instancias.
No dejemos
que la vida se nos vaya;
no cedamos
ante la desidia,
esos malditos: no puedo,
no es posible, no es para mí,
mejor no,
mejor, mañana o no sé, otro día.
¡no!
probemos, probémonos frente al espejo,
ensayemos aquella sonrisa,
la de los tiempos que hoy consideramos
mejores.
por eso, por lo que fuera
pero antes que nada por nosotros,
resulta imperativo
abrir la mirada,
el corazón,
el alma,
re-descubrir lo cotidiano,
quitarle el tedio;
buscar, indagar, hacer
algo distinto
¡siempre lo hay!
devolvámonos
el impulso,
¡improvisemos!
creando, inventando
vivencias
insospechadas.
Años, meses, instantes,
muchos menos amaneceres,
muchos menos cielos azules,
muchas menos
puestas de sol,
mucho menos interés
en integrar esa paz que brinda la proximidad
de un lago, de un río, del mar;
muchas menos inquietantes
noches de luna;
muchos menos árboles,
verdes, amarillos, rojos, rosados,
¡todas las estaciones!
el viento, las más intensas tempestades,
no consiguieron sacudir
toda esa energía mortuoria;
los miedos, la ansiedad,
casi siempre,
inútiles;
en fin, pasó otro fin de semana,
y de nuevo, lunes,
mañana de lunes,
un sol a pleno
que apenas, valoramos,
¡un día tan bello!
pasaron las 8,
las 9...llegaron las 11
y el tiempo
se va acabando
¡se va acabando!
y seguimos penando
por lo que quizás, nunca suceda,
penando cuando hay penas
¡penando por si las hubiera!
de a poco,
nos fuimos quitando
hasta el permiso
para soñar;
¡soñar con esos amores,
esos besos, gestos, decires,
dignos de recordar
que el inconsciente
-y el consciente-
nos ofrecen!
para así,
transformar cada mañana
o alguna que otra,
¡siquiera, por un rato!
si dejáramos de fabular
catástrofes que aún no se produjeron,
que quizás, nunca lo hagan;
si dejáramos de bloquear
esos exquisitos instantes de ensueños,
ese valioso re-intento de alegría,
de verdadera alegría;
podría darse una situación,
un encuentro,
inesperados
que sacudieran las pelusas de la ira,
el polvo añejo de ese escepticismo crónico
al que otorgamos el poder absoluto
sobre nuestro espíritu.
No quitemos el sabor,
el aroma, el color
a cada una de las instancias.
No dejemos
que la vida se nos vaya;
no cedamos
ante la desidia,
esos malditos: no puedo,
no es posible, no es para mí,
mejor no,
mejor, mañana o no sé, otro día.
¡no!
probemos, probémonos frente al espejo,
ensayemos aquella sonrisa,
la de los tiempos que hoy consideramos
mejores.
por eso, por lo que fuera
pero antes que nada por nosotros,
resulta imperativo
abrir la mirada,
el corazón,
el alma,
re-descubrir lo cotidiano,
quitarle el tedio;
buscar, indagar, hacer
algo distinto
¡siempre lo hay!
devolvámonos
el impulso,
¡improvisemos!
creando, inventando
vivencias
insospechadas.
domingo, diciembre 15, 2019
Perder... para encontrarse
Nunca imaginé
que perdiéndote
me encontraría;
yo no sabía quién era,
no me había dado cuenta;
me gusta
lo que hallé en mí,
así, haya tenido que arrastrarme
por los tétricos caminos
de tu locura;
Así,
me haya perdido un rato largo
en los inciertos laberintos de tus
distintas caras;
así,
haya dejado a un lado, por muchísimo tiempo
la dignidad;
crecí, ¡cuánto crecí!
aun en medio de esa mugre;
inundada, nubladas la vista,
la razón,
por todas esas palabras letales;
esa insensibilidad
jamás imaginada;
creí conocerte
y no.
Entendí que en principio,
debía tratar de conocerme
a mí misma.
No según la imagen que otros tenían o
tienen,
tampoco, según la imagen que yo misma tenía;
conocerme
de verdad.
Aquí estoy, señoras y señores:
buena, mala, cariñosa,
obsesiva, celosa,
despectiva, empática,
popular, impopular;
aislada de todos, de todo,
con todos, con todo;
desangrándome por causas perdidas,
ignorando causas que deberían preocuparme;
podría decirse, un universo de yoes
definitivamente, contradictorio:
amor-odio
odio- amor
Esta
y mucho más -o menos-
soy yo.
El hada de la poesía
¡Me llamás tu hada!
no me parece que existan
las hadas del cuerpo, de la piel;
solo el alma sabe de ellas,
solo el alma puede palpar
sus trajes volátiles, sus bonetes de colores,
sus varas brillantes.
El hada de tus sueños
no es pariente del hada de la poesía;
el hada de las poesía sueña otros sueños,
sueña que danza, sueña que vuela
cada vez, hacia un lugar distinto,
en que la oscuridad se esfuma a su paso
para abrirse un arco iris de dulces historias.
El hada que buscás,
-si se tratara de mí-
no es tan básica,
no es la mera proyección
de algunas de tus fantasías sensuales;
No soy el hada que creés haber hallado,
-tampoco lo fui-;
disculpá si te lo hice creer, de algún modo,
si tuve algún gesto, una palabra,
que te hiciera pensarme distinta.
El hada de la poesía
conoce de tierras encantadas,
de flores que siempre vuelven a crecer,
aunque el viento las arranque
o el sol las olvide por un rato.
El hada de la poesía
no tiene que ver con los amores ocultos
porque ella todo lo sobrevuela, sin temores,
por el contrario,
viaja por donde sea,
jamás se oculta.
Bastaría con cerrar los ojos
para verla, sentirla
pero es condición esencial
creer en esas letras que derrama,
entender su significado,
el que intenta reivindicar
la magia de lo verdadero.
viernes, diciembre 13, 2019
Pésima réplica
¡Qué alivio,
qué felicidad!
haber salido, ¡huído! del mismo objeto,
lugar, idea, presunción,
¡obsesión!
caminar
sin un objetivo preciso,
sin destino,
ni expectativas;
el aire, limpio de todo ese hollín del pasado,
los árboles, aireando el paso,
los ruidos de la ciudad
apartados
de mi ser interior
que solo busca
aun, sin saberlo
o sabiéndolo,
reconciliarse.
¡Qué bueno!
poder ver esa foto
y ya no desesperar,
¡que no brote en mis ojos
ni una puta lágrima!
no rogar, ¡no rogar más!
por su vuelta,
no desmoronarme,
no querer morirme,
¡morirme!
de tanta pena.
¡No puedo creer
haberlo logrado!
¡extinguirlo del todo!
esto no quiere decir
que haya olvidado.
Pero aquel al que no olvidé
-ni olvidaré-
no regresará,
porque no existe,
no más,
(como si hubiera muerto).
Este hombre,
con esta historia que armó como para seguir,
como para hacer que sigue
sin saber por qué ni para qué
no me convence
en absoluto;
no estimula ni el más encendido
de mis sentidos,
no alienta mis ganas,
no provoca mi apasionamiento,
¡nada!
¡Poder ver esa misma foto,
la única que tengo
y que no me tiemble
ni un solo músculo!
Por años, pensé
en que no sucedería
por años,
lloré a quien hacía muchísimo tiempo
no existía,
por años,
confié mis historias,
escuché, leí sus historias,
en su mayoría, mentirosas,
las de ese desconocido:
pésima réplica
del que tal vez, tampoco
llegué a conocer
-aunque así, lo creí-;
en fin, aquel joven,
quien o como haya sido,
a pesar de que lo hubiera fingido todo,
fue el hombre al que más amé.
qué felicidad!
haber salido, ¡huído! del mismo objeto,
lugar, idea, presunción,
¡obsesión!
caminar
sin un objetivo preciso,
sin destino,
ni expectativas;
el aire, limpio de todo ese hollín del pasado,
los árboles, aireando el paso,
los ruidos de la ciudad
apartados
de mi ser interior
que solo busca
aun, sin saberlo
o sabiéndolo,
reconciliarse.
¡Qué bueno!
poder ver esa foto
y ya no desesperar,
¡que no brote en mis ojos
ni una puta lágrima!
no rogar, ¡no rogar más!
por su vuelta,
no desmoronarme,
no querer morirme,
¡morirme!
de tanta pena.
¡No puedo creer
haberlo logrado!
¡extinguirlo del todo!
esto no quiere decir
que haya olvidado.
Pero aquel al que no olvidé
-ni olvidaré-
no regresará,
porque no existe,
no más,
(como si hubiera muerto).
Este hombre,
con esta historia que armó como para seguir,
como para hacer que sigue
sin saber por qué ni para qué
no me convence
en absoluto;
no estimula ni el más encendido
de mis sentidos,
no alienta mis ganas,
no provoca mi apasionamiento,
¡nada!
¡Poder ver esa misma foto,
la única que tengo
y que no me tiemble
ni un solo músculo!
Por años, pensé
en que no sucedería
por años,
lloré a quien hacía muchísimo tiempo
no existía,
por años,
confié mis historias,
escuché, leí sus historias,
en su mayoría, mentirosas,
las de ese desconocido:
pésima réplica
del que tal vez, tampoco
llegué a conocer
-aunque así, lo creí-;
en fin, aquel joven,
quien o como haya sido,
a pesar de que lo hubiera fingido todo,
fue el hombre al que más amé.
Lo ínfimos que somos
Cuando uno
se siente mal,
solo, triste,
decepcionado,
basta con detener,
poner un freno, de una vez por todas,
a tantísimos pensamientos tortuosos.
Basta
con mirar el cielo,
es solo un instante.
Entender
lo ínfimos que somos,
la grandeza
que nos abarca y enaltece,
su belleza,
noble, divina,
la que tantos intentaron
reproducir
con cierta fidelidad;
¡su poder
transformador!
cuando todo parece
ir en contra,
desmoronarse,
cuando
no se ve o no se intenta ver
el horizonte,
es preciso parar la cabeza,
congelar la razón, por un rato,
dejar que la imaginación
haga lo suyo,
vuele quién sabe hacia qué lugares,
por qué medios, por qué motivos,
por cuánto tiempo,
sin ponerle obstáculos,
dejándola acompañar el cortejo de los pájaros,
aliarse con el viento,
envuelta en el laberíntico torbellino
de todas esas hojas,
de las copas de los pinos y otros árboles,
¡embriagada de oxígeno,
de vida!
solo hay que estar ahí,
sin pensar en nada más,
no hay minuto siguiente,
no hay esperas, no hay apuros,
no hay premios,
no hay castigos;
uno
y la naturaleza.
El espíritu, a sus anchas,
fraternizado, ¿quién sabe?
con tantos otros
ávidos,
¡curiosos, valientes, desafiantes!
en pos
de una misma premisa:
abandonar
el bagaje
que nos pesa, nos invade,
nos agujerea el hígado
desde hace tanto.
Encender, de nuevo,
el motor del intento,
vislumbrar ese cambio;
si hay cierto retroceso
será a lo que éramos,
a lo que siempre fuimos
en tanto hoy nos sirva,
nos re-estimule;
¡así, nos convenzamos de no tener las fuerzas suficientes!
por eso, insisto,
dejemos el pensar persistente, refutador,
soñemos con la posibilidad
sumemos la experiencia de los años,
no aniquilemos la creatividad,
no abandonemos el camino
modifiquémoslo, si es necesario;
sigamos cultivándolo,
agreguemos nuevas especies,
reguémoslo, día tras día;
aceptemos, adaptémonos a los cambios,
en lugar de negarlos,
encerrarnos en posturas cavernícolas;
¡no dejaremos, por ello, de existir!
al contrario,
seguiremos siendo jóvenes,
¡más jóvenes, todavía!
mucho más sabios,
abiertos a los nuevos inicios,
aprendizajes,
sin apartarnos de nuestra esencia,
dispuestos a aceptar,
-también, a objetar-,
a crecer,
a interactuar.
se siente mal,
solo, triste,
decepcionado,
basta con detener,
poner un freno, de una vez por todas,
a tantísimos pensamientos tortuosos.
Basta
con mirar el cielo,
es solo un instante.
Entender
lo ínfimos que somos,
la grandeza
que nos abarca y enaltece,
su belleza,
noble, divina,
la que tantos intentaron
reproducir
con cierta fidelidad;
¡su poder
transformador!
cuando todo parece
ir en contra,
desmoronarse,
cuando
no se ve o no se intenta ver
el horizonte,
es preciso parar la cabeza,
congelar la razón, por un rato,
dejar que la imaginación
haga lo suyo,
vuele quién sabe hacia qué lugares,
por qué medios, por qué motivos,
por cuánto tiempo,
sin ponerle obstáculos,
dejándola acompañar el cortejo de los pájaros,
aliarse con el viento,
envuelta en el laberíntico torbellino
de todas esas hojas,
de las copas de los pinos y otros árboles,
¡embriagada de oxígeno,
de vida!
solo hay que estar ahí,
sin pensar en nada más,
no hay minuto siguiente,
no hay esperas, no hay apuros,
no hay premios,
no hay castigos;
uno
y la naturaleza.
El espíritu, a sus anchas,
fraternizado, ¿quién sabe?
con tantos otros
ávidos,
¡curiosos, valientes, desafiantes!
en pos
de una misma premisa:
abandonar
el bagaje
que nos pesa, nos invade,
nos agujerea el hígado
desde hace tanto.
Encender, de nuevo,
el motor del intento,
vislumbrar ese cambio;
si hay cierto retroceso
será a lo que éramos,
a lo que siempre fuimos
en tanto hoy nos sirva,
nos re-estimule;
¡así, nos convenzamos de no tener las fuerzas suficientes!
por eso, insisto,
dejemos el pensar persistente, refutador,
soñemos con la posibilidad
sumemos la experiencia de los años,
no aniquilemos la creatividad,
no abandonemos el camino
modifiquémoslo, si es necesario;
sigamos cultivándolo,
agreguemos nuevas especies,
reguémoslo, día tras día;
aceptemos, adaptémonos a los cambios,
en lugar de negarlos,
encerrarnos en posturas cavernícolas;
¡no dejaremos, por ello, de existir!
al contrario,
seguiremos siendo jóvenes,
¡más jóvenes, todavía!
mucho más sabios,
abiertos a los nuevos inicios,
aprendizajes,
sin apartarnos de nuestra esencia,
dispuestos a aceptar,
-también, a objetar-,
a crecer,
a interactuar.
jueves, diciembre 12, 2019
Como animal que soy
me oculto
tras las rejas ficticias;
solo así
me siento a salvo;
aunque sé que nunca se está a salvo,
-no me es ajena la incertidumbre de la existencia-;
como sea,
en este sitio
hay paredes que me contienen,
un regazo que me cobija,
un sillón para llorar
-espero que no para morir,
parafraseando a Cortázar-;
también, un sitio blanco
sobre el cual volar,
con mil letras
que, a su antojo,
retozan, me piden,
les urge el decir.
Quizás, me oculte,
es probable,
quizás, me inhiba
la incomprensión
de tantos no-iguales;
a veces me auto-incluyo,
intento pensar de igual manera;
por ahí, me encantaría
que todos, en verdad,
pudiéramos ser parte del mismo todo,
pero no resulta tan simple;
por ahora, sigo acá,
hablando en medio de un silencio
que solo yo percibo;
mientras mi voz siga apuntalándome;
mi voz,
la voz temerosa, silenciada,
prohibida
de tantos;
(suele ocurrir, en ocasiones,
que esos tantos, nosotros mismos
sean, seamos esos censores);
por mi parte, me oculto
observo todo,
pienso, cuento,
intento hacer ver;
luego, salgo a buscar
-como animal que soy-
mi alimento
entre los perfumes, las risas,
los colores, las miradas,
las penas, las preocupaciones,
la violencia -contenida o no-,
la desidia,
alguien
me presiente,
me observa;
nuestras sonrisas se cruzan,
misteriosamente, un instante;
de regreso, vuelvo a ocultarme
tras estas rejas, ficticias;
hurgo, ávida, en tan rico tesoro,
¡delicioso elíxir!
dice la incitante imaginación;
las palabras
explotan por dentro,
hasta que logran salir,
¡gritan su libertad!
la transmisión
recomienza.
tras las rejas ficticias;
solo así
me siento a salvo;
aunque sé que nunca se está a salvo,
-no me es ajena la incertidumbre de la existencia-;
como sea,
en este sitio
hay paredes que me contienen,
un regazo que me cobija,
un sillón para llorar
-espero que no para morir,
parafraseando a Cortázar-;
también, un sitio blanco
sobre el cual volar,
con mil letras
que, a su antojo,
retozan, me piden,
les urge el decir.
Quizás, me oculte,
es probable,
quizás, me inhiba
la incomprensión
de tantos no-iguales;
a veces me auto-incluyo,
intento pensar de igual manera;
por ahí, me encantaría
que todos, en verdad,
pudiéramos ser parte del mismo todo,
pero no resulta tan simple;
por ahora, sigo acá,
hablando en medio de un silencio
que solo yo percibo;
mientras mi voz siga apuntalándome;
mi voz,
la voz temerosa, silenciada,
prohibida
de tantos;
(suele ocurrir, en ocasiones,
que esos tantos, nosotros mismos
sean, seamos esos censores);
por mi parte, me oculto
observo todo,
pienso, cuento,
intento hacer ver;
luego, salgo a buscar
-como animal que soy-
mi alimento
entre los perfumes, las risas,
los colores, las miradas,
las penas, las preocupaciones,
la violencia -contenida o no-,
la desidia,
alguien
me presiente,
me observa;
nuestras sonrisas se cruzan,
misteriosamente, un instante;
de regreso, vuelvo a ocultarme
tras estas rejas, ficticias;
hurgo, ávida, en tan rico tesoro,
¡delicioso elíxir!
dice la incitante imaginación;
las palabras
explotan por dentro,
hasta que logran salir,
¡gritan su libertad!
la transmisión
recomienza.
miércoles, diciembre 11, 2019
El libro de los errores insalvables
Será que tuve que pagar
por cosas que dije, hice,
sin pensar en las consecuencias;
llevada por la ira,
el orgullo,
el terror, ¡un profundo terror!
a tu rechazo;
será que esto estaba escrito
-diría mi abuela-;
quisiera que fuera cierto,
para así hallar ese libro
en el que quedan registrados los errores;
encontrar la forma
de borrarlos,
de explicar, aclarar lo que me pasó
o no me pasó,
-si mis palabras fueran suficientes-;
errores insalvables,
tan tremenda carga sobre la espalda;
como esas deudas
que nunca terminan de cancelarse;
¿será por eso
lo de las pesadillas?
¿será por eso
que mi inconsciente
te convierte
en un ser malvado,
hiriente, cruel?,
como si en sueños
vinieras por aquello
que, sin quererlo,
impulsada por la rabia, el despecho,
el dolor,
intenté arrebatarte;
¿será
que en la vida "real"
me tratarías de igual modo?
será
que la desilusión
no se termina;
será
que pedir perdón
no bastó,
no basta
ni bastará;
será
que la traición,
cuando se confía tanto
no se perdona.
por cosas que dije, hice,
sin pensar en las consecuencias;
llevada por la ira,
el orgullo,
el terror, ¡un profundo terror!
a tu rechazo;
será que esto estaba escrito
-diría mi abuela-;
quisiera que fuera cierto,
para así hallar ese libro
en el que quedan registrados los errores;
encontrar la forma
de borrarlos,
de explicar, aclarar lo que me pasó
o no me pasó,
-si mis palabras fueran suficientes-;
errores insalvables,
tan tremenda carga sobre la espalda;
como esas deudas
que nunca terminan de cancelarse;
¿será por eso
lo de las pesadillas?
¿será por eso
que mi inconsciente
te convierte
en un ser malvado,
hiriente, cruel?,
como si en sueños
vinieras por aquello
que, sin quererlo,
impulsada por la rabia, el despecho,
el dolor,
intenté arrebatarte;
¿será
que en la vida "real"
me tratarías de igual modo?
será
que la desilusión
no se termina;
será
que pedir perdón
no bastó,
no basta
ni bastará;
será
que la traición,
cuando se confía tanto
no se perdona.
viernes, diciembre 06, 2019
Re-significación
No tendríamos que preocuparnos
en lo que pasará o podría pasar
dentro de un rato;
o en una hora, mañana,
en pocos días;
¡desoír, con urgencia extrema
los anuncios apocalípticos,
tantísimos entramados
de esos seres sumergidos en la más baja,
infecciosa, oscuridad!
escojo
mi corazón,
sigo su cauce.
Me inclino
hacia mis pensamientos
convertidos en flores
de todos los colores inimaginables
las que renacen, en cada primavera
para volverse poemas,
poemas que serán historias
por contar;
palabras audaces, incisivas,
que no se detienen,
provocan, de mil maneras
a la siempre alerta imaginación;
¡mis versos!
bálsamo sublime,
inspirados en ese sol,
en esa obra de arte
natural
que todo lo abarca,
todo lo transforma;
¿qué más da
saber, no saber,
anticiparse
a lo que podría o no ocurrir?
todavía
es hoy,
somos esto, hacemos esto,
estamos.
El aire fresco, renovador,
entra, sin permiso, por la ventana,
este espacio para mí
es único,
desde aquí, surgen mis decires
acerca del placer
de palpar ese fabuloso silencio que tanto aporta
cada mañana;
deleitar mis sentidos
con el brillo, enceguecedor,
del verano tan próximo
a punto de derramar
su irresistible encanto
sobre cada ser vivo,
sobre cada uno
de nosotros.
Hay cuestiones
que tantas veces
dejamos de lado;
por ejemplo, no habría que olvidarse
lo que cuesta cada despertar,
re-armarnos,
decidirnos a seguir.
al rato,
regresan las ganas,
los sueños conscientes,
la perspectiva
de que algo nuevo,
algo distinto
o similar pero mejor
podría justo, justo
suceder.
¡lo tan deseado,
lo dado por perdido!
ya es una suerte, claro,
preparar nuestro desayuno,
gozar ese café,
en ese breve, intenso
lapso,
sin pensar en nada,
sentados a nuestro lado,
como lo estamos siempre,
ya sea, solos,
ya sea, acompañados;
no deberíamos,
supongo,
ignorar
la importancia vital de esos detalles,
que apenas, advertimos
al tenerlos, siempre
a nuestro alcance;
¡a tantos faltará
aquello que a nosotros
se nos vuelve cotidiano!
no pasemos por alto
nada, ni una pizca
de nuestro placer
aunque, muchos
no lo perciban
o lo eviten,
en pos de ese apuro por llegar
- ¿a dónde?,
me pregunto-.
Un placer íntimo,
igual pero diferente para cada uno:
si de pronto,
lo perdiéramos,
su valor
sin dudas,
se resignificaría.
en lo que pasará o podría pasar
dentro de un rato;
o en una hora, mañana,
en pocos días;
¡desoír, con urgencia extrema
los anuncios apocalípticos,
tantísimos entramados
de esos seres sumergidos en la más baja,
infecciosa, oscuridad!
escojo
mi corazón,
sigo su cauce.
Me inclino
hacia mis pensamientos
convertidos en flores
de todos los colores inimaginables
las que renacen, en cada primavera
para volverse poemas,
poemas que serán historias
por contar;
palabras audaces, incisivas,
que no se detienen,
provocan, de mil maneras
a la siempre alerta imaginación;
¡mis versos!
bálsamo sublime,
inspirados en ese sol,
en esa obra de arte
natural
que todo lo abarca,
todo lo transforma;
¿qué más da
saber, no saber,
anticiparse
a lo que podría o no ocurrir?
todavía
es hoy,
somos esto, hacemos esto,
estamos.
El aire fresco, renovador,
entra, sin permiso, por la ventana,
este espacio para mí
es único,
desde aquí, surgen mis decires
acerca del placer
de palpar ese fabuloso silencio que tanto aporta
cada mañana;
deleitar mis sentidos
con el brillo, enceguecedor,
del verano tan próximo
a punto de derramar
su irresistible encanto
sobre cada ser vivo,
sobre cada uno
de nosotros.
Hay cuestiones
que tantas veces
dejamos de lado;
por ejemplo, no habría que olvidarse
lo que cuesta cada despertar,
re-armarnos,
decidirnos a seguir.
al rato,
regresan las ganas,
los sueños conscientes,
la perspectiva
de que algo nuevo,
algo distinto
o similar pero mejor
podría justo, justo
suceder.
¡lo tan deseado,
lo dado por perdido!
ya es una suerte, claro,
preparar nuestro desayuno,
gozar ese café,
en ese breve, intenso
lapso,
sin pensar en nada,
sentados a nuestro lado,
como lo estamos siempre,
ya sea, solos,
ya sea, acompañados;
no deberíamos,
supongo,
ignorar
la importancia vital de esos detalles,
que apenas, advertimos
al tenerlos, siempre
a nuestro alcance;
¡a tantos faltará
aquello que a nosotros
se nos vuelve cotidiano!
no pasemos por alto
nada, ni una pizca
de nuestro placer
aunque, muchos
no lo perciban
o lo eviten,
en pos de ese apuro por llegar
- ¿a dónde?,
me pregunto-.
Un placer íntimo,
igual pero diferente para cada uno:
si de pronto,
lo perdiéramos,
su valor
sin dudas,
se resignificaría.
jueves, diciembre 05, 2019
De cuando ciertas frases huyeron, asustadas
Yo,
que tenía todos esos versos,
millones de palabras
cariñosas,
apasionadas;
apasionadas;
tenía el alma en las manos,
dispuesta a entregártela, cuando quisieras;
¡tenía todos esos sueños!
tan similares a los de otro tiempo
que confié, realmente,
en su resurrección;
Yo,
que pensaba cada palabra, cada frase,
cada mínimo detalle,
con la finalidad de convencerte.
Se me fueron las ganas,
se me escaparon los versos,
esas frases tan fuertes, tan de adentro,
huyeron, asustadas;
las demás, también;
se quedó el alma, sola
pero ya no te extraña;
en el detrás del cristal empañado,
ya no puede distinguirte.
Poco importa pensar, imaginar qué decir,
porque todo se lee igual,
¡todo resulta tan repetitivo!
cual mecanógrafa mal paga,
escribo y escribo
pero no siento nada.
Y borro, automáticamente,
y corrijo,
-el escrito queda, en fin, más o menos presentable-;
eso es lo que tengo para darte,
eso, tan solo.
Secaste mis instintos,
bloqueaste, de pronto,
el regreso de mis ganas;
mi cuerpo volvió a soldarse,
porque no quiere,
porque no puede.
Porque no diste nada, -en tanto, creías hacerlo en demasía-,
porque mezquinaste en el decir, en el hacer;
pudiste, al menos,
haberlo escrito:
¡eran solo palabras!
pero te las reservaste, cual tesoro,
ocultas
ocultas
dentro de tu corazón avaro.
Quedate en tu lugar,
ya no sueño con esos parajes,
elijo la libertad,
deambular, indagar,
recorrer espacios nuevos,
reencontrarme.
reencontrarme.
Acabar, de una vez por todas,
con los extenuantes
con los extenuantes
por qué, cómo, cuándo,
cuánto, con quién,
cuánto, con quién,
para qué.
De disfraces, de derrumbe de certezas, de objetivos nefastos
Me disfrazo de otra,
de otro;
¡tengo máscaras diversas,
para todos los gustos!
hoy
soy aquel personaje
de cierta historieta;
mañana,
la mujer fatal,
la temeraria,
¡total!
¿qué más da?
el pelo, la ropa,
el maquillaje,
la actitud
todo puede fingirse,
todo es teatralizable;
el simulacro
del no saber qué se es,
del saberlo
y usufructuarlo;
En un mundo falso, "careta",
puedo ser lo que pretendo ser,
lo que detestaría ser,
puedo inventarme, reinventarme,
tantas veces como se me ocurra;
hoy,
la mujer comprensiva,
dulce, positiva,
la que entendió todo,
la que todavía no puede entender
ni podrá;
la que transmite buenas vibras,
la que impulsa,
la que aporta ideas,
la creadora.
Mañana
de nuevo,
arrastrando mi humilde humanidad,
sin nada que decir ni que escribir,
sin ganas ni incentivos;
solo basura
¡impotencia que se vuelve basura!
sobre el papel,
sobre la pantalla;
apenas, un ser solo,
incomprendido
hasta por él mismo,
en un universo despiadado,
en el que no halla ni hallará un sitio,
alejado de todo lo que ama, amó,
de ciertos valores,
de algunas verdades que así lo parecieron,
así, al menos,
lo creyó;
absolutamente, desafectado
de lo sublime,
podría tornarme inmune
a la danza de los árboles,
a la contemplación
del sol en las mañanas,
a los crepúsculos,
al aleteo
de aquel, de cualquier ave,
al cielo
con un perfecto diseño de nubes
o convertido en un atril
virginal;
por eso,
hoy soy
la que deseen que sea,
¡no se priven, elijan!
yo también eligiré,
¡quizás, coincidamos!
¿quieren recuerdos?
¿recuerdos de los que abruman,
los que devuelven ese inmundo resentimiento,
esos enfermizos deseos de venganza?
¿recuerdos que transportan
a instantes felices, plenos,
a tiempos en los que se podían tantas cosas
o sin cuestionarse su posibilidad,
se hacían
sin pensarlo tanto?
¿prefieren que llore
mi alegría
o que ría
mi desolación?
puedo serlo todo,
puedo no ser nada,
cuando nadie es quien es,
cuando nada es lo que se supone
o se supuso
era, es;
cuando nos mienten
por mentir,
sin objeto;
o cuando ese proyecto nefasto
de manipulación,
de idiotización colectiva
se constituye
en la única certeza.
de otro;
¡tengo máscaras diversas,
para todos los gustos!
hoy
soy aquel personaje
de cierta historieta;
mañana,
la mujer fatal,
la temeraria,
¡total!
¿qué más da?
el pelo, la ropa,
el maquillaje,
la actitud
todo puede fingirse,
todo es teatralizable;
el simulacro
del no saber qué se es,
del saberlo
y usufructuarlo;
En un mundo falso, "careta",
puedo ser lo que pretendo ser,
lo que detestaría ser,
puedo inventarme, reinventarme,
tantas veces como se me ocurra;
hoy,
la mujer comprensiva,
dulce, positiva,
la que entendió todo,
la que todavía no puede entender
ni podrá;
la que transmite buenas vibras,
la que impulsa,
la que aporta ideas,
la creadora.
Mañana
de nuevo,
arrastrando mi humilde humanidad,
sin nada que decir ni que escribir,
sin ganas ni incentivos;
solo basura
¡impotencia que se vuelve basura!
sobre el papel,
sobre la pantalla;
apenas, un ser solo,
incomprendido
hasta por él mismo,
en un universo despiadado,
en el que no halla ni hallará un sitio,
alejado de todo lo que ama, amó,
de ciertos valores,
de algunas verdades que así lo parecieron,
así, al menos,
lo creyó;
absolutamente, desafectado
de lo sublime,
podría tornarme inmune
a la danza de los árboles,
a la contemplación
del sol en las mañanas,
a los crepúsculos,
al aleteo
de aquel, de cualquier ave,
al cielo
con un perfecto diseño de nubes
o convertido en un atril
virginal;
por eso,
hoy soy
la que deseen que sea,
¡no se priven, elijan!
yo también eligiré,
¡quizás, coincidamos!
¿quieren recuerdos?
¿recuerdos de los que abruman,
los que devuelven ese inmundo resentimiento,
esos enfermizos deseos de venganza?
¿recuerdos que transportan
a instantes felices, plenos,
a tiempos en los que se podían tantas cosas
o sin cuestionarse su posibilidad,
se hacían
sin pensarlo tanto?
¿prefieren que llore
mi alegría
o que ría
mi desolación?
puedo serlo todo,
puedo no ser nada,
cuando nadie es quien es,
cuando nada es lo que se supone
o se supuso
era, es;
cuando nos mienten
por mentir,
sin objeto;
o cuando ese proyecto nefasto
de manipulación,
de idiotización colectiva
se constituye
en la única certeza.
miércoles, diciembre 04, 2019
Dejar a un costado el sueño mayor
Caminaré
en puntas de pie
para que los días que vienen
no se enteren
de mi presencia;
silenciaré
mi voz;
solo será palabras,
frases escritas
para quien se detenga
a leerlas,
para aquellos
a quienes sirvan;
iré despacio,
sin sueños,
sin expectativas,
oprimiré los recuerdos,
imaginaré que los encierro
en una bóveda, inexpugnable,
para que no duelan,
para que no perturben,
para que no me detengan
no más.
Si llega a ser posible
algo de lo tan deseado
lo será,
de todos modos,
quizás, como otras veces,
en cuanto menos lo esperé;
hay momentos
claves
en los que solo hay que parar.
Volver a la misma esquina
para buscar otra, enseguida,
para cambiar el rumbo;
llevar con uno
solo lo imprescindible,
dejar el peso de las culpas,
de los miedos, de las supuestas derrotas,
de los no,
de los sí
inútiles.
Dejar de perder minutos,
horas, años
en esa obstinación,
la que siempre
juega en contra.
Será, se dará
lo que tenga que ser y darse;
no voy a insistir,
no voy a pelear por ello,
no voy a seguir
golpeando puertas
en vano;
dejaré a un costado
el sueño mayor,
el sueño más preciado de todos mis sueños;
el que persistió
y resistió
al tiempo
y entonces
me elevaré,
me haré fuerte,
seré, intentaré ser lo que nunca pude
o no quise
y eso se reflejará
sobre mis blancos,
ávidos de nuevas ideas,
nuevos impulsos,
nuevas temáticas;
lejos,
muy lejos,
de aquella
inacabable,
opresora,
sensación
de no poder.
en puntas de pie
para que los días que vienen
no se enteren
de mi presencia;
silenciaré
mi voz;
solo será palabras,
frases escritas
para quien se detenga
a leerlas,
para aquellos
a quienes sirvan;
iré despacio,
sin sueños,
sin expectativas,
oprimiré los recuerdos,
imaginaré que los encierro
en una bóveda, inexpugnable,
para que no duelan,
para que no perturben,
para que no me detengan
no más.
Si llega a ser posible
algo de lo tan deseado
lo será,
de todos modos,
quizás, como otras veces,
en cuanto menos lo esperé;
hay momentos
claves
en los que solo hay que parar.
Volver a la misma esquina
para buscar otra, enseguida,
para cambiar el rumbo;
llevar con uno
solo lo imprescindible,
dejar el peso de las culpas,
de los miedos, de las supuestas derrotas,
de los no,
de los sí
inútiles.
Dejar de perder minutos,
horas, años
en esa obstinación,
la que siempre
juega en contra.
Será, se dará
lo que tenga que ser y darse;
no voy a insistir,
no voy a pelear por ello,
no voy a seguir
golpeando puertas
en vano;
dejaré a un costado
el sueño mayor,
el sueño más preciado de todos mis sueños;
el que persistió
y resistió
al tiempo
y entonces
me elevaré,
me haré fuerte,
seré, intentaré ser lo que nunca pude
o no quise
y eso se reflejará
sobre mis blancos,
ávidos de nuevas ideas,
nuevos impulsos,
nuevas temáticas;
lejos,
muy lejos,
de aquella
inacabable,
opresora,
sensación
de no poder.
martes, diciembre 03, 2019
Esta canción no es la que cantamos todos
No,
esa no es la que cantamos todos;
dejen de mentir,
dejen de hacernos creer
lo que ni ustedes
tienen en claro
o sí,
pero se les hizo un hábito
la mentira, el ocultamiento,
las "distracciones";
quizás,
en otros contextos,
en otros países,
también la hubo,
la canción que cantaban todos.
¿Todos?
también fueron
los que torturaron
y sabemos
que no fueron,
no fuimos todos;
todos
fueron los de siempre,
que se aprovecharon,
abusaron
del esfuerzo, de las penas
de la gente,
los que les inventaron sueños
que enseguida, les quitaron,
sabemos
que no fuimos todos.
Todos
fueron los que
pusieron la famosa bomba
y sabemos
que no lo planearon todos.
Algún día, quizás,
sí exista esa canción,
cuando se redescubra
el amor,
no el amor que se vende,
que se exhibe
en la adoctrinadora canción;
digo, el amor de verdad,
el amor a la luz del día,
el amor que busca dar,
que no escatima,
que no quita
sino aporta,
el amor que eleva;
la canción estará,
más viva que nunca
¡gritaremos esa canción,
todos lo haremos, todas las personas!
cuando realmente nos una,
cuando realmente nos identifique,
cuando no sea una manipulación,
otra manipulación;
una manera de ocultar,
de olvidar,
una más de tantas;
¡tendremos, al fin,
nuestra propia canción!
la canción que no vele,
en absoluto
lo que no debería
jamás
olvidarse.
esa no es la que cantamos todos;
dejen de mentir,
dejen de hacernos creer
lo que ni ustedes
tienen en claro
o sí,
pero se les hizo un hábito
la mentira, el ocultamiento,
las "distracciones";
quizás,
en otros contextos,
en otros países,
también la hubo,
la canción que cantaban todos.
¿Todos?
también fueron
los que torturaron
y sabemos
que no fueron,
no fuimos todos;
todos
fueron los de siempre,
que se aprovecharon,
abusaron
del esfuerzo, de las penas
de la gente,
los que les inventaron sueños
que enseguida, les quitaron,
sabemos
que no fuimos todos.
Todos
fueron los que
pusieron la famosa bomba
y sabemos
que no lo planearon todos.
Algún día, quizás,
sí exista esa canción,
cuando se redescubra
el amor,
no el amor que se vende,
que se exhibe
en la adoctrinadora canción;
digo, el amor de verdad,
el amor a la luz del día,
el amor que busca dar,
que no escatima,
que no quita
sino aporta,
el amor que eleva;
la canción estará,
más viva que nunca
¡gritaremos esa canción,
todos lo haremos, todas las personas!
cuando realmente nos una,
cuando realmente nos identifique,
cuando no sea una manipulación,
otra manipulación;
una manera de ocultar,
de olvidar,
una más de tantas;
¡tendremos, al fin,
nuestra propia canción!
la canción que no vele,
en absoluto
lo que no debería
jamás
olvidarse.
sábado, noviembre 30, 2019
El demacrado transcurrir
En la calma
algo me perturba,
algo, un recuerdo,
una fotografía
grabados
en la cabeza;
una voz,
unas palabras,
una sentencia,
hacen eco
en mi mente confusa;
y no cesan,
¡no cesan!
ni en la calma
ni en la aparente calma
consigo apaciguar
mi espíritu:
demanda huir,
con extrema urgencia,
si bien, no sabe hacia dónde,
si bien, ignora
el por qué, el por quién,
el para qué;
si bien,
no puede decirme
la fecha de regreso;
pues, arde, enloquecido,
en océanos de inquietudes,
algunas, conocidas,
otras, inciertas;
que lo sumen,
casi todo el tiempo,
en interrogantes,
en dudas,
en temores,
en la más profunda melancolía;
Esta calma
es una gran calumnia,
¿cómo explicarlo?
no me preocupa
que se detecte,
ni lo que digan
o juzguen;
-por otra parte,
tantos, tan ocupados y preocupados
no se detienen
ni lo harían-;
la cuestión
es que me aterra
este vacío,
me desespera
su instalarse
tanto tiempo,
¡demasiado tiempo!
¿cuánto más?
necesito vibrar,
necesito palpitar, siquiera,
la más mínima posibilidad;
esperar, esperar ¡esperar!
más allá de que tenga en claro
que no se concretará;
me asfixia
la inercia del hábito,
de los días
todos tan iguales
el mismo orden,
el mismo sitio,
las mismas personas,
los obligados saludos, el clima,
la política, ufffffff,
conversaciones, intercambios banales,
repetidos, ¡repetidos hasta el hartazgo!
entretanto,
el demacrado transcurrir.
Añoro sentir aquello
aun, cuando me atormentaba;
incluso, a pesar del inacabable llanto,
¡qué pena que haya acabado!
extraño ese desafío,
esa pelea perdida
¡pero tan estimulante!;
esa pugna
en pos de aquello
que jamás, -lo supe siempre-
sería para mí
pero me hacía sentir viva,
me devolvía el propósito,
me hizo reaccionar,
reconocer lo que hacía tiempo no tenía
y lo ocultaba,
de mí misma,
de mil modos,
¿consciente? ¿inconscientemente?
hoy
esta paz
tediosa,
enluta
mi existir,
empobrece
mis sueños
que solo son sueños
de dormida,
estropea
todos los planes,
anuncia
lo que siempre temí:
la resignación,
el desinterés,
el desapasionamiento;
¡oh, aquella aventura,
quizás, una nueva aventura,
aquel o un nuevo desafío
parecen, cruelmente,
ya no serme
destinados!
algo me perturba,
algo, un recuerdo,
una fotografía
grabados
en la cabeza;
una voz,
unas palabras,
una sentencia,
hacen eco
en mi mente confusa;
y no cesan,
¡no cesan!
ni en la calma
ni en la aparente calma
consigo apaciguar
mi espíritu:
demanda huir,
con extrema urgencia,
si bien, no sabe hacia dónde,
si bien, ignora
el por qué, el por quién,
el para qué;
si bien,
no puede decirme
la fecha de regreso;
pues, arde, enloquecido,
en océanos de inquietudes,
algunas, conocidas,
otras, inciertas;
que lo sumen,
casi todo el tiempo,
en interrogantes,
en dudas,
en temores,
en la más profunda melancolía;
Esta calma
es una gran calumnia,
¿cómo explicarlo?
no me preocupa
que se detecte,
ni lo que digan
o juzguen;
-por otra parte,
tantos, tan ocupados y preocupados
no se detienen
ni lo harían-;
la cuestión
es que me aterra
este vacío,
me desespera
su instalarse
tanto tiempo,
¡demasiado tiempo!
¿cuánto más?
necesito vibrar,
necesito palpitar, siquiera,
la más mínima posibilidad;
esperar, esperar ¡esperar!
más allá de que tenga en claro
que no se concretará;
me asfixia
la inercia del hábito,
de los días
todos tan iguales
el mismo orden,
el mismo sitio,
las mismas personas,
los obligados saludos, el clima,
la política, ufffffff,
conversaciones, intercambios banales,
repetidos, ¡repetidos hasta el hartazgo!
entretanto,
el demacrado transcurrir.
Añoro sentir aquello
aun, cuando me atormentaba;
incluso, a pesar del inacabable llanto,
¡qué pena que haya acabado!
extraño ese desafío,
esa pelea perdida
¡pero tan estimulante!;
esa pugna
en pos de aquello
que jamás, -lo supe siempre-
sería para mí
pero me hacía sentir viva,
me devolvía el propósito,
me hizo reaccionar,
reconocer lo que hacía tiempo no tenía
y lo ocultaba,
de mí misma,
de mil modos,
¿consciente? ¿inconscientemente?
hoy
esta paz
tediosa,
enluta
mi existir,
empobrece
mis sueños
que solo son sueños
de dormida,
estropea
todos los planes,
anuncia
lo que siempre temí:
la resignación,
el desinterés,
el desapasionamiento;
¡oh, aquella aventura,
quizás, una nueva aventura,
aquel o un nuevo desafío
parecen, cruelmente,
ya no serme
destinados!
viernes, noviembre 29, 2019
Ver el backstage
Alguien
que me convenciera
de que algo
sería posible;
alguien
con un argumento eficaz
ante lo que parece ser
la derrota de la humanidad
o su pérdida;
el derrumbe de los valores,
la banalización de lo importante,
la exaltación de lo trivial;
alguien, algo
que pudiera devolverme,
ayudarme a recuperar
las ganas ¡esas ganas!
algo, alguien
que tuviera ese abrazo a mano
y que dijera, por ejemplo:
no estás sola,
también me pasa,
también temo
también extraño,
también intento
no dejar de apostar
a un cambio,
a una transformación
radical;
a una confraternidad
que no signifique intereses
políticos, económicos;
una confraternidad universal,
una larga, larguísima cadena
de amistad,
de complicidad
que no la detuvieran
las distancias:
ni océanos, ni bosques,
ni montañas,
nada;
que lo atravesara
todo,
en pos de encender
tanto espíritu alicaído,
la llama de la vida
que entre todos,
extinguimos,
sin darnos cuenta,
dándonos cuenta.
Necesito
saber
si hay otros
que ven el backstage;
que saben que lo que se muestra,
lo que pretenden hacernos ver, creer, pensar
es mentira.
¡quiero personas
de verdad, francas, honestas,
que me ofrecieran y a todos los demás,
lo que tienen,
lo que pueden,
de corazón!
¡quiero ser parte de esas personas!
decirles, hacerles saber,
asegurarles
que no están solos,
que veo, sé, me doy cuenta,
que no todos
nos resignamos a pasar,
a no pensar, no cuestionar,
con la más absoluta indolencia;
no todos nos conformamos
con el mero sobrevivir;
no todos tenemos ese resentimiento,
ese afán de destrucción, esa ira acumulada;
¡y no todos nos resignamos
al abandono de la lucha!
que muchos
aún, creemos en el amor,
con todo lo que la palabra implica;
en que lo que le pasa al otro
nos pasa también;
en que si todo sale mal,
estamos todos en lo mismo;
en que tenemos que cuidarnos,
considerarnos, entendernos,
tomarnos como somos,
ayudarnos a ser mucho mejores,
a no ceder,
a no claudicar;
a no darle el gusto
ni por un rato,
a los que insisten
en sumergirnos en el foso
de la angustia, del desconsuelo;
a los que se proponen
arrojarnos al impiadoso oleaje
del mar más temerario,
en pos de imposibilitarnos
la sola idea
del retorno.
que me convenciera
de que algo
sería posible;
alguien
con un argumento eficaz
ante lo que parece ser
la derrota de la humanidad
o su pérdida;
el derrumbe de los valores,
la banalización de lo importante,
la exaltación de lo trivial;
alguien, algo
que pudiera devolverme,
ayudarme a recuperar
las ganas ¡esas ganas!
algo, alguien
que tuviera ese abrazo a mano
y que dijera, por ejemplo:
no estás sola,
también me pasa,
también temo
también extraño,
también intento
no dejar de apostar
a un cambio,
a una transformación
radical;
a una confraternidad
que no signifique intereses
políticos, económicos;
una confraternidad universal,
una larga, larguísima cadena
de amistad,
de complicidad
que no la detuvieran
las distancias:
ni océanos, ni bosques,
ni montañas,
nada;
que lo atravesara
todo,
en pos de encender
tanto espíritu alicaído,
la llama de la vida
que entre todos,
extinguimos,
sin darnos cuenta,
dándonos cuenta.
Necesito
saber
si hay otros
que ven el backstage;
que saben que lo que se muestra,
lo que pretenden hacernos ver, creer, pensar
es mentira.
¡quiero personas
de verdad, francas, honestas,
que me ofrecieran y a todos los demás,
lo que tienen,
lo que pueden,
de corazón!
¡quiero ser parte de esas personas!
decirles, hacerles saber,
asegurarles
que no están solos,
que veo, sé, me doy cuenta,
que no todos
nos resignamos a pasar,
a no pensar, no cuestionar,
con la más absoluta indolencia;
no todos nos conformamos
con el mero sobrevivir;
no todos tenemos ese resentimiento,
ese afán de destrucción, esa ira acumulada;
¡y no todos nos resignamos
al abandono de la lucha!
que muchos
aún, creemos en el amor,
con todo lo que la palabra implica;
en que lo que le pasa al otro
nos pasa también;
en que si todo sale mal,
estamos todos en lo mismo;
en que tenemos que cuidarnos,
considerarnos, entendernos,
tomarnos como somos,
ayudarnos a ser mucho mejores,
a no ceder,
a no claudicar;
a no darle el gusto
ni por un rato,
a los que insisten
en sumergirnos en el foso
de la angustia, del desconsuelo;
a los que se proponen
arrojarnos al impiadoso oleaje
del mar más temerario,
en pos de imposibilitarnos
la sola idea
del retorno.
miércoles, noviembre 27, 2019
Ser capaz de detenerse
Ahora
que hay resabios de luna
en tu pelo;
ahora,
que las marcas
de las tantas risas,
de los enojos,
de las lágrimas,
de los besos,
de las penas,
de las preocupaciones,
de los muchísimos insomnios
se advierten,
no es grave
ni decepcionante,
¡claro que no!
¡es la vida!
los grandes desafíos,
los miedos enfrentados,
los sueños que se dieron,
los que no
pero continúan,
no decaen.
La vida
en ese rostro
ya no tan joven
pero pleno;
hoy sos capaz de detenerte
ante el imponente árbol,
ante un nuevo, cada nuevo
amanecer;
hoy
-después de tanto-,
podés ver, pueden conmoverte
esas pequeñas flores
salpicadas, al antojo del viento,
sobre el verde;
hoy no pasás de largo,
hoy no te parece insignificante
un encuentro, un café,
una palabra, un gesto,
un abrazo,
una demostración de afecto
siquiera, virtual;
hoy recobra valor
aquello que muchos años antes
lo tenía,
pero lo habías olvidado.
Vuelve la sorpresa,
se reinicia el aprendizaje;
los ojos, todos los sentidos,
embelesados ante la belleza natural,
el color del cielo, del mar,
una mirada, una imagen,
una voz, un perfume
que nos recuerda a aquellos;
una canción,
unas líneas que evocan
ciertas cuestiones;
¡no hay modo
de desperdiciarlo!
el hoy es mucho más valioso
que el antes;
el hoy cuenta,
esta lectura,
el pensamiento
que ahora mismo
te arroja, te propone,
la ilusión
que espero
te devuelva,
cuentan.
Todo cuenta.
Ahora es el principio,
el camino vuelve a vislumbrarse,
ahora
hay tiempo
para sonreír,
para decir, hacerlo todo,
con todas las ganas,
para gozar, para acariciar,
para entender,
para reunirse con quien se dejó de lado
sin un motivo
o con un motivo, depende;
¿por qué no intentarlo?
o bien,
desplegar un nuevo plan
de seducción
¡para algo, alguien nuevo!
así que...
a peinar
esas canas,
a mirarse
en el espejo
con afecto,
con confianza;
a ponerse
los anteojos oscuros
esos que tan bien te quedan
-y lo sabés-
y a enfrentar lo que sea,
el antes, como haya sido,
el irreversible antes,
¿el despúes?
nunca se sabe,
ya habrá tiempo...
este instante,
el acto presente,
es lo que cuenta.
¡Vamos, animate,
arrojate a esa pileta!
-tal vez,
no esté vacía-.
¡vamos!
¿qué estás esperando?
que hay resabios de luna
en tu pelo;
ahora,
que las marcas
de las tantas risas,
de los enojos,
de las lágrimas,
de los besos,
de las penas,
de las preocupaciones,
de los muchísimos insomnios
se advierten,
no es grave
ni decepcionante,
¡claro que no!
¡es la vida!
los grandes desafíos,
los miedos enfrentados,
los sueños que se dieron,
los que no
pero continúan,
no decaen.
La vida
en ese rostro
ya no tan joven
pero pleno;
hoy sos capaz de detenerte
ante el imponente árbol,
ante un nuevo, cada nuevo
amanecer;
hoy
-después de tanto-,
podés ver, pueden conmoverte
esas pequeñas flores
salpicadas, al antojo del viento,
sobre el verde;
hoy no pasás de largo,
hoy no te parece insignificante
un encuentro, un café,
una palabra, un gesto,
un abrazo,
una demostración de afecto
siquiera, virtual;
hoy recobra valor
aquello que muchos años antes
lo tenía,
pero lo habías olvidado.
Vuelve la sorpresa,
se reinicia el aprendizaje;
los ojos, todos los sentidos,
embelesados ante la belleza natural,
el color del cielo, del mar,
una mirada, una imagen,
una voz, un perfume
que nos recuerda a aquellos;
una canción,
unas líneas que evocan
ciertas cuestiones;
¡no hay modo
de desperdiciarlo!
el hoy es mucho más valioso
que el antes;
el hoy cuenta,
esta lectura,
el pensamiento
que ahora mismo
te arroja, te propone,
la ilusión
que espero
te devuelva,
cuentan.
Todo cuenta.
Ahora es el principio,
el camino vuelve a vislumbrarse,
ahora
hay tiempo
para sonreír,
para decir, hacerlo todo,
con todas las ganas,
para gozar, para acariciar,
para entender,
para reunirse con quien se dejó de lado
sin un motivo
o con un motivo, depende;
¿por qué no intentarlo?
o bien,
desplegar un nuevo plan
de seducción
¡para algo, alguien nuevo!
así que...
a peinar
esas canas,
a mirarse
en el espejo
con afecto,
con confianza;
a ponerse
los anteojos oscuros
esos que tan bien te quedan
-y lo sabés-
y a enfrentar lo que sea,
el antes, como haya sido,
el irreversible antes,
¿el despúes?
nunca se sabe,
ya habrá tiempo...
este instante,
el acto presente,
es lo que cuenta.
¡Vamos, animate,
arrojate a esa pileta!
-tal vez,
no esté vacía-.
¡vamos!
¿qué estás esperando?
martes, noviembre 26, 2019
Importa la libertad
No son tan importantes ciertos golpes de la vida
en comparación a padecimientos terroríficos
que oprimen a tantos en tantos sitios.
No importa si esta es mi cuota,
desde mi lugar
mi aporte, que son solo palabras,
nada más,
nada menos.
No importa
si hoy me río por o de cualquier cosa,
cuando ayer lloré tanto y por tan poco
o en otro momento, tal vez, poco, muy poco
y por tanto.
En verdad, no son demasiado importantes esas nimiedades:
los amores no correspondidos,
las desilusiones,
los fracasos que, tantas veces,
no lo son tanto.
Importa el mundo, importa el dolor de tantos inocentes
que no pueden jugar, ni reírse
como nosotros, como los nuestros,
todavía.
Importa que en tantos sitios
esté prohibida la palabra,
censurado el decir,
aniquilado el pensamiento.
No importa si algunos eligen esta vida, este lugar,
tampoco si otros decidieron escapar
sin saber que, sus raíces, en algún momento,
los alcanzarán, –si ya no lo hicieron-.
Aquí hay un cielo interminable
cientos de pájaros
y árboles de brillante verde
que huelen a verano.
Y podemos decirnos cosas, discutir,
confrontar, reconciliarnos,
confesar, a quien sea, lo que fuera,
lo que dolió,
lo que duele,
lo que no.
¡Importa ser libres!
importa el derecho a decidir qué hacer,
de qué hablar, qué escoger,
con quién compartir cada instancia
o no compartirla, -salvo con nosotros-.
Importan nuestros sueños,
por sobre todo;
pensemos que en algunos sitios
se olvidaron de soñar
apenas, duermen, si es que pueden
si el temor a esas bombas que pueden alcanzarlos
se los permiten.
Pensemos
que tenemos tanto para pensar, para proponer,
para crear,
tanta gente a quien amar,
tantos paseos alrededor de ese lago sembrado de patos
y tantos otros lugares por conocer, por disfrutar;
¡Tanto menos que lamentar!
Claro que tenemos nuestras pérdidas,
que tenemos nuestros muertos
pero una parte de ellos quedó en nosotros,
así, como un fragmento, -quizás, algo más-, de este escrito
le pertenecerá mañana a alguno, algunos otros
y cada vez menos
a mí.
en comparación a padecimientos terroríficos
que oprimen a tantos en tantos sitios.
No importa si esta es mi cuota,
desde mi lugar
mi aporte, que son solo palabras,
nada más,
nada menos.
No importa
si hoy me río por o de cualquier cosa,
cuando ayer lloré tanto y por tan poco
o en otro momento, tal vez, poco, muy poco
y por tanto.
En verdad, no son demasiado importantes esas nimiedades:
los amores no correspondidos,
las desilusiones,
los fracasos que, tantas veces,
no lo son tanto.
Importa el mundo, importa el dolor de tantos inocentes
que no pueden jugar, ni reírse
como nosotros, como los nuestros,
todavía.
Importa que en tantos sitios
esté prohibida la palabra,
censurado el decir,
aniquilado el pensamiento.
No importa si algunos eligen esta vida, este lugar,
tampoco si otros decidieron escapar
sin saber que, sus raíces, en algún momento,
los alcanzarán, –si ya no lo hicieron-.
Aquí hay un cielo interminable
cientos de pájaros
y árboles de brillante verde
que huelen a verano.
Y podemos decirnos cosas, discutir,
confrontar, reconciliarnos,
confesar, a quien sea, lo que fuera,
lo que dolió,
lo que duele,
lo que no.
¡Importa ser libres!
importa el derecho a decidir qué hacer,
de qué hablar, qué escoger,
con quién compartir cada instancia
o no compartirla, -salvo con nosotros-.
Importan nuestros sueños,
por sobre todo;
pensemos que en algunos sitios
se olvidaron de soñar
apenas, duermen, si es que pueden
si el temor a esas bombas que pueden alcanzarlos
se los permiten.
Pensemos
que tenemos tanto para pensar, para proponer,
para crear,
tanta gente a quien amar,
tantos paseos alrededor de ese lago sembrado de patos
y tantos otros lugares por conocer, por disfrutar;
¡Tanto menos que lamentar!
Claro que tenemos nuestras pérdidas,
que tenemos nuestros muertos
pero una parte de ellos quedó en nosotros,
así, como un fragmento, -quizás, algo más-, de este escrito
le pertenecerá mañana a alguno, algunos otros
y cada vez menos
a mí.
lunes, noviembre 25, 2019
Tus ojos, inimitables
Otra vez
la noche.
Y seguirá repitiéndose
ese traspaso
de la luz a la oscuridad
de la pequeña certeza de tus palabras,
de su poder mágico
al silencio
de ruidos intolerables.
Así, sigue sucediendo.
Hay días en que se tolera mejor
esta insistencia del tiempo en no reunirnos;
hay días en que el día no se distancia tanto de la noche
y entonces no sé si estoy despierta o dormida
cuando te sueño, te imagino de mil maneras
abrazado a mi alma
que no se cansa de buscarte.
Hay días en que no es tan gris
la existencia
que parece que algo va a ocurrir
y nada.
Y otra vez calculo las horas que nos separan,
cuando aquí muere la tarde
cuando tu noche ya es profunda y calma.
Hay días.
Me obligo a no pensar en tus ojos, inimitables
mirando a otros que apenas te distinguen;
en tanto, los míos
ya no pueden verte.
Llegó la noche,
la noche profunda
sin calma.
la noche.
Y seguirá repitiéndose
ese traspaso
de la luz a la oscuridad
de la pequeña certeza de tus palabras,
de su poder mágico
al silencio
de ruidos intolerables.
Así, sigue sucediendo.
Hay días en que se tolera mejor
esta insistencia del tiempo en no reunirnos;
hay días en que el día no se distancia tanto de la noche
y entonces no sé si estoy despierta o dormida
cuando te sueño, te imagino de mil maneras
abrazado a mi alma
que no se cansa de buscarte.
Hay días en que no es tan gris
la existencia
que parece que algo va a ocurrir
y nada.
Y otra vez calculo las horas que nos separan,
cuando aquí muere la tarde
cuando tu noche ya es profunda y calma.
Hay días.
Me obligo a no pensar en tus ojos, inimitables
mirando a otros que apenas te distinguen;
en tanto, los míos
ya no pueden verte.
Llegó la noche,
la noche profunda
sin calma.
Un yo que ya no puede esperar
Si permitiéramos
si permitiera
que el corazón
decida, señale, avise,
si le prestáramos,
si le prestara
la atención, ignorada
que tanto reclama
todo sería
muy pero muy distinto.
Para mí,
para quien sea.
La cabeza manipula
datos y más datos,
no enreda, nos marea, nos perturba:
que si conviene,
que si esto es o no lo indicado,
que si uno está grande,
que no olvidemos cuánto hemos sufrido;
que tenemos que cuidarnos,
no confiar en alguien, así como así,
desoír el llamado interior,
no extraviarnos en su red de mentiras;
así, insiste e insiste:
llamar a esa persona
nos quitaría dignidad,
nos volvería débiles,
vulnerables al engaño,
que si "cayéramos" en ciertas garras
al tiempo, seríamos abandonados
y nos convertiríamos en un despojo;
todo eso, y mucho más
nos arroja la mente inquieta, paranoica,
cuando solo
basta con detenerse,
frenarla, de algún modo,
susurrarle canciones que la suavicen,
que le den ánimo,
que la calmen...
para entonces,
dar rienda más que suelta
a todo lo que se siente aquí,
en el medio del pecho,
aquí mismo,
¿lo ven?
no es una tremenda empresa,
no es una cima inalcanzable,
no es una misión ultra-imposible;
solo sentir y permitírnoslo,
y hacer, actuar, decir
todo lo que nos de la gana,
más allá de lo que resulte,
más allá de un posible fracaso,
¡más allá del no,
está ese sí, tan ansiado!
¡la cabeza nunca va a entender esto!
no será hoy,
tampoco, mañana,
ni en una semana,
un mes, ni un año;
quizás,
deba pasar, todavía, un periodo muy extenso
para que ese sueño abandone el inconsciente
-no tan inconsciente-
y se vuelva tangible,
¡y no vamos a poder creerlo!
luego de atravesar ese agobiante tránsito
rumiando y rumiando sobre si es "lo que corresponde"
hacer lo que sea que deseemos hacer,
temiendo, temiendo al máximo
el arrojar esas palabras tan guardadas,
para que nadie las lea,
para que nadie sepa
que tenemos la fuerza
para enfrentar, como sea,
hasta lo inimaginable;
aun, conscientes
del costo que nos implicaría;
para que nadie
nos diga: "te lo dije, te avisé"
¿acaso, importa
lo que otros nos aconsejen?
hay un yo
triste y solo,
cual pequeña planta,
solo requiere riego, dedicación,
¡amor!
hay un yo
oculto al mundo
que ya no puede esperar,
que morirá
sin revelar
su gran deseo,
su necesidad imperiosa,
¡su verdad!
hay tiempo todavía,
muchos tenemos ese precioso tiempo.
No lo desperdiciemos
enlodando al cerebro con terribles negaciones,
traducidas en pensamientos tenebrosos,
portadores de miedos, casi siempre, inútiles.
No lleguemos al final
con el corazón sin estrenar.
si permitiera
que el corazón
decida, señale, avise,
si le prestáramos,
si le prestara
la atención, ignorada
que tanto reclama
todo sería
muy pero muy distinto.
Para mí,
para quien sea.
La cabeza manipula
datos y más datos,
no enreda, nos marea, nos perturba:
que si conviene,
que si esto es o no lo indicado,
que si uno está grande,
que no olvidemos cuánto hemos sufrido;
que tenemos que cuidarnos,
no confiar en alguien, así como así,
desoír el llamado interior,
no extraviarnos en su red de mentiras;
así, insiste e insiste:
llamar a esa persona
nos quitaría dignidad,
nos volvería débiles,
vulnerables al engaño,
que si "cayéramos" en ciertas garras
al tiempo, seríamos abandonados
y nos convertiríamos en un despojo;
todo eso, y mucho más
nos arroja la mente inquieta, paranoica,
cuando solo
basta con detenerse,
frenarla, de algún modo,
susurrarle canciones que la suavicen,
que le den ánimo,
que la calmen...
para entonces,
dar rienda más que suelta
a todo lo que se siente aquí,
en el medio del pecho,
aquí mismo,
¿lo ven?
no es una tremenda empresa,
no es una cima inalcanzable,
no es una misión ultra-imposible;
solo sentir y permitírnoslo,
y hacer, actuar, decir
todo lo que nos de la gana,
más allá de lo que resulte,
más allá de un posible fracaso,
¡más allá del no,
está ese sí, tan ansiado!
¡la cabeza nunca va a entender esto!
no será hoy,
tampoco, mañana,
ni en una semana,
un mes, ni un año;
quizás,
deba pasar, todavía, un periodo muy extenso
para que ese sueño abandone el inconsciente
-no tan inconsciente-
y se vuelva tangible,
¡y no vamos a poder creerlo!
luego de atravesar ese agobiante tránsito
rumiando y rumiando sobre si es "lo que corresponde"
hacer lo que sea que deseemos hacer,
temiendo, temiendo al máximo
el arrojar esas palabras tan guardadas,
para que nadie las lea,
para que nadie sepa
que tenemos la fuerza
para enfrentar, como sea,
hasta lo inimaginable;
aun, conscientes
del costo que nos implicaría;
para que nadie
nos diga: "te lo dije, te avisé"
¿acaso, importa
lo que otros nos aconsejen?
hay un yo
triste y solo,
cual pequeña planta,
solo requiere riego, dedicación,
¡amor!
hay un yo
oculto al mundo
que ya no puede esperar,
que morirá
sin revelar
su gran deseo,
su necesidad imperiosa,
¡su verdad!
hay tiempo todavía,
muchos tenemos ese precioso tiempo.
No lo desperdiciemos
enlodando al cerebro con terribles negaciones,
traducidas en pensamientos tenebrosos,
portadores de miedos, casi siempre, inútiles.
No lleguemos al final
con el corazón sin estrenar.
domingo, noviembre 24, 2019
La persistencia silente de la naturaleza
Es un "vamos",
es una mirada
todavía adormecida
hacia el horizonte,
sin dejarse detener
por las moles de cemento;
extender la vista
hacia las últimas nubes,
las que apenas,
se descubren
a lo lejos;
ellas
son, serán protagonistas
de otras historias.
por estos lados,
solo dos, tres nubes
blancas
y una franja, también blanca,
en medio del azul del cielo
y el pino
que soportó el viento más despiadado
sigue mostrándose fuerte, firme,
contrastando
con los árboles de menor tamaño.
Un retazo de la naturaleza,
aquí, desde aquí,
a pocos metros.
Y el más pequeño,
o uno de los más pequeños
-creo que ya les conté sobre mi pino-
sobrelleva
vientos, lluvias, granizo;
en ocasiones, se inclina tanto
que temo
por su supervivencia,
sin embargo...
la fortaleza,
en ocasiones,
se impone y mucho más
en los -en apariencia-, más débiles;
ellos pueden doblarse,
puede parecernos que sucumbirán,
que su aparente fragilidad
los hará derribarse fácilmente
pero no es así,
algunos son más fuertes
que los a simple vista,
"indestructibles";
no es la altura,
no es la frondosidad,
no es la antigüedad,
no es lo que se observa,
ni lo que se supone
o se teme;
caerá
quien tenga que caer,
quien no pueda más,
luego de luchar hasta el final,
frente a las tempestades
más devastadoras;
resistirá
quien crea en su capacidad de resistencia;
quien no permita que el espíritu
renuncie a su obstinada empresa,
la de ser el que sostiene
ante las dificultades,
ante las peores situaciones,
ante las pérdidas,
ante la supuesta derrota,
ante la inevitable tentación
de dejarse llevar,
de sucumbir,
de abandonar.
El pequeño pino,
pese a mis pesimistas vaticinios,
no bajará sus brazos verdes
tan fácilmente;
¡en la naturaleza
está todo!
también, el ejemplo,
la enseñanza
de esa persistencia silente,
generosa,
enfrentada a tantos altibajos climáticos;
¡enfrentada al propio hombre!,
-parte, indudable, de su mismo entorno-
el hombre
en su faceta más vil,
al punto de convertirse
en su más amenazante
enemigo.
es una mirada
todavía adormecida
hacia el horizonte,
sin dejarse detener
por las moles de cemento;
extender la vista
hacia las últimas nubes,
las que apenas,
se descubren
a lo lejos;
ellas
son, serán protagonistas
de otras historias.
por estos lados,
solo dos, tres nubes
blancas
y una franja, también blanca,
en medio del azul del cielo
y el pino
que soportó el viento más despiadado
sigue mostrándose fuerte, firme,
contrastando
con los árboles de menor tamaño.
Un retazo de la naturaleza,
aquí, desde aquí,
a pocos metros.
Y el más pequeño,
o uno de los más pequeños
-creo que ya les conté sobre mi pino-
sobrelleva
vientos, lluvias, granizo;
en ocasiones, se inclina tanto
que temo
por su supervivencia,
sin embargo...
la fortaleza,
en ocasiones,
se impone y mucho más
en los -en apariencia-, más débiles;
ellos pueden doblarse,
puede parecernos que sucumbirán,
que su aparente fragilidad
los hará derribarse fácilmente
pero no es así,
algunos son más fuertes
que los a simple vista,
"indestructibles";
no es la altura,
no es la frondosidad,
no es la antigüedad,
no es lo que se observa,
ni lo que se supone
o se teme;
caerá
quien tenga que caer,
quien no pueda más,
luego de luchar hasta el final,
frente a las tempestades
más devastadoras;
resistirá
quien crea en su capacidad de resistencia;
quien no permita que el espíritu
renuncie a su obstinada empresa,
la de ser el que sostiene
ante las dificultades,
ante las peores situaciones,
ante las pérdidas,
ante la supuesta derrota,
ante la inevitable tentación
de dejarse llevar,
de sucumbir,
de abandonar.
El pequeño pino,
pese a mis pesimistas vaticinios,
no bajará sus brazos verdes
tan fácilmente;
¡en la naturaleza
está todo!
también, el ejemplo,
la enseñanza
de esa persistencia silente,
generosa,
enfrentada a tantos altibajos climáticos;
¡enfrentada al propio hombre!,
-parte, indudable, de su mismo entorno-
el hombre
en su faceta más vil,
al punto de convertirse
en su más amenazante
enemigo.
sábado, noviembre 23, 2019
Prioridades
Fui en busca
de una nueva posibilidad,
intenté
que entendieras,
que coincidiéramos;
pretendí -¡error!-
traspasarte los recuerdos
tal como me llegaban,
me llegan
a la cabeza
¿o al corazón?
¡imponerte mi visión,
mis expectativas!
mi creencia absoluta,
inmanejable,
en que sería posible,
en que podría darse;
lo había imaginado,
planeado,
visualizado,
¡con detalles incluidos!
no conté con el detalle
más importante:
faltabas vos,
tu asentimiento;
nada de lo que imaginé
coincidió
o no exactamente,
con mis sueños,
con la idealización
que mi cabeza organizó
quizás,
para huir, un poco,
algo más,
de la agobiante
repetición de rituales,
palabras, comidas, hábitos,
calles, vistas, miradas, conversaciones,
compañías.
Quizás,
tan solo para soñar,
para volver a soñar
con que algo
podría cambiarse.
¡Creí, de algún modo
o de ese modo,
lograr la transformación de mi vida!
que alcanzaría con desearlo,
con todas mis fuerzas,
con toda esa engañosa convicción
que hasta para mí misma
resultó, finalmente,
exhaustiva!
no fue posible.
Supe, -sin querer reconocerlo-,
que jamás
volvería a repetirse aquello.
-ni siquiera,
algo similar-.
Sin embargo,
dejé que transcurrieran tres años,
desperdicié, como si supiera que me sobraran,
tres de mis preciosos años
insistiendo
y vos, poniendo tan poco,
poquísimo, de tu parte,
aunque sí formulabas promesas,
hablabas de venir y hacer esto, aquello,
de lo fuerte que era
eso que no sabías, no querías aceptar;
¡hasta alucinabas con alguno que otro escape
lejos de todo, de todos!
te preguntabas
o me preguntabas
si se trataba de enamoramiento,
amor, amistad...
al parecer, te preocupaba el rótulo
antes que el sentimiento,
antes que los aceleradísimos
latidos,
-al menos, en mi caso-,
con solo leer y releer
esas palabras
que creí verdaderas,
que creí realizables;
no sabía, juro que no sabía,
que podía manipularse
a alguien
con tanta facilidad;
fingir
para luego, cuando el otro sucumbe,
acepta, se entrega,
se decide
retirarse
por cobardía, por prejuicios,
por ausencia de empatía,
por tedio;
¡por no haber vibrado,
por no haberlo vivido
de verdad!
por haber sido un juego más,
como la ruleta;
pusiste la ficha
en el casillero equivocado
y temiste
perder el juego,
¡jugar era el único objetivo!
al asemejarse a la "realidad",
el juego perdió su sentido
entonces, diste todo por acabado.
Y yo...
¡imbécil!
seguí y seguí
escribiéndote
sin saber si me leías,
si lo leías todo
si no leías nada,
¡durante tres años más!
¡seis años perdidos,
seis años ignorándolo casi todo
a mi alrededor!
¡ignorándome!
hundida en ese ayer, pisoteado
que intenté
reverdecer:
me empecinaba en plantar nuevas, coloridas, flores
a pesar de que no sobrevivían,
¡ni sobrevivirían!
en terreno tan árido;
ni las flores,
ni el pasto seco,
ni el suelo agrietado,
supieron explicarme el por qué.
No tenían nada que explicar.
Todo se ve tan claro:
había ignorado, demasiado tiempo,
los avisos del alma;
bastaba
con priorizarla,
pues, el alma sabe
mucho más de lo que se cree.
de una nueva posibilidad,
intenté
que entendieras,
que coincidiéramos;
pretendí -¡error!-
traspasarte los recuerdos
tal como me llegaban,
me llegan
a la cabeza
¿o al corazón?
¡imponerte mi visión,
mis expectativas!
mi creencia absoluta,
inmanejable,
en que sería posible,
en que podría darse;
lo había imaginado,
planeado,
visualizado,
¡con detalles incluidos!
no conté con el detalle
más importante:
faltabas vos,
tu asentimiento;
nada de lo que imaginé
coincidió
o no exactamente,
con mis sueños,
con la idealización
que mi cabeza organizó
quizás,
para huir, un poco,
algo más,
de la agobiante
repetición de rituales,
palabras, comidas, hábitos,
calles, vistas, miradas, conversaciones,
compañías.
Quizás,
tan solo para soñar,
para volver a soñar
con que algo
podría cambiarse.
¡Creí, de algún modo
o de ese modo,
lograr la transformación de mi vida!
que alcanzaría con desearlo,
con todas mis fuerzas,
con toda esa engañosa convicción
que hasta para mí misma
resultó, finalmente,
exhaustiva!
no fue posible.
Supe, -sin querer reconocerlo-,
que jamás
volvería a repetirse aquello.
-ni siquiera,
algo similar-.
Sin embargo,
dejé que transcurrieran tres años,
desperdicié, como si supiera que me sobraran,
tres de mis preciosos años
insistiendo
y vos, poniendo tan poco,
poquísimo, de tu parte,
aunque sí formulabas promesas,
hablabas de venir y hacer esto, aquello,
de lo fuerte que era
eso que no sabías, no querías aceptar;
¡hasta alucinabas con alguno que otro escape
lejos de todo, de todos!
te preguntabas
o me preguntabas
si se trataba de enamoramiento,
amor, amistad...
al parecer, te preocupaba el rótulo
antes que el sentimiento,
antes que los aceleradísimos
latidos,
-al menos, en mi caso-,
con solo leer y releer
esas palabras
que creí verdaderas,
que creí realizables;
no sabía, juro que no sabía,
que podía manipularse
a alguien
con tanta facilidad;
fingir
para luego, cuando el otro sucumbe,
acepta, se entrega,
se decide
retirarse
por cobardía, por prejuicios,
por ausencia de empatía,
por tedio;
¡por no haber vibrado,
por no haberlo vivido
de verdad!
por haber sido un juego más,
como la ruleta;
pusiste la ficha
en el casillero equivocado
y temiste
perder el juego,
¡jugar era el único objetivo!
al asemejarse a la "realidad",
el juego perdió su sentido
entonces, diste todo por acabado.
Y yo...
¡imbécil!
seguí y seguí
escribiéndote
sin saber si me leías,
si lo leías todo
si no leías nada,
¡durante tres años más!
¡seis años perdidos,
seis años ignorándolo casi todo
a mi alrededor!
¡ignorándome!
hundida en ese ayer, pisoteado
que intenté
reverdecer:
me empecinaba en plantar nuevas, coloridas, flores
a pesar de que no sobrevivían,
¡ni sobrevivirían!
en terreno tan árido;
ni las flores,
ni el pasto seco,
ni el suelo agrietado,
supieron explicarme el por qué.
No tenían nada que explicar.
Todo se ve tan claro:
había ignorado, demasiado tiempo,
los avisos del alma;
bastaba
con priorizarla,
pues, el alma sabe
mucho más de lo que se cree.
viernes, noviembre 22, 2019
Pequeña, frente a tu inmensidad
Cuando despierto
luego de un sueño
con quien fue, es
muy muy importante,
parte fundamental
de mi vida
desde el principio,
no despierto triste,
me alegra
poder verlo, de nuevo;
siquiera, un momento,
así, esté segura o casi
de que podría tener que ver
con el inconsciente
pero ¿quién sabe?
y siempre preocupado
¡y ocupado!
en mí;
¡yo, siempre tan pequeña
frente a su inmensidad!
todos, tan pequeños,
mi madre, asintiendo,
cuidando su abrigo amarillo;
mi hermano,
el de tan pocas palabras,
(tal vez, porque yo me quedé con todas);
y ese gran hombre,
mi padre, por supuesto,
atento a mi alimentación,
acá, allá, donde sea:
comé esto, vos comé,
después hablamos
pero comé;
te desesperaba
mi tan exiguo apetito,
¡pobre papá!
¡recuerdo cuánto me fastidiaba, entonces,
esa insistencia!
hoy entiendo,
lo entiendo todo,
aprendí, con el tiempo
que el cariño, el de verdad
pasa por eso,
no son solo palabras lindas;
significa interesarnos, realmente,
en alguien,
pensar en su salud,
en su bien, en su felicidad,
más allá de nosotros.
gracias por aparecerte,
-si eso fue lo que sucedió-
para recordarme
que tengo que ocuparme
de mí,
alimentarme
y no solo de comida,
alimentarme
de afectos, de abrazos,
de conversaciones,
de esperanzas,
de sueños,
no querés mi muerte,
papá
ni aún, estando vos vaya a saber dónde;
eso se parece en mucho
al amor más profundo.
Espero que no sea todo tan oscuro
por esos sitios,
o tal vez, tu alma sea parte de ese árbol,
o del pájaro que me visita cada tanto,
a los que observo, perpleja,
olvidándome del resto;
no quiero que estés tan asustado,
no, no más,
que nada más te perturbe,
que tu descanso sea el que merecés;
yo intentaré
cuidarme un poco más,
lo intentaré
día tras día,
lo prometo
si me prometés
no preocuparte,
no más.
luego de un sueño
con quien fue, es
muy muy importante,
parte fundamental
de mi vida
desde el principio,
no despierto triste,
me alegra
poder verlo, de nuevo;
siquiera, un momento,
así, esté segura o casi
de que podría tener que ver
con el inconsciente
pero ¿quién sabe?
y siempre preocupado
¡y ocupado!
en mí;
¡yo, siempre tan pequeña
frente a su inmensidad!
todos, tan pequeños,
mi madre, asintiendo,
cuidando su abrigo amarillo;
mi hermano,
el de tan pocas palabras,
(tal vez, porque yo me quedé con todas);
y ese gran hombre,
mi padre, por supuesto,
atento a mi alimentación,
acá, allá, donde sea:
comé esto, vos comé,
después hablamos
pero comé;
te desesperaba
mi tan exiguo apetito,
¡pobre papá!
¡recuerdo cuánto me fastidiaba, entonces,
esa insistencia!
hoy entiendo,
lo entiendo todo,
aprendí, con el tiempo
que el cariño, el de verdad
pasa por eso,
no son solo palabras lindas;
significa interesarnos, realmente,
en alguien,
pensar en su salud,
en su bien, en su felicidad,
más allá de nosotros.
gracias por aparecerte,
-si eso fue lo que sucedió-
para recordarme
que tengo que ocuparme
de mí,
alimentarme
y no solo de comida,
alimentarme
de afectos, de abrazos,
de conversaciones,
de esperanzas,
de sueños,
no querés mi muerte,
papá
ni aún, estando vos vaya a saber dónde;
eso se parece en mucho
al amor más profundo.
Espero que no sea todo tan oscuro
por esos sitios,
o tal vez, tu alma sea parte de ese árbol,
o del pájaro que me visita cada tanto,
a los que observo, perpleja,
olvidándome del resto;
no quiero que estés tan asustado,
no, no más,
que nada más te perturbe,
que tu descanso sea el que merecés;
yo intentaré
cuidarme un poco más,
lo intentaré
día tras día,
lo prometo
si me prometés
no preocuparte,
no más.
jueves, noviembre 21, 2019
La grandeza
La grandeza
no se ve,
no se percibe
en los logros,
en el éxito,
en la concreción
de un amor;
en fin,
en los momentos
felices, despreocupados,
casi o sin problemas;
la grandeza
está en la pérdida,
en el desamparo,
en la enfermedad,
en el proceso de recuperación de esa dolencia,
en el olvido,
en el no-olvido,
en los fracasos,
en las pérdidas,
que en todo caso,
ayudan a despabilarnos;
la grandeza está
en ese desgarrarse
del alma,
en ese "a pesar de"
seguir, seguir, ¡seguir!
darnos uno, otro empuje, a cada rato,
cada mañana, cada tarde,
cada noche,
aunque cueste enormemente,
ya sé que tienta y demasiado
dejarlo todo, renunciar, abandonar la meta,
el camino, la idea, el sueño;
arrojarse a llorar
por los rincones,
solo sirve como alivio
¡y vaya si sirve!
para luego,
volver a nuestras cosas,
después de lo que sea
que hayamos pasado,
del sufrimiento, el miedo,
la decepción, el dolor,
el abandono;
lo que sea
que nos haya tocado;
volver
como si lo hiciéramos
luego de una convalescencia:
uno se siente raro, en principio,
como fuera de foco,
sin saber cómo, por dónde retomar,
cuál sería el punto inicial,
en qué instancia, en qué cuestión
se detuvo todo
para enfocarnos
en ese mal
que nos aquejó durante todo ese tiempo;
es de a poco;
sugiero empezar
mirando el cielo,
seguir con la mirada,
perderse entre las nubes blancas,
en su transcurrir,
adivinando rostros, otras formas;
luego,
mirar el lugar en que habitamos,
poner ese jarrón
en el lugar que nos parezca,
tal vez, desempolvar
muebles, adornos,
¡recuerdos!
para verlo todo
sin ocultamientos,
sin auto-engaños,
como es
de verdad;
observar nuestro rostro en el espejo
que hora tras hora,
día tras día,
irá recuperando el color,
¡y esa expresión,
ese entusiasmo!
en principio, incipiente,
apenas, un esbozo
para ir transformándose,
para transformarnos
y así, poder cambiar
siquiera en parte,
algo, a alguien,
una pequeña porción
del universo,
que pasado el tiempo
será más y más grande,
más y más contributiva;
pero
es de a poco,
es de a poco,
cada cual
con su ritmo,
con su propio proceso de re-adaptación,
hasta sanar
y volver a disparar,
por todas partes,
aquella explosiva,
incomparable,
¡contagiosa!
risa.
no se ve,
no se percibe
en los logros,
en el éxito,
en la concreción
de un amor;
en fin,
en los momentos
felices, despreocupados,
casi o sin problemas;
la grandeza
está en la pérdida,
en el desamparo,
en la enfermedad,
en el proceso de recuperación de esa dolencia,
en el olvido,
en el no-olvido,
en los fracasos,
en las pérdidas,
que en todo caso,
ayudan a despabilarnos;
la grandeza está
en ese desgarrarse
del alma,
en ese "a pesar de"
seguir, seguir, ¡seguir!
darnos uno, otro empuje, a cada rato,
cada mañana, cada tarde,
cada noche,
aunque cueste enormemente,
ya sé que tienta y demasiado
dejarlo todo, renunciar, abandonar la meta,
el camino, la idea, el sueño;
arrojarse a llorar
por los rincones,
solo sirve como alivio
¡y vaya si sirve!
para luego,
volver a nuestras cosas,
después de lo que sea
que hayamos pasado,
del sufrimiento, el miedo,
la decepción, el dolor,
el abandono;
lo que sea
que nos haya tocado;
volver
como si lo hiciéramos
luego de una convalescencia:
uno se siente raro, en principio,
como fuera de foco,
sin saber cómo, por dónde retomar,
cuál sería el punto inicial,
en qué instancia, en qué cuestión
se detuvo todo
para enfocarnos
en ese mal
que nos aquejó durante todo ese tiempo;
es de a poco;
sugiero empezar
mirando el cielo,
seguir con la mirada,
perderse entre las nubes blancas,
en su transcurrir,
adivinando rostros, otras formas;
luego,
mirar el lugar en que habitamos,
poner ese jarrón
en el lugar que nos parezca,
tal vez, desempolvar
muebles, adornos,
¡recuerdos!
para verlo todo
sin ocultamientos,
sin auto-engaños,
como es
de verdad;
observar nuestro rostro en el espejo
que hora tras hora,
día tras día,
irá recuperando el color,
¡y esa expresión,
ese entusiasmo!
en principio, incipiente,
apenas, un esbozo
para ir transformándose,
para transformarnos
y así, poder cambiar
siquiera en parte,
algo, a alguien,
una pequeña porción
del universo,
que pasado el tiempo
será más y más grande,
más y más contributiva;
pero
es de a poco,
es de a poco,
cada cual
con su ritmo,
con su propio proceso de re-adaptación,
hasta sanar
y volver a disparar,
por todas partes,
aquella explosiva,
incomparable,
¡contagiosa!
risa.
miércoles, noviembre 20, 2019
Río, canto, espero, desespero...lloro
Sé del beso
inaugural
de las mañanas;
también,
de dormirme
inmersa en el abrazo
que se percibe
infinito,
así,
se prolongue
apenas,
por un rato, un tiempo más;
sé
de la pasión,
del amor,
de ambos,
al mismo tiempo;
sé
de la vibración interna
que ocasiona
el abrazo a un árbol,
la caricia
al pétalo de una flor;
sé del olor
incomparable, refrescante
del pasto
cuando el rocío, la lluvia
lo visitan;
sé de cielos azules,
de cielos rosados y amarillos y naranjas
de nostálgicos atardeceres;
sé de cielos tormentosos,
de lluvias torrenciales,
temerarias;
sé de los veranos verdes,
del sol que quema,
asimismo, del que ilumina
y apenas roza,
en el otoño;
sé del otoño
como de ninguna otra estación,
de tantas hojas de tantos colores diversos,
¡terrible belleza natural!
sé del incomparable silencio
de los días más cortos,
del llamado al pensamiento,
a su expresión, a la creatividad
¿cómo no saber,
¡si sabré!
de los cafés humeantes,
de los vidrios empañados,
de los ocasionales libros
compañeros inigualables?
de las ideas que van surgiendo
y extendiéndose, casi sin proponérselo,
sobre el papel
para luego ser poemas,
cuentos,
¿importa?
sé bien de ese instante,
el instante perfecto,
el de la inspiración.
Sé de desamor, de olvido,
de creer que se olvidó
cuando no fue, no es tan así;
sé de insistencias inútiles,
sé de culpas, sé de arrepentimientos,
sé de mentiras,
sé de manipulaciones;
sé de obstinarse
en pugnar por algo
que muchos años antes acabó
y de lo arduo que resulta
al alma, al cuerpo,
aceptarlo.
Sé de ese repentino asombro
al no seguir extrañando,
al darse cuenta,
así, de pronto,
de que eso que tanto torturaba,
impedía continuar,
se superó;
sé de la paz
que se experimenta
en esa vuelta a uno,
a la propia historia
así, no se sepa o no se recuerde
en qué página se había abandonado;
sé de envidias, de malas intenciones,
de energías oscuras
que opacan
hacen tambalear,
dudar de todo,
temer a todo, ocultarse,
¡dejarse ir, de pronto,
pensar en la renuncia a todo,
en el auto-olvido,
en la auto-extinción!
sé de esas fuerzas,
habitan en muchos seres
algunos, lo saben,
otros, las derraman aquí y allá
sin tener idea de cuánto dañan.
Sé también y por suerte
de personas luminosas
reconozco que aunque me he resistido,
negado, -burlado, inclusive-
ante sus dichos, sus consejos,
sus palabras sabias,
con los años,
sus voces quedaron en mí,
las repito,
las parafraseo,
me acompañan,
me ayudan a sostenerme,
las agradezco.
Sé agradecer
ese apoyo, ese ¡vamos, vos podés!
es cierto que me cuesta, aún,
perdonar
en especial, a aquel que hurgó, hurgó y hurgó
hasta reabrir viejas heridas
que había creído sanadas;
pero en fin,
río, canto,
espero, desespero,
extraño, olvido,
resisto;
lloro, mucho,
de pena, de emoción,
de impotencia;
celebro e ignoro
indistintamente,
cada día,
según el humor,
las ganas, las perspectivas;
busco el amor,
así no lo evidencie,
siempre lo busco.
Tal vez, algo menos
que antes,
quizás,
de ese modo
un día
lo celebre,
¡lo grite!
sin miedos, sin reservas,
sin desconfianzas;
con todo mi ser,
aceptada como soy,
-aceptando, también-;
un sentimiento
absolutamente
entero.
inaugural
de las mañanas;
también,
de dormirme
inmersa en el abrazo
que se percibe
infinito,
así,
se prolongue
apenas,
por un rato, un tiempo más;
sé
de la pasión,
del amor,
de ambos,
al mismo tiempo;
sé
de la vibración interna
que ocasiona
el abrazo a un árbol,
la caricia
al pétalo de una flor;
sé del olor
incomparable, refrescante
del pasto
cuando el rocío, la lluvia
lo visitan;
sé de cielos azules,
de cielos rosados y amarillos y naranjas
de nostálgicos atardeceres;
sé de cielos tormentosos,
de lluvias torrenciales,
temerarias;
sé de los veranos verdes,
del sol que quema,
asimismo, del que ilumina
y apenas roza,
en el otoño;
sé del otoño
como de ninguna otra estación,
de tantas hojas de tantos colores diversos,
¡terrible belleza natural!
sé del incomparable silencio
de los días más cortos,
del llamado al pensamiento,
a su expresión, a la creatividad
¿cómo no saber,
¡si sabré!
de los cafés humeantes,
de los vidrios empañados,
de los ocasionales libros
compañeros inigualables?
de las ideas que van surgiendo
y extendiéndose, casi sin proponérselo,
sobre el papel
para luego ser poemas,
cuentos,
¿importa?
sé bien de ese instante,
el instante perfecto,
el de la inspiración.
Sé de desamor, de olvido,
de creer que se olvidó
cuando no fue, no es tan así;
sé de insistencias inútiles,
sé de culpas, sé de arrepentimientos,
sé de mentiras,
sé de manipulaciones;
sé de obstinarse
en pugnar por algo
que muchos años antes acabó
y de lo arduo que resulta
al alma, al cuerpo,
aceptarlo.
Sé de ese repentino asombro
al no seguir extrañando,
al darse cuenta,
así, de pronto,
de que eso que tanto torturaba,
impedía continuar,
se superó;
sé de la paz
que se experimenta
en esa vuelta a uno,
a la propia historia
así, no se sepa o no se recuerde
en qué página se había abandonado;
sé de envidias, de malas intenciones,
de energías oscuras
que opacan
hacen tambalear,
dudar de todo,
temer a todo, ocultarse,
¡dejarse ir, de pronto,
pensar en la renuncia a todo,
en el auto-olvido,
en la auto-extinción!
sé de esas fuerzas,
habitan en muchos seres
algunos, lo saben,
otros, las derraman aquí y allá
sin tener idea de cuánto dañan.
Sé también y por suerte
de personas luminosas
reconozco que aunque me he resistido,
negado, -burlado, inclusive-
ante sus dichos, sus consejos,
sus palabras sabias,
con los años,
sus voces quedaron en mí,
las repito,
las parafraseo,
me acompañan,
me ayudan a sostenerme,
las agradezco.
Sé agradecer
ese apoyo, ese ¡vamos, vos podés!
es cierto que me cuesta, aún,
perdonar
en especial, a aquel que hurgó, hurgó y hurgó
hasta reabrir viejas heridas
que había creído sanadas;
pero en fin,
río, canto,
espero, desespero,
extraño, olvido,
resisto;
lloro, mucho,
de pena, de emoción,
de impotencia;
celebro e ignoro
indistintamente,
cada día,
según el humor,
las ganas, las perspectivas;
busco el amor,
así no lo evidencie,
siempre lo busco.
Tal vez, algo menos
que antes,
quizás,
de ese modo
un día
lo celebre,
¡lo grite!
sin miedos, sin reservas,
sin desconfianzas;
con todo mi ser,
aceptada como soy,
-aceptando, también-;
un sentimiento
absolutamente
entero.
martes, noviembre 19, 2019
Peor que la propia muerte
No podrán llevárselo todo,
jamás llegarán a aniquilar
esta incipiente ilusión de progreso,
de una buena vida,
una vida digna,
para nosotros,
para los que también lo prefieren así;
sin miedos,
sin monstruos amenazantes,
aquí, allá;
así, intenten, una, otra vez
imponernos
su pensamiento, su accionar
prepotente;
involucrarnos, -sin ser partícipes, claro-,
en la ciénaga de su ambición enfermiza;
que jamás se sacia;
tratarán, claro,
de hacerlo todo
para nublar toda esperanza,
refutar, absolutamente, nuestros sueños,
intentar que se nos olviden;
¡no, no lo conseguirán!
Nuestro espíritu
se sobrepondrá a ellos,
a quien sea,
no importa
si pagaremos
-y muy caro-, por ello;
no importa
si ni siquiera el arte,
nuestra poesía, nuestro canto
alcanza, alcanzaría
para que entendieran,
para que (¡ilusa!)
sus propósitos se revirtieran;
¿el hombre
creado por un dios,
un universo,
destinado a su auto-destrucción?
por mi parte,
seguiré imaginando, planeando,
navegando entre palabras,
sobrevolando esas calles,
-o lo que quede de ellas-,
creyendo posible, ¡muy posible!
un mundo, un país
en verdad, diferente,
en el que se eleven los ideales
en el que no repten por debajo del subsuelo;
en el que se pueda andar,
en paz, libres,
por aquí,
por allá;
decir esto, aquello,
¡gritarlo!
y que nadie, ¡nadie! selle las gargantas,
ni se proponga idiotizar nuestro discernimiento;
que ninguno,
¡ninguno!
siquiera, intente
convertirnos en estiércol;
no somos ni seremos lo bajo, lo vil,
no estamos, no estaremos inmersos
en la mugre de la acumulación,
del olvido de ser lo que somos,
de nuestra naturaleza
en pos
de objetivos
impiadosos, despreciables,
¡deshumanizados!
en los que la vida no entra,
no puede entrar,
ni debería;
¿y si lo hiciera?
si nos rindiéramos,
no dudo en que sería peor,
mucho peor
que la propia muerte.
jamás llegarán a aniquilar
esta incipiente ilusión de progreso,
de una buena vida,
una vida digna,
para nosotros,
para los que también lo prefieren así;
sin miedos,
sin monstruos amenazantes,
aquí, allá;
así, intenten, una, otra vez
imponernos
su pensamiento, su accionar
prepotente;
involucrarnos, -sin ser partícipes, claro-,
en la ciénaga de su ambición enfermiza;
que jamás se sacia;
tratarán, claro,
de hacerlo todo
para nublar toda esperanza,
refutar, absolutamente, nuestros sueños,
intentar que se nos olviden;
¡no, no lo conseguirán!
Nuestro espíritu
se sobrepondrá a ellos,
a quien sea,
no importa
si pagaremos
-y muy caro-, por ello;
no importa
si ni siquiera el arte,
nuestra poesía, nuestro canto
alcanza, alcanzaría
para que entendieran,
para que (¡ilusa!)
sus propósitos se revirtieran;
¿el hombre
creado por un dios,
un universo,
destinado a su auto-destrucción?
por mi parte,
seguiré imaginando, planeando,
navegando entre palabras,
sobrevolando esas calles,
-o lo que quede de ellas-,
creyendo posible, ¡muy posible!
un mundo, un país
en verdad, diferente,
en el que se eleven los ideales
en el que no repten por debajo del subsuelo;
en el que se pueda andar,
en paz, libres,
por aquí,
por allá;
decir esto, aquello,
¡gritarlo!
y que nadie, ¡nadie! selle las gargantas,
ni se proponga idiotizar nuestro discernimiento;
que ninguno,
¡ninguno!
siquiera, intente
convertirnos en estiércol;
no somos ni seremos lo bajo, lo vil,
no estamos, no estaremos inmersos
en la mugre de la acumulación,
del olvido de ser lo que somos,
de nuestra naturaleza
en pos
de objetivos
impiadosos, despreciables,
¡deshumanizados!
en los que la vida no entra,
no puede entrar,
ni debería;
¿y si lo hiciera?
si nos rindiéramos,
no dudo en que sería peor,
mucho peor
que la propia muerte.
lunes, noviembre 18, 2019
El principio de un final anticipado
Ni la sombra
de aquellos días:
veredas rotas,
sucias,
alcanzadas por débiles, quebradizas, ramas
de árboles de todo tipo,
añejos, secos,
desnudos, algunos, -varios-
que convirtieron al poco, nada evocado sitio
casi en impenetrable;
eso quedó.
Cual despojos de un incendio,
aquella intersección de calles
las calles de un principio,
el principio
de un final anticipado;
¡qué loco, hallar, aun en esos restos
nuestro primer refugio!
a nadie importa,
desde ya,
quiénes se amaron
por primera vez
en el ahora, lodazal;
nada inclina, siquiera,
a imaginar
que en un paraje tan sórdido
haya brotado un enamoramiento, un amor,
lo que haya sido;
de todos modos,
siempre paso;
no me importa
si se embarran las zapatillas,
si se engancha alguna de mis ropas
en una de las agonizantes ramas;
quizás, me impulse la ingenuidad de creer
en que podría surgir, de la nada, un ser mágico
y con alguna especie de varita
lograra reanimar tantas ausencias:
la del verde en las hojas,
en el pasto,
la del triste entramado de brazos roídos,
la de las veredas hechas pedazos,
las nuestras.
No hay manera,
no aparecerán seres celestiales,
-ni terrenales-
que se encarguen de esa transformación;
sería en vano
intentar, del modo en que sea,
un cambio
cuando pudimos cambiar nosotros
tantas cosas, antes
y mucho más que antes
y no;
no hay regreso
a la posibilidad de enmienda
de tantísimos errores,
a una conversación, siquiera, coherente;
no se hizo demasiado
o se hizo muy poco,
para la recuperación
de cuanto se había secado;
al igual que sucedió con este ámbito,
cementerio
de un otrora paraíso,
de un beso primigenio,
inigualable;
de los besos que vendrían luego,
de todo lo demás
que duró lo que duran
las grandes pasiones
y luego,
la ocasional
remembranza
que nos sorprende
o no tanto,
que nos devuelve,
siquiera, por un mínimo instante,
aquella olvidada,
inolvidable,
sonrisa
por lo que no insiste,
-así, persista-,
por lo que
seguirá, sigue
latiendo.
de aquellos días:
veredas rotas,
sucias,
alcanzadas por débiles, quebradizas, ramas
de árboles de todo tipo,
añejos, secos,
desnudos, algunos, -varios-
que convirtieron al poco, nada evocado sitio
casi en impenetrable;
eso quedó.
Cual despojos de un incendio,
aquella intersección de calles
las calles de un principio,
el principio
de un final anticipado;
¡qué loco, hallar, aun en esos restos
nuestro primer refugio!
a nadie importa,
desde ya,
quiénes se amaron
por primera vez
en el ahora, lodazal;
nada inclina, siquiera,
a imaginar
que en un paraje tan sórdido
haya brotado un enamoramiento, un amor,
lo que haya sido;
de todos modos,
siempre paso;
no me importa
si se embarran las zapatillas,
si se engancha alguna de mis ropas
en una de las agonizantes ramas;
quizás, me impulse la ingenuidad de creer
en que podría surgir, de la nada, un ser mágico
y con alguna especie de varita
lograra reanimar tantas ausencias:
la del verde en las hojas,
en el pasto,
la del triste entramado de brazos roídos,
la de las veredas hechas pedazos,
las nuestras.
No hay manera,
no aparecerán seres celestiales,
-ni terrenales-
que se encarguen de esa transformación;
sería en vano
intentar, del modo en que sea,
un cambio
cuando pudimos cambiar nosotros
tantas cosas, antes
y mucho más que antes
y no;
no hay regreso
a la posibilidad de enmienda
de tantísimos errores,
a una conversación, siquiera, coherente;
no se hizo demasiado
o se hizo muy poco,
para la recuperación
de cuanto se había secado;
al igual que sucedió con este ámbito,
cementerio
de un otrora paraíso,
de un beso primigenio,
inigualable;
de los besos que vendrían luego,
de todo lo demás
que duró lo que duran
las grandes pasiones
y luego,
la ocasional
remembranza
que nos sorprende
o no tanto,
que nos devuelve,
siquiera, por un mínimo instante,
aquella olvidada,
inolvidable,
sonrisa
por lo que no insiste,
-así, persista-,
por lo que
seguirá, sigue
latiendo.
Una urgencia sofocada
Abrir los ojos
es, en sí misma,
una gran posibilidad;
una nueva visión,
un paisaje distinto al de ayer;
un grito nuevo
de una urgencia sofocada,
todo porque no nos cuestionaran;
¡al diablo con eso!
seremos hoy lo que siempre deseamos,
diremos hoy, ahora mismo
lo que nos viene a la cabeza, al corazón,
luego a la boca,
no callaremos esos insomnios,
todos sabrán de esos desvelos;
sabrán también de nuestras noches
de sueños irretornables,
sabrán
que estamos vivos
con ganas,
con fuerzas;
que sabemos,
podemos,
lo haremos
redireccionar
a todo eso que bulle
en nuestro interior,
que silenciamos,
desoímos,
al no confiar en su existencia;
no es fácil
reconocer lo que no se quiso, pudo
reconocer
por miedo, por vergüenza,
por inseguridad;
pero es el momento,
sino...¿cuándo lo será?
entonces, esta vez,
nada podrá detenernos,
nadie, ninguna persona,
recuerdo, consejo, argumento;
seremos
de verdad
lo que siempre
anidó y nunca se atrevió,
ya que no le dimos posibilidades,
no apostamos por ello;
salir y hacerlo,
salir y tomarlo,
salir,
enfrentar, decidir,
¡decir!
no importa si no resulta,
¡pero claro que resultará!
solo y nada menos
que amándonos,
¡amándonos, en serio,
no porque quede bien repetirlo,
ni porque deseemos convencernos!
solo y nada menos
que nosotros
junto a nosotros,
inseparables,
cómplices,
aliados,
sosteniéndonos,
levantándonos
ante las adversidades,
tomándonos de la mano
una, miles de veces,
arremetiendo frente a lo que sea,
hasta el final.
es, en sí misma,
una gran posibilidad;
una nueva visión,
un paisaje distinto al de ayer;
un grito nuevo
de una urgencia sofocada,
todo porque no nos cuestionaran;
¡al diablo con eso!
seremos hoy lo que siempre deseamos,
diremos hoy, ahora mismo
lo que nos viene a la cabeza, al corazón,
luego a la boca,
no callaremos esos insomnios,
todos sabrán de esos desvelos;
sabrán también de nuestras noches
de sueños irretornables,
sabrán
que estamos vivos
con ganas,
con fuerzas;
que sabemos,
podemos,
lo haremos
redireccionar
a todo eso que bulle
en nuestro interior,
que silenciamos,
desoímos,
al no confiar en su existencia;
no es fácil
reconocer lo que no se quiso, pudo
reconocer
por miedo, por vergüenza,
por inseguridad;
pero es el momento,
sino...¿cuándo lo será?
entonces, esta vez,
nada podrá detenernos,
nadie, ninguna persona,
recuerdo, consejo, argumento;
seremos
de verdad
lo que siempre
anidó y nunca se atrevió,
ya que no le dimos posibilidades,
no apostamos por ello;
salir y hacerlo,
salir y tomarlo,
salir,
enfrentar, decidir,
¡decir!
no importa si no resulta,
¡pero claro que resultará!
solo y nada menos
que amándonos,
¡amándonos, en serio,
no porque quede bien repetirlo,
ni porque deseemos convencernos!
solo y nada menos
que nosotros
junto a nosotros,
inseparables,
cómplices,
aliados,
sosteniéndonos,
levantándonos
ante las adversidades,
tomándonos de la mano
una, miles de veces,
arremetiendo frente a lo que sea,
hasta el final.
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